Esta es la historia de un tenista que recorrió un camino totalmente inusual hacia la élite y que se convirtió en un modelo de motivación para muchos.
Es Frances Tiafoe, una persona singular y risueña, amable en el trato, comprometido y muy alejado del perfil habitual del jugador profesional, donde la mayoría viene de procedencias adineradas o de situaciones de privilegio.
Acaba de convertirse en el primer hombre negro que alcanza las Semifinales del Abierto de Estados Unidos desde que en 1972 lo hiciera Arthur Ashe, su ídolo y el jugador por el que la cancha principal del torneo lleva su nombre.
Hoy en día Frances brilla, pero detrás de los focos y el ascenso actual hay una historia a contracorriente que nace en el pequeño almacén en el que su padre encontró acomodo cuando hacía turnos de 24 horas en un club de tenis de Washington en el que trabajaba.
En muchas ocasiones ha sido criticado por sus efusivos festejos en los que suele quitarse la camiseta y mostrar músculos, pero más que llamar la atención en verdad celebra cada uno de sus logros después del camino que tuvo que recorrer para llegar a donde está ahora.
Este camino inició cuando sus padres llegaron a Estados Unidos en la década de los 80 huyendo de la guerra civil de Sierra Leona, en África, y al llegar ella ejercía de enfermera en turnos de noche y él primero trabajó como obrero y luego como conserje en el Junior Tennis Champions Center, en Maryland.
La incompatibilidad de horarios y las dificultades económicas hicieron que el padre durmiera muchas veces en ese almacén, donde descansaba sobre una camilla de masaje.
En muchas ocasiones, lo acompañaban sus dos gemelos, Franklin y Frances, este último uno de esos niños a los que rápidamente se le observaron maneras excepcionales para el tenis, pese a sus pocas oportunidades económicas, pero con la facilidad de practicar gratis.
Su talento captó rápidamente la atención de la Federación Estadounidense de Tenis (USTA), que impulsó una carrera que fue tomando vuelo y convirtiéndose en un ejemplo para muchos de cómo salir adelante pese a las adversidades.
Como el caso del entrenador Sam Jalloh, quien ha viajado por el Continente Africano enseñando tenis a niños y quien ha encontrado en Tiafoe una manera de alentar a jóvenes africanos a practicar tenis.
Jalloh al igual que Tiafoe es estadounidense, pero de raíces africanas, y el triunfo de éste ante Rafael Nadal lo ayudó a motivar a los niños de Gambia, Ghana, Nigieria y Sierra Leona, entre otros países, a tomar una raqueta inspirados en los triunfos del jugador de 24 años.
Tiafoe es la gran esperanza de un tenis estadounidense sumido en la depresión, que se ha sostenido gracias a los éxitos de Serena Williams en las dos últimas décadas y con una historia muy similar a la de Tiafoe.
Pero en hombres atraviesa por una de las sequías más importantes, donde muy lejos quedaron los tiempos de Jimmy Connors, John McEnroe, Pete Sampras o Andre Agassi, y al igual que hace 40 años con Arthur Ashe, encuentran una luz en un hombre de color proveniente de África.
Alfredo Ramírez