Por: Leonardo Núñez González
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
No todos los fideicomisos son malos por naturaleza y, por el contrario, su uso ha ayudado a la operación de múltiples instituciones que, además de su presupuesto anual, cuentan con una bolsa de recursos adicionales que pueden administrar, utilizar y hasta ampliar. Cada uno de los fideicomisos cuenta con un fin único definido legalmente, lo que ayuda a un uso focalizado de los recursos sobre temas, objetivos o prioridades específicas. Uno de los casos que vale la pena analizar es el del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) —una de las principales instituciones encargadas de la investigación científica y del desarrollo tecnológico del país— que históricamente ha tenido muchos menos recursos de los que debería. De acuerdo con el artículo 9 de la Ley de Ciencia y Tecnología, este sector debería recibir anualmente no menos del 1 % del PIB, es decir, 246 985 mdp según la última estimación del INEGI.