Por: José Ignacio Lanzagorta García
Ilustración: Ricardo Figueroa, cortesía de Nexos
El nombre del proceso urbano que enmarca todo esto es ya un lugar común. Incluso el término “gentrificación” se ha vulgarizado de tal forma que se le impone ya a casi cualquier cosa. Irónicamente, hasta los mismos agentes gentrificadores son quienes típicamente la emplean con toda facilidad como mecanismo de protesta NIMBY ante proyectos de cualquier corte. Sin embargo, en este caso estamos testificando lo más convencional de la definición: uso de la violencia del Estado y herramientas de mercado para el desplazamiento de habitantes indeseables para los nuevos vecinos de mayor poder adquisitivo en una zona central y de alto capital construido en un proceso de revalorización y redensificación. Los argumentos legales, por más válidos que sean, suelen enmascarar posiciones de clase y raza que impulsan estas acciones.