En 1517, el conquistador español Juan de Grijalva fue el primero que compartió vino en la mesa del emperador Moctezuma y su corte azteca en Tenochtitlan. Han pasado 500 años y el cruce de copas aún nos habla de una industria naciente, de productos nacionales y de importación que compiten por un mercado aún de poco consumo, pero que muestra señales de crecimiento acelerado.
Ante este panorama, dos iniciativas buscan impulsar a la industria vitivinícola en México y cerrar el año llamando la atención del consumidor, sector público e iniciativa privada. Por una parte, el intenso cabildeo que un grupo de senadores realizará para elevar el vino de mesa mexicano a categoría y reconocimiento como alimento líquido.
Y por otra, la realización del encuentro Nación de Vinos, que por dos días reunirá a las 50 bodegas mexicanas más importantes con consumidores, expertos, estudiantes, profesionistas y tomadores de decisiones atraídos por la cultura de los jugos y caldos de uva.
La Comisión Especial de la Industria Vinícola y Berries, encabezada por el senador panista Wenceslao Martínez Santos, presentó la iniciativa para crear un inciso dedicado a la tributación de vino de mesa mexicano en la Ley del Impuesto Especial Sobre la Producción y Servicios (Ieps).
La modificación al artículo que plantean tiene el objetivo fomentar una industria más competitiva en el mercado de los vinos y que el consumidor tenga acceso, bajo la categoría de vino de mesa mexicano, a un producto alimenticio. El caldo nacional, al igual que otros productos de su tipo, paga 26.5 por ciento de Ieps.
La senadora panista Marcela Torres Peimbert reafirma que la categoría no existe en el país. “En México consumimos muy poco vino, la mayoría de importación, cuando tenemos muy buen producto, pero caro, una de las principales razones por las que se bebe poco”.
Para potencializar el mercado, hacerlo más competitivo y aumentar su demanda entre las familias mexicanas es necesario difundir que se trata de un alimento líquido con vitaminas, minerales y, sobre todo, antioxidantes, y de bajo contenido de azúcar. Contrario a las bebidas que acompañan en gran volumen las mesas del país, los refrescos y las cervezas, refiere.
La senadora queretana señala que lo importante es conseguir que se reconozca la categoría de vino de mesa mexicano, continúa Torres, para luego sacarlo de la lista de bebidas alcohólicas para catalogarlo como un alimento, como sucede en otros países.
“No afectaría al erario, pues el consumo es muy bajo y es mínimo lo que Hacienda ingresa por el impuesto que paga esta bebida. Tenemos pendiente una reunión con el secretario (de Hacienda) José Antonio Meade para exponerlo así”, afirma.
“También tendremos reuniones en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) para conseguir apoyos para los productores mexicanos. Se necesitan más hectáreas sembradas con uva mexicana, porque muchos productores traen sus jugos de otros países; se necesita más tierra para sembrar.”
Hay ejemplos
Así sucede en países competidores como España, Francia, Estados Unidos y Australia, donde existen apoyos para aprovechar las vastas tierras propias para el cultivo.
“México cuenta con grandes hectáreas propias para la vid, en California, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Coahuila, por ejemplo”.
Para Marcela Torres es urgente aumentar la cultura del vino, “somos muy cerveceros, pero esa bebida no es alimento, y las familias deben consumir vino aunque reconocemos como inhibidores el precio, la accesibilidad, los costos de distribución y la materia prima”.
La iniciativa se trabaja también con la Asociación Nacional de Vitivinicultores, “quienes tenían cierta distancia entre una zona y otra, y la propuesta los ha logrado unir”.
Además, los senadores buscan difundir las bondades de la industria en generación de empleos y negocios, como el enoturismo. “Está de moda que los estados productores atraigan derrama de visitantes y de realizadores de eventos, como bodas, que gustan del ambiente de los viñedos”.
Nace una Nación
Los próximos 19 y 20 de octubre se realizará en el Hipódromo de las Américas el primer encuentro Nación de Vinos, que reunirá a 50 bodegas mexicanas, enólogos productores, consumidores, estudiantes y en general todo aquel interesado en la cultura vitivinícola. Es la primera vez que se realizará una reunión de esta magnitud, solo con patrocinios y asistencia por invitación, explica la empresaria y organizadora Valentina Ortiz Monasterio, quien observa una gran sed de este mercado por crecer y fortalecer el conocimiento que lo envuelve entre cientos de etiquetas nacionales con reconocimiento internacional.
“La industria vitivinícola mexicana es joven y por ese factor merece todo el reconocimiento porque su crecimiento ha sido contundente. El público tiene necesidad de aprender, y hay que acercarlo de una manera más lúdica, eliminar las ideas acartonadas acerca del sector, que casi rayan en el temor de hacer preguntas acerca del vino”, señala Ortiz Monasterio.
“En Nación de Vinos lo que queremos es bajarle tres rayitas al lenguaje y que todos podamos hablar con un sommelier o con los productores que tienen una historia que contar”, añade.
Nación de Vinos, nace de una industria creciente, de un interés cabalgante de mexicanos y de estar cerca de productores. “El consumidor debe tener su propia elección por gusto, no por conocimiento técnico”.
La empresaria explica es la primera vez que se convoca a todas las bodegas del país, sin importar el tamaño de la venta y la zona a la que pertenezca. “Las 50 bodegas que estarán presentes tendrán un stand del mismo tamaño, no les costará; por la mañana habrá cursos, talleres y un programa académico, y por la tarde los enólogos y productores platicarán sus historias y ofrecerán catas”.
El invitado especial será Estados Unidos por ser el mayor consumidor de vino del mundo y la cercanía y similitud con México. El Inadem y ProMéxico apoyarán con pláticas, cursos y capacitación para fomentar la exportación.
Presentes también estarán el Consejo Mexicano Vitivinícola, el Comité Pro Vino, enólogos representados por René Rentería, y dueños y productores de las principales bodegas del país.
Una historia que contar
La historia se seguirá contando, quizá tan rápido como nació, decayó y vuelve a tomar vuelo. Los libros dicen que Hernán Cortés, gobernador de Nueva España, ordenó en 1524 que cada colono español plantara mil pies de vid por cada 100 indígenas, y Carlos V pidió a cada navío que saliera hacia la Nueva España llevara viñas y olivo para plantar.
Los jesuitas y franciscanos que llegaron junto con los conquistadores asumieron la tarea para dotar a los españoles de la bebida y contar con ésta para sus ceremonias religiosas. Se dice que en 1900 una plaga, la filoxera, arruinó más de 80 por ciento de los viñedos, además de lo difícil que resultó producir por la efervescencia política de aquellos años.
El presidente Porfirio Díaz prefirió los vinos franceses y la industria cayó. Luego hubo años de prohibición a bebidas alcohólicas de importación, hasta que en 1987 se reabrió el mercado tras la firma del GATT (General Agreementon Tariff s and Trade).
Al inicio del presente siglo la exportación de vino mexicano registró 200 mil cajas que se comercializaron hacia EU, Reino Unido, Japón, Canadá y Alemania, principalmente. Y la industria hoy sigue sumando cajas y etiquetas reconocidas en todo el mundo.
JOS