Por: Omar F. González Salinas
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Nuestro modelo energético, a pesar de estar sustentado en la premisa del petróleo como “patrimonio de México y para los mexicanos”, también ha generado daños al ambiente y a sectores poblaciones (los excluidos del “bien común”). Sin embargo, estas afectaciones muchas veces quedan opacadas por recursos retóricos, simbólicos y políticos que pregonan la labor patriótica de nuestra industria petrolera. El contexto neoliberal tampoco ha ayudado, pues desde la década de 1980 éste ha derivado en una progresiva disminución de desarrollo en Pemex, lo que ha mermado aún más su capacidad para ocuparse de políticas socioambientales. En vez de narrativas nacionalistas sobre el petróleo y su industria, necesitamos proyectos de desarrollo donde la soberanía energética contemple un factor democrático traducido en políticas de cuidado ambiental y protección de los derechos de los grupos más vulnerables. Ya no es “por el bien de la nación”, sino en favor de un mejor futuro para el planeta y quienes lo habitamos.