La decisión de Miguel Ángel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Nuvia Mayorga, Eruviel Ávila y otros priistas estaba tomada hace varias semanas.
La bronca del ex secretario de Gobernación con su ex protegido y hoy presidente del PRI —que se extendió a su grupo en el Senado— llevaba años y solo se pondría peor.
La iban a anunciar inmediatamente después de las elecciones de Estado de México, pero decidieron esperar a saber si habría alianza opositora y a conocer el método de elección.
Lo han hecho unos días después del anuncio en el momento que los aspirantes comienzan a inscribirse en el rebuscado método de elección que culminará en septiembre.
Dijo Osorio ayer: “Lo hacemos conscientes del impacto que tendrá dentro del propio instituto político y, por supuesto, con el momento político que vive nuestro país. Lo hacemos convencidos de que ayudaremos más al fortalecimiento de nuestra democracia y, por supuesto, de las libertades en México”.
No tengo claro qué tanto afecta al PRI de hoy, de por sí disminuido a su peor nivel histórico en cuanto a gobernadores y legislaturas, más allá de las críticas a su presidente. No queda claro tan poco qué futuro tienen los renunciantes, todos ellos marcados por el peñanietismo, responsable del inicio del desastre actual en el tricolor como partido.
La decisión de ayer, sin embargo, sí estorba el momento que estaba viviendo la alianza opositora rumbo a su elección de candidata (o candidato) en septiembre. Le roba atención y pone la mira en problemas dentro de uno de sus partidos, el segundo en términos de fuerza detrás del PAN.
Nada sabemos de qué harán los ahora ex priistas frente a la construcción del Frente Amplio más allá de, dijeron, construir una nueva organización que vaya usted a saber de qué se trata o si será partido, o se diluirá el día en que dejen sus lugares en el Senado.
En realidad, dentro del partido, los renunciantes ya no importaban mucho, si es que algo. El tricolor ha sido devorado por el tiempo, sus resultados al gobernar y la vocación de Alejandro Moreno de tenerlo a su servicio.
Sospecho que las renuncias de ayer no serán más que un balde de agua que enfría el principio de la fiesta opositora, pero en un par de semanas nadie se acordará mucho de los que se han ido.
