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La nueva lucha contra la obesidad infantil: ¿cura milagrosa o peligro oculto?

FT Mercados.

Algunos los ven como una solución efectiva, otros advierten sobre riesgos en el desarrollo y la dependencia a largo plazo.

La primavera pasada, Chloe, una joven de 15 años que vive en el estado de Georgia, Estados Unidos (EU), estaba estancada. Trató de hacer dieta con un nutriólogo y hacer ejercicio con un entrenador personal, pero su peso no se movía. Se sentía cohibida y deprimida, y tenía dificultades para cargar su pesada mochila escolar. Cuando su madre le sugirió que probara un medicamento para adelgazar, Chloe lo consideró como un “milagro”, recuerda. “Pensé: ‘Dios mío, gracias a Dios que hay una solución’”.

La adolescente sufre síndrome de ovario poliquístico, que predispone a las mujeres a la obesidad. Los médicos le habían ofrecido la píldora anticonceptiva para tratar de aliviar algunos síntomas, pero nada para abordar la obesidad, y su madre estaba preocupada por los efectos a largo plazo en su salud.

Después de tomar semaglutida, el ingrediente activo de Wegovy, durante nueve meses, Chloe perdió casi 11 kilogramos (kg). Se despierta con náuseas por la mañana –un efecto secundario común– pero lo considera como un precio que vale la pena pagar; ya a menudo se sentía mal. Acepta que es probable que necesite ponerse la inyección de por vida, pero espera que la proteja de enfermedades como la diabetes.

“Prefiero estar delgada y feliz conmigo misma, que estar gorda, con sobrepeso y no sentirme bien conmigo misma”, dice. “Es increíble”.

Chloe es una de los muchos adolescentes que han utilizado Mochi Health, una plataforma de telemedicina con sede en San Francisco, que lanzó una clínica pediátrica en 2023. Myra Ahmad, su fundadora, vio una oportunidad cuando los pacientes adultos que tomaban medicamentos para bajar de peso preguntaron si también podían obtener recetas para sus hijos.

A menudo, explica, los padres habían “probado” otras soluciones; algunos incluso enviaron a sus hijos a recibir tratamiento hospitalario. “Están al límite de sus fuerzas y quieren probar algo que funcione”, dice Ahmad.

EL DATO

250 millones de niños

Podrían sufrir de obesidad para 2030, según un pronóstico de la World Obesity Federation.

Las tasas de obesidad se multiplicaron por más de tres veces a nivel mundial desde 1975, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y se multiplicaron casi por cinco entre niños y adolescentes. A medida que el acceso a alimentos poco saludables se disparó y la actividad física disminuyó, se pronostica que alrededor de 250 millones de niños tengan obesidad para 2030, sugiere la World Obesity Federation (Federación Mundial de Obesidad), que representa a expertos, profesionales y pacientes.

Gráfica sobre la obesidad infantil en el mundo.
La obesidad infantil aumenta mundialmente.

La federación también predice que es probable que la gran mayoría de los países no alcancen el objetivo de la OMS de mantener la obesidad infantil en las tasas de 2010 este año. Y el problema es cada vez más caro.

En EU, los costos médicos de por vida para el tratamiento de un niño de 10 años que tiene obesidad clasificada como tener un IMC (Índice de Masa Corporal) por encima del percentil 95 para su edad– son hasta 20 mil dólares más que los de un niño con un peso normal, incluso si este último niño aumenta de peso en la edad adulta. En el Reino Unido, que se encuentra entre los peores países de Europa en cuanto a obesidad, las admisiones hospitalarias de personas obesas menores de 17 años se multiplicaron casi por tres en una década.

Un combate de sobrepeso

Pero se está gestando una batalla sobre cómo tratar la obesidad infantil entre dos grupos que creen que su enfoque toma en cuenta los mejores intereses de los jóvenes. De un lado están los científicos y los médicos, incluida la Academia Estadounidense de Pediatría, que quieren usar los medicamentos, combinados con cambios en el estilo de vida, para detener la obesidad de raíz. Del otro lado están los médicos e investigadores que se preocupan de que no tengamos idea de cómo las inyecciones para bajar de peso moldeará los cuerpos en crecimiento de los niños, y mucho menos su salud a largo plazo.

Ese debate es apenas uno de los muchos que se iniciaron con la nueva generación de tratamientos para bajar de peso. Se les presenta como una solución para enfermedades persistentes y potencialmente fatales como las enfermedades cardíacas y la diabetes, incluso el Alzheimer y las adicciones. Pero también avivaron los temores sobre una sociedad cada vez más medicalizada que depende demasiado de las intervenciones farmacéuticas.

También hay una cuestión económica y ética: ¿es correcto confiar en la industria farmacéutica para ayudar a abordar un problema arraigado en otra industria, la abundancia de comida chatarra barata? Ambos mercados están en expansión: los analistas pronostican que el mercado mundial de medicamentos para la obesidad podría valer alrededor de 105 mil millones de dólares (mdd) para 2030, mientras que los investigadores esperan que el mercado de comida rápida se dispare a más de 1.5 billones de dólares para 2028.

el dato

105 mil mdd podría valer el mercado mundial

De medicamentos para la obesidad en 2030.

En el caso de las personas menores de 18 años, los argumentos son aún más crudos. Si bien el tratamiento de la obesidad adulta puede considerarse como un remedio para los errores pasados y que evita la sobrecarga de los sistemas de salud, medicar a los niños podría mantenerlos dependientes de los medicamentos durante el resto de sus vidas, implicaciones que tal vez no comprendan por completo hasta más adelante.

Si bien actualmente no hay medicamentos para bajar de peso aprobados para menores de 12 años, pronto podrían estar disponibles para niños pequeños. La farmacéutica danesa Novo Nordisk actualmente busca la aprobación en EU y Europa para su tratamiento para la obesidad Saxenda en niños de seis años o más, mientras que su rival estadunidense Eli Lilly realiza ensayos clínicos de Mounjaro en niños de tan solo 10 años que también tienen diabetes tipo 2.

Algunos críticos hacen comparaciones con los antidepresivos, que dicen que se usan con demasiada frecuencia como un parche para problemas complejos de salud mental, desviando tanto la atención como los recursos de soluciones más profundas de causa raíz.

Naveed Sattar, profesor de medicina cardiometabólica en la Universidad de Glasgow, argumenta que ayudar a los niños a reducir el exceso de peso peligroso debería mejorar tanto su calidad de vida que eso supere los riesgos.

Pero él también ve el dilema. “Por otro lado, ¿es correcto medicar a niños muy pequeños con fármacos debido a lo que, en parte, es un problema social?”, pregunta. “No tengo una respuesta”.

Decenas de miles de adolescentes ya reciben una inyección semanal para ayudarlos a perder peso. Más de 60 mil personas en EU de entre 12 y 25 años tomaron medicamentos para bajar de peso en 2023, según una investigación de la Universidad de Michigan, y como el suministro de medicamentos aumentó, es probable que esa cifra ya se incrementó.

¿Podrá revertir una afección?

Si bien los grupos farmacéuticos aún no pueden satisfacer la demanda de los adultos Novo Nordisk informó un aumento de más de 50 por ciento en las ventas interanuales de sus medicamentos contra la obesidad la semana pasada, superando las expectativastambién ha probado los medicamentos en niños, en parte porque los reguladores a menudo requieren ensayos pediátricos.

Sattar dice que la obesidad es un “desastre” para la salud física y mental de un niño, y que los beneficios de estos medicamentos probablemente superen los riesgos.

En un ensayo clínico de Wegovy publicado en 2022 y patrocinado por la empresa se muestra que, en comparación con los participantes a los que se les administró un placebo, los adolescentes que tomaron el fármaco no solo perdieron peso, sino que también experimentaron mejoras en los factores de riesgo de enfermedades cardiometabólicas, como el alto nivel de azúcar en sangre y los niveles de una enzima que indica daño hepático.

Karla Lester, pediatra y coach de vida que radica en EU, dice que uno de sus pacientes adolescentes, que mostraba niveles elevados de azúcar en sangre y estaba clasificado como prediabético, logró revertir la afección después de tomar una dosis baja de Ozempic durante ocho meses.

 “Se trata de herramientas de salud metabólica potencialmente muy poderosas y efectivas”, dice.

Al igual que los adultos con obesidad, los niños con sobrepeso tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes y problemas cardíacos y hepáticos. Pero cuanto antes se desarrollen estas enfermedades, mayor será el impacto: según un estudio reciente, el diagnóstico de diabetes tipo 2 a los 30 años puede reducir la esperanza de vida de una persona hasta en 14 años, una cantidad mucho mayor que si la enfermedad aparece más tarde.

Muchos adolescentes con sobrepeso son víctimas de acoso escolar y terminan sintiéndose aislados, dice Sattar. En un estudio de casi 7 mil adolescentes con obesidad se muestra que los que tomaban este tipo de medicamento, conocido como GLP-1, tenían un tercio menos de probabilidades de experimentar pensamientos suicidas o haber intentado quitarse la vida. “Muchos niños pequeños que viven con obesidad se sienten muy abatidos”, dice.

Los efectos secundarios

Pero a otros les preocupa que los pediatras recurran a estos medicamentos sin tener en cuenta adecuadamente las formas en que podrían dañar la salud de los niños.

A corto plazo, los adolescentes sufren los mismos efectos secundarios comunes que los adultos, y 62 por ciento de los participantes del ensayo clínico experimentan síntomas gastrointestinales como vómitos y diarrea. En el largo plazo, un estudio reciente muy amplio en adultos mostró una correlación entre tomar los medicamentos y un mayor riesgo de trastornos artríticos, renales y pancreáticos.

Aumentan las recetas de medicamentos para bajar de peso.
Aumentan las recetas de medicamentos para bajar de peso.

Los científicos todavía comprenden muy poco sobre cómo crece y se desarrolla el cuerpo, y es una pregunta abierta si estos medicamentos también podrían interferir con el crecimiento, las hormonas o la densidad ósea cuando los adolescentes se convierten en adultos.

“La adolescencia es un periodo crítico de crecimiento y desarrollo”, dice Dan Cooper, profesor de pediatría en la Universidad del Sur de California (USC). “Hay una secuencia de eventos fisiológicos y biológicos en los que se desarrollan los músculos, se mineralizan los huesos y el cerebro continúa desarrollándose”.

Los procesos cruciales que ocurren durante la pubertad, como el fortalecimiento de los huesos, no se pueden reproducir más adelante en la vida, y muchos son difíciles de rastrear, explica. “No es como si pudiéramos hacer un análisis de sangre que te diga dónde estás”.

Agrega que los registros ya muestran un “aumento exponencial” en las recetas de medicamentos, pero que la salud de los adolescentes que realmente los toman no se monitorea de manera consistente y a gran escala.

Hasta ahora, los resultados sugieren que si las personas que usan medicamentos para combatir la obesidad dejan de tomarlos, el peso vuelve a acumularse, señala Cooper. “¿Esperamos que estos chicos de 13 y 14 años tomen estos medicamentos por el resto de sus vidas?”, pregunta.

“La idea de comenzar a administrarlos a niños de seis años, es donde realmente me opongo firmemente”, agrega.

Muchos médicos también se preocupan por el riesgo de que los jóvenes desarrollen trastornos alimenticios. Si bien algunos padres pueden tener en cuenta el mejor interés de sus hijos, existe la ansiedad de que otros simplemente están transmitiendo sus propias prácticas alimentarias problemáticas a sus hijos.

Lester, pediatra y coach de vida, dice que desconfía de los padres que están “bastante trastornados y atrapados en la cultura de la dieta”, por lo que asesora a los adolescentes junto con sus padres, además de recetarles terapias y análisis de sangre, para vigilar de cerca cuánto peso pierden. “Definitivamente es una preocupación” si los adolescentes no trabajan con un experto, añade.

El riesgo de abuso es otro problema, especialmente si los menores de 18 años pueden acceder a los medicamentos sin el conocimiento o el consentimiento de sus padres, tal vez en farmacias en línea. Cuando las versiones en píldora de los medicamentos salgan al mercado podría ser aún más fácil para los jóvenes acceder a ellos sin que sus padres lo sepan.

Tom Hildebrandt, que dirige el programa de trastornos alimentarios y de peso en el hospital Mount Sinai de Nueva York, describe cómo empezó a encontrarse con personas que habían empezado a mostrar síntomas de anorexia después de usar medicamentos en 2023. Muchas habían empezado a inyectarse por razones estéticas, pero luego desarrollaron un trastorno alimentario.

“El problema es que si haces que alguien pase de estar saludable a padecer anorexia nerviosa, no vuelve a la normalidad simplemente porque le quitas el fármaco”, dice. “Así que es un tipo diferente de cadena perpetua”.

En la actualidad, aproximadamente 1 de cada 9 estadunidenses desarrolla un trastorno alimenticio, pero Hildebrandt predice que estos medicamentos podrían hacer que aumente la prevalencia a 1 de cada 7.5 personas.

Hildebrandt sugiere que debería exigirse una evaluación psicológica “larga y prolongada” de los pacientes adolescentes antes de recetar medicamentos para bajar de peso, como hacen en el hospital Mount Sinai para los pacientes menores de 18 años que están considerando una cirugía bariátrica, un procedimiento para reducir el volumen del estómago.

Otras alternativas


Para muchos críticos, es difícil justificar la receta de medicamentos para bajar de peso a los niños con todos los riesgos e incógnitas que conlleva– cuando ya existen alternativas comprobadas para abordar la obesidad.

Los servicios de salud podrían ofrecer más ayuda nutricional a las futuras madres, dicen los científicos: los investigadores han descubierto que tomar suplementos vitamínicos durante el embarazo puede reducir a la mitad la posibilidad de que los niños de dos años desarrollen obesidad.

Otro enfoque es aplicar impuestos a la comida chatarra con tasas más altas: un estudio descubrió que el impuesto del Reino Unido a las bebidas azucaradas, que entró en vigor en 2018, redujo la obesidad en las niñas de 10 y 11 años en 8 por ciento.

Gráfica sobre la obesidad infantil en los países.
La obesidad infantil es mayor en los países ricos.

Para los niños y adolescentes a los que ya se les diagnosticó obesidad, se ha demostrado que ayuda el apoyo intensivo para el cambio de comportamiento, que tiene como objetivo mejorar la dieta, el ejercicio y la salud mental. La American Academy of Paediatrics recomienda 26 horas de apoyo durante tres a 12 meses, idealmente realizadas de forma presencial frente a frente e involucrando a toda la familia. Una alimentación escolar sana y la enseñanza de educación física también producen resultados positivos.

La mayoría de los ensayos clínicos con fármacos para reducir la obesidad no prueban los medicamentos de forma aislada: aunque un grupo de pacientes toma el fármaco y otro un placebo, ambos grupos también reciben intervenciones como orientación sobre alimentación saludable y ejercicio, de modo que se pueden medir los efectos combinados.

Pero Cooper, de la USC, argumenta que este tipo de intervenciones son “anémicas”, con mucho menos prácticas con una participación activa que el apoyo recomendado por la AAP y otros. Si el grupo que no toma el fármaco se hubiera beneficiado de un apoyo más intensivo, cree que la comparación sería más justa.

Sin embargo, de acuerdo con Cooper, las directrices de la AAP son “extremadamente difíciles de implementar” debido a la falta de dinero y tiempo. En el Reino Unido, el NHS puso en marcha clínicas que ofrecen este tipo de atención a cerca de 3 mil niños obesos, pero eso ni se acerca a la cifra estimada de 1 de cada 7 menores de 18 años en Inglaterra que padece obesidad.

El médico se esfuerza por decir que reconoce que esto está lejos de ser un “problema simple”. También admite que los medicamentos podrían tener un papel en el tratamiento de los niños diabéticos, que ya dependen de la insulina, si se les monitorea estrechamente.

Pero, en general, argumenta que los médicos y la sociedad deberían encontrar formas de facilitar que los niños pierdan peso en lugar de asumir que un medicamento puede ser la solución.

Cita el ejemplo de los tratamientos contra el cáncer, que se prescriben a los niños a pesar de los terribles efectos secundarios. “Lo hacemos de forma ética, porque sabemos que si no los tratamos, morirán”, dice. “Mi opinión con respecto a la obesidad es que ahora hay otras formas de tratarla”.

GSC








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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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