Hace poco, en una conversación entre conocidos, alguien dijo: “Bueno, ¿y qué importa si es verdad o no?
Lo importante es que funcionó.” Nadie lo cuestionó. Ni yo. El silencio me quedó haciendo eco.
Un día, cansado de debates vacíos, dejé de hacer preguntas. Dejé de argumentar. Me dije: “para qué, si nadie quiere escuchar.”
Pero de pronto sentí otra pérdida, no sólo dejábamos de decir la verdad… también estábamos dejando de buscarla. Y eso quizá es aún más grave.
Crecí con la idea de que decir la verdad era una virtud. Que buscarla, incluso, era una tarea noble.
Que había algo ético en sostener la pregunta: ¿esto es cierto? Pero últimamente, noto que esa pregunta se ha vuelto incómoda, incluso ingenua.
En redes, en política, en relaciones personales, etc.
¿Qué sucede con una sociedad cuando la verdad deja de importar?
Hannah Arendt advirtió que el peligro del totalitarismo no era la mentira puntual, sino la erosión sistemática del valor de la verdad. Cuando nada es del todo cierto ni del todo falso, el pensamiento se disuelve.
Hoy, vivimos en lo que muchos llaman la “era de la posverdad” porque no importa si algo es verdad, sino si es viral, si encaja con mis emociones, si reafirma lo que ya pienso.
Si bien no es deseable regresar a una visión unívoca del mundo donde solo hay un grupo reducido de supuestas verdad absolutas, donde la verdad era un “terreno firme".
Pero sí podemos asumir la búsqueda de la verdad como una brújula imperfecta… pero necesaria.
Sin ella, no hay dirección, no hay confianza, no hay lenguaje compartido.
¿Qué haces cuando descubres que algo que compartiste no era cierto? ¿Te importa más que algo sea verdadero… o que confirme lo que ya crees? ¿Qué conversaciones de tu vida esquivan la verdad para no incomodar?
La indiferencia hacia la verdad no es un accidente… es funcional. Las estructuras sociales ganan cuando los ciudadanos dejan de exigir argumentos, fuentes, coherencia.
La publicidad, la propaganda y el algoritmo nos entrenan para consumir afirmaciones rápidas, no verdades complejas. Una sociedad sin verdad se vuelve manipulable.
Defender la verdad no significa creer que uno la posee siempre. Hay que distinguir entre dogmatismo y búsqueda honesta.
No todo lo cierto es cómodo. Pero sin verdad, sólo queda ruido. Y el ruido no transforma, sólo confunde.
IG @davidperezglobal
