Guo Guangchang no es el hombre más rico de China; tampoco es el más llamativo, ni, según él, el más listo. Pero en sus 47 años ha salido de la penuria campesina para tener ahora tanto dinero que el deseo de ser rico ya no lo hace levantarse de la cama.
Fosun, el grupo que fundó junto con otros tres amigos de la universidad en 1992, es el consorcio privado más grande de China. Es dueño de una gran parte de las acciones del hospital de Shanghai en donde mis hijos reciben sus vacunas para la influenza, de la pastelería en donde compramos sus pasteles de cumpleaños, del pueblito en donde les gusta pasar sus vacaciones, lo que es más, de una buena parte del terreno en el que caminamos, (por el gran patrimonio inmobiliario que tiene en Shanghai).
Intentó recientemente comprar la revista Forbes, ahora intenta comprar Club Med y ya compró Caixa Seguros, la aseguradora más grande de Portugal. En lo que va del año, Fosun ya tiene 12 adquisiciones extranjeras y existen grandes probabilidades de que llegue a un país cerca de ti para tratar de comprar alguna compañía que te sea muy conocida.
Según el propio Guo, es una mezcla de budismo, taoísmo, confucionismo, y Warren Buffett. Los antiguos sabios chinos (y también el de Omaha) son su continua fuente de inspiración. También es devoto del tai chi, arte marcial asiática que practica tan seguido como puede.
Lo que yo pregunto es ¿qué tiene que ver esto con la compra de aseguradoras portuguesas? Guo intenta explicar cómo funcionan sus decisiones de inversión.
“El propósito del tai chi no es golpear primero al oponente para dominarlo sino esperar y golpear en el momento preciso”, dice. “Es decir, ser el primero en actuar tras sentir el cambio en el momentum. Invertir es como el tai chi. Nadie tiene una ventaja permanente de velocidad en el mercado debido a los límites de la inteligencia y visión de las personas. Tu ventaja proviene de tu habilidad para sentir el cambio antes y para tomar decisiones antes”.
Guo dice que practicaba tai chi casi todos los días. Incluso ahora que está demasiado ocupado para practicarlo más de un par de veces a la semana, “hace tai chi incluso cuando está sentado”, al parecer hasta cuando está almorzando.
Guo explica que el budismo te enseña que “todo comienza desde el corazón, y sentir el corazón de otros es la doctrina más importante del budismo. En los negocios significa que hay que ver las cosas con los ojos de otras personas. Creo que hacer negocios es igual que practicar budismo. El dinero no es el único fin. Tu propósito es mejorar las cosas para el resto de la gente, y al final, el dinero es el resultado”.
“Los negocios”, agrega, “son la mejor obra de caridad” (al menos eso dice a los budistas que le piden donativos). “Cuando una compañía tiene éxito se pueden crear más fuentes de empleo, y, si tratas bien a tu gente, entonces el negocio por si mismo se convierte en una institución de caridad”.
A Guo se le ha citado diciendo que la inteligencia no es la llave de la riqueza, sino algo que se conoce como xinli. Es un término que personas bastante articuladas batallan para traducir, y Guo lo explica así: “Algunas personas toman decisiones equivocadas pero eso sucede no porque carezcan de una inteligencia superior sino porque no pueden resistir la tentación de los monstruos que se esconden en su corazón”.
Por ejemplo: “Mucha gente compró deuda subordinada en EU antes de la crisis de las hipotecas aunque claramente sabían que era problemática y también sabían que si no la compraban, se reduciría su bono de ese año, así es que tomaron una decisión con base en intereses a corto plazo, no porque no conocieran los riesgos”. Esas personas no tienen xinli.
Otra forma de xinli es cuando admites que cometiste un error, señala.
El nombre de la compañía de Guo refleja lo que atesora su educación universitaria: Fosun significa “estrella de la Universidad de Fudan”, su alma mater y la institución académica con más prestigio de Shanghai. Pero no sólo tiene una maestría de Fudan: también desarrolló sus habilidades para los negocios cuando les vendía pan a sus compañeros hambrientos después de terminar de estudiar todos los días a las once.
Hoy en día, 22 años después de su fundación, sus inversiones van del acero a la minería, del turismo a las farmacéuticas.
Esta historia de “Zhejiang a la riqueza” no es la única de la China moderna. Jack Ma, fundador de la gigante compañía de internet Alibaba, también es un chico de Zhejiang, y practicante asiduo de tai chi. Con frecuencia se compara a Guo y a Ma pero el jefe de Fosun dice que no es tan inteligente como el magnate del ecommerce: “Nadie es tan listo como Jack Ma”, dice Guo.
La conversación cambia a sucesos más recientes.
“El poseer una compañía de seguros significa que tenemos 13 mil millones de euros en activos de seguros que podemos usar para invertir”, dice, Buffet utiliza seguros para manejar su inversión, y Guo quiere hacer lo mismo.
Ya es hora de terminar pero Guo apenas y toca sus fideos, y yo quiero saber: ¿Qué piensa un niño que creció como campesino durante la Revolución Cultural del estado actual de la que pronto será la economía más grande del mundo? Los críticos hablan de avaricia, ostentación, y la pérdida de valores tradicionales. ¿No le preocupa a Guo que China caiga bajo el peso de su propio poder adquisitivo?
Me regaña sutilmente. “Espero que puedas entender que fuimos pobres mucho tiempo. Espero que puedas comprender nuestros deseos de tener una buena vida y dinero. No hay que adelantar las críticas. Esa es mi opinión”.
Patti Waldmeir es corresponsal del FT en Shanghai. Reportaje adicional por Zhang Yan