Desde la crisis financiera de 2008, cualquier semana en la que Goldman Sachs no sale en las noticias en un asunto polémico es buena para el banco estadounidense de inversión. Con esa medida, la semana pasada fue mala.
Un comité parlamentario examina el papel de Goldman en la venta fallida de la cadena minorista BHS, del empresario Sir Philip Green, y, por otro lado, un jurado en Londres escuchó sobre Youssef Kabaj, un ejecutivo de ventas y exempleado del banco de inversión, que “procuró” los servicios de dos prostitutas en Dubai para facilitar una transacción.
No hay conexión entre los dos incidentes, el segundo se refiere a un acuerdo financiero que se remonta a 2008 entre Goldman y la Autoridad Libia de Inversiones (LIA, por sus siglas en inglés), el naciente fondo de riqueza soberana del país, que terminó con la pérdida de 1,200 millones de dólares (mdd) de LIA. Pero se presentan en un momento delicado, y de nuevo provocan controversia sobre el banco que presume sobre su discreción.
Goldman atrajo un poco más de escrutinio por su papel en la recaudación para 1MDB, un fondo estatal en Malasia al que se relaciona con un caso de probable corrupción. El fondo de Malasia le pagó a Goldman hasta 300 mdd en 2013 por arreglar una emisión de bonos de 3,000 mdd. Aunque las acusaciones de corrupción no se relacionan con eso en particular, el banco recibió, al menos, 80 mdd de la LIA.
Estos son solo ejemplos que muestran en lo que se ha convertido la operación global de Goldman desde que empezó su expansión en Europa, a mediados de la década de 1980. También demuestran cómo ahora las finanzas llegan a lugares que antes estaban lejos de la influencia de Wall Street. Además, es obvio que hay grandes recompensas y grandes riesgos, tanto para los balances como para las reputaciones.
Es una institución de élite y a menudo obtiene ganancias por serlo. Empezó a llamar la atención en 2010, después de que alcanzó un acuerdo de 550 mdd con los reguladores sobre su papel en la crisis hipotecaria subprime. Pero la mayor parte de su trabajo es en la parte superior de Wall Street, asesora discretamente a los fondos de inversión y a los inversores ricos, incluyendo Sir Philip, y fija grandes acuerdos.
Ser famoso, incluso un poco notorio, tiene sus beneficios. Una de las preguntas sobre el acuerdo de LIA es por qué se le pagó tanto a Goldman por proponer y ejecutar una estrategia de inversión que era muy simple, y que al final resultó equivocada. Tal vez LIA sintió la grandeza de Goldman y no hizo que pasara por los procesos de licitación que son tan comunes en los mercados desarrollados.
Si bien los mensajes de texto de Kabbaj a la prostituta de Dubai son el atractivo de los titulares en el caso de LIA, no es lo que más resuena. El premio es para los correos electrónicos que enviaron otros exbanqueros de Goldman donde describen que LIA tenía “un nivel de sofisticación cero” y que el acuerdo como “argumento de ventas sobre préstamos estructurados apalancados es para alguien que vive en medio del desierto con sus camellos”.
Nadie puede decir que Sir Philip, propietario del grupo minorista Arcadia, no tenga conocimientos financieros. Goldman rechazó una participación formal en la venta de BHS y le dio asesoría gratis. Philip era cliente de su división de gestión patrimonial y quería mantenerlo contento.
La publicidad reciente recuerda las secuelas de la crisis de 2008, que en 2010 llevaron a que Lloyd Blankfein, director ejecutivo de Goldman, estableciera una revisión general de la conducta. Se realizaron esfuerzos para frenar los conflictos de interés y asegurar que los empleados no explotaban a los clientes. Goldman, al igual que otros bancos, trató de evitar que su personal enviara correos electrónicos embarazosos.
La revisión llevó a reiterar “los principios de negocios” que elaboró John Whitehead, su antiguo socio senior. El primero fue que “los intereses de nuestros clientes siempre son primero”, y el segundo que “nuestros activos son nuestra gente, nuestro capital y nuestra reputación”. Otro, adecuado fue que “nuestro negocio es altamente competitivo y buscamos de forma agresiva ampliar las relaciones con nuestros clientes”.
En algún momento eso llevó a presionar su camino a los acuerdos en Wall Street. Ahora se trata de ampliar los negocios de Goldman en todo el mundo y se sabe que los mercados emergentes son gratificantes pero volátiles, y que un fondo de inversión puede lograr mayores rendimientos pero también implica un mayor riesgo. Para los bancos de inversión, eso equivale a altas comisiones, pero también conlleva grandes riesgos operativos y de reputación.
En los casos de Malasia y de Libia, las recompensas pueden considerarse, a su vez, un riesgo. Ya que los acuerdos se volvieron a examinar, el hecho de que fueran tan lucrativos para Goldman llevó a un duro cuestionamiento. ¿Se dieron cuenta del potencial de abuso en Malasia y explotaron la inexperiencia del cliente en Libia para que les pagaran más de lo habitual?
Es posible que Goldman no necesite otra revisión de conducta, pero estos casos indican que sus empleados tienen que volver a leer los resultados de la última. Hace algún tiempo, Goldman no corría el riesgo de que sus correos electrónicos y acuerdos pasados se expusieran públicamente. Ahora lo hace, y los últimos acontecimientos sugieren que todavía tiene que ajustarse al cambio.
*John Gapper es editor asociado del FT, escribe sobre tendencias y estrategias de negocios.