Ciudad de México /
Por Blanca Heredia y Ana Laura Magaloni
Ilustración: Adrián Pérez
Es imprescindible hacer un alto en el camino y escudriñar las condiciones de fondo que han hecho de nuestra joven democracia un régimen crecientemente disfuncional y poco legítimo, y de nuestra también joven economía abierta una marcada por tasas de crecimiento mediocres y altos niveles de concentración del ingreso y la riqueza. Urge, asimismo, entender mejor cómo la apertura económica y la democratización política lejos de haber eliminado las viejas formas de gobernar un país profundamente desigual han contribuido a exacerbar sus peores vicios, lo que ha terminado por fracturar la gobernabilidad y auspiciar la espiral de violencia en la que nos encontramos inmersos.