Por: Adrián Rentería Díaz
Ilustración: Augusto Mora, cortesía de Nexos
El Congreso aprobó una ambiciosa reforma del Poder Judicial cuyo principal promotor fue el ministro Zaldívar. La presencia de este ministro en la vida pública, durante los meses anteriores, fue insistente —casi abrumadora— con la clara intención de demostrar que la reforma partía del mismo poder judicial: “por y para el poder judicial”, repitió incesantemente.
Texto: La consolidación de nuestra débil e inconclusa democracia pasa necesariamente por el respecto irrestricto de las reglas de juego durante el juego mismo, sin el uso de subterfugios y argucias para asegurarse posiciones de ventaja desleales. Son las instituciones, en este caso las que rigen los procesos electorales, las que aseguran las transiciones pacíficas en el poder. Discutir acerca de sus decisiones es posible y sano en una democracia, mediante procedimientos argumentativos que dejen fuera una pretendida superioridad moral de las virtudes y sapiencias populares, así como la infantil convicción de poseer la verdad acerca del bien común. Otra cosa, por supuesto, es poner en duda esas decisiones sobre la base de motivaciones populistas dignas de un retorno al pasado. Los pasos que hemos hecho desde 1977 han sido significativos, aunque no del todo resolutivos, en el sendero de la consolidación democrática, pero requieren por parte de los actores políticos un sentido de responsabilidad que se ponga por encima de los intereses partidarios y personales. Probablemente, por desgracia, aun estamos lejos de que sea así, pues no vemos en los partidos políticos seriedad.