Por: Sofía Ramírez Aguilar
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
Que el presidente hable de corrupción, con la credibilidad y percepción de honestidad que aún mantiene, significa mucho para las mexicanas y mexicanos: sigue siendo el segundo problema que más les preocupa, sólo por debajo de la inseguridad. Sin embargo, para que el discurso sobre corrupción tenga eco entre la opinión pública, su mención no puede ser únicamente discursiva: debe aludir soluciones o responsables. En el sexenio de Peña Nieto, la narrativa presidencial aludía al origen “cultural y educativo” de la corrupción. Si bien la discusión sobre lo que ello implica puede encontrarse en otras fuentes, lo que aquí se analiza es el impacto del discurso presidencial en la percepción de las causas de la corrupción. En contraste, AMLO relaciona la corrupción prevaleciente en México al legado de grupos conservadores vinculados a intereses del pasado, en específico a gobiernos anteriores.