El escándalo de ayer en nuestra vida política tuvo que ver con el reclamo de Marko Cortés, el líder —es un decir— del Partido Acción Nacional, al gobernador de Coahuila, el priista Manolo Jiménez, por no cumplir los acuerdos firmados entre ambos partidos para el reparto de posiciones y otras cosas —notarías o magistraturas, por ejemplo— rumbo a las elecciones de este año.
Mal han de andar las cosas entre los partidos que, dicen, van aliados rumbo a la Presidencia y varias otras elecciones, que Cortés hizo público el acuerdo que, seré generoso, no deja muy bien parados a los abajo firmantes.
El recién estrenado gobernador dijo claramente que por lo menos Torreón no será para un panista.
“En Torreón el año pasado el PRI sacó una votación de 150 mil votos y Acción Nacional obtuvo 30 mil votos, de manera que no hay proporción en la preferencia. Explíquenme cómo se puede eso, no son barajitas; chécate, Monclova es una muestra de buena voluntad por nuestro partido, sacamos 38 mil votos, el PRI, y el PAN sacó 12 mil, aun así estamos respetando que el doctor Mario Dávila pueda encabezar esta alianza. Ojalá que el Comité Ejecutivo Nacional del PAN reconozca que había el acuerdo de 20 por ciento y que respete al panismo de Coahuila”. Valga decir, aunque nadie se salva, que el documento mostrado por el panista no habla de porcentajes.
En fin, los partidos siendo partidos y por más que se indignen los otros, los no firmantes, pues en eso andan todos todo el tiempo. Nomás pregúntenle a Morelos el costo de haber traído al PES a la coalición que armó Morena; o los bajacalifornianos donde Morena ya tuvo que darle a Hank una candidatura a presidencia municipal y varias regidurías. O en Nuevo León, donde una mujer influencer, sin ninguna experiencia política, y su esposo gobernarán el estado y, todo indica, la capital, donde por cierto ella no vive. ¿Por qué no? Son lo nuevo, dicen. O el señor Carlos Lomelí actuando como si fuera otro partido y poniendo condiciones para trabajar por su candidata de acuerdo a un audio que según él —dejen de reírse— está editado.
En fin, entre nuestra ley de partidos y el carácter —no se rían— de quienes dirigen partidos, pues así andamos. Eso sí, ninguno publica los vergonzosos acuerdos. En esa sí campeonó el señor Cortés. Se me hace que hasta las notarías perdió.
