Fue un poco rara la reunión “extraordinaria del Consejo Nacional de Morena” del domingo. Fue “extraordinaria” por razones diferentes a lo anunciado. A la fiesta faltaron algunos invitados que, al menos en el papel, resultan importantes.
No estuvo ahí el líder de los diputados —que son mayoría— ni el secretario de Organización —en una reunión donde se anunciaron nuevos esquemas de organización, 70 mil comités seccionales—, y el líder de los senadores pues sí fue, pero, como se sabe, no está en su mejor momento ni tuvo un buen lugar.
Peor aún cuando la presidenta de Morena tiene que dar un discurso, sin ponerle nombre y apellido, sobre el asunto del líder de los senadores y es el que sale como boletín de prensa en el partido: “Morena no encubre a nadie —militante o no— que incurra en prácticas corruptas o que actúe en contra de los valores que sostienen a nuestro proyecto de transformación nacional… el compromiso de Morena es y seguirá siendo con la verdad y con la justicia. Cualquier persona que actúe al margen de nuestros principios deberá responder por sus actos”.
Cuando se tiene que repetir tantas veces que “no son iguales”, será porque eso es lo que parece. Cuando una sesión “extraordinaria” ha sido planeada para hablar de principios, fin de los chapulines y esas cosas, no resulta muy exitoso lidiar con el enorme elefante en la sala que significan la historia y la relación de un hoy influyente ex candidato presidencial con un prófugo de la justicia.
Morena trae un lío. No es un lío que hoy afecte demasiado su popularidad. Entre otras cosas, porque los de enfrente, es decir, la oposición, pues casi no existe en buena parte por su autodestrucción.
Pero sí es uno que, dependiendo cómo se resuelva, marcará el rumbo del partido rumbo a las elecciones de 2027.
El asunto no es uno que vaya a definir una investigación de la FGR —no resuelve nada, nunca—, sino uno que tendría que definir la hoy líder del movimiento desde Palacio Nacional. Entre más días pasen, más difícil será.
De cómo se decida el enfrentamiento que traen los morenistas, de qué bando quede mejor posicionado, resultarán candidaturas y, por lo tanto, el poder en un partido casi único en el país, dueño de casi todo, que es lo que hoy está en juego.