En su mente, Ringo Starr nunca dejó de tener 24 años. Cuando su segundo hijo, Jason, se preocupaba por cumplir 40 en 2007 y le decía a su papá que se sentía como de 27, el baterista más famoso del mundo se vio obligado a darle una ligera ninguneada paterna. “Le dije: ‘No puedes tener 27, yo apenas tengo 24’”, me cuenta a través de una videollamada desde su casa en Los Ángeles. Suelta una risita.
Su edad real es… bueno, a Ringo no le gusta verla reflejada en la fría luz de la letra impresa. Basta con decir que cumplió 24 años por primera vez en 1964, el año de la British Invasion (Invasión Británica), cuando Estados Unidos (EU) se enamoró perdidamente de los Beatles y los prendedores con el lema I Love Ringo estaban de moda.
En el libro The Beatles Anthology, describió este momento como aquel en el que, al haber sido el último en unirse al grupo, se sintió plenamente aceptado: “De repente, éramos iguales”.
El eterno joven de 24 años luce, sin duda, delgado y en plena forma. No hay ni rastro de canas en su cabello y barba oscuros y ondulados. Lleva lentes oscuros y un collar con el símbolo de la paz.
El cuello de su chamarra de mezclilla está levantado, al más puro estilo del rock ‘n’ roll clásico. Habla desde su estudio de grabación en la casa de Beverly Hills donde vive con su esposa, Barbara Bach.
Ringo –Sir Richard Starkey para efectos oficiales– acaba de terminar de grabar las partes vocales y de batería para el álbum posterior al country, que lanzó a principios de este año, Look Up.
Una guitarra eléctrica, cubierta de estrellas, cuelga de la pared detrás de él: un regalo de uno de sus hijos. Junto a ella, descansa una pintura abstracta en forma de estrella con vívidas pinceladas de color.
Esta es una obra original de Starr. Al igual que su compañero Beatle sobreviviente, Paul McCartney, Ringo es artista de tiempo parcial. Las figuras y paisajes de colores brillantes de Macca se han expuesto en espacios de renombre como la Walker Art Gallery en Liverpool, la ciudad natal de ambos.
La obra igualmente colorida de Ringo es menos conocida, aunque ha expuesto en la galería Pop International Galleries en el SoHo de Nueva York.
“El placer reside en levantar el trasero del sofá y caminar hasta acá para hacerlo. Algunos días lo hago, y otras semanas no”, comenta sobre su pintura y grabado. Su voz resulta reconfortantemente familiar, un marcado acento de Liverpool con inflexiones transatlánticas.
“Simplemente me siento frente al lienzo y empiezo…y de repente te das cuenta de que llevas dos horas ahí. Siempre me sorprende. ¿Qué, ya son las cuatro de la tarde? Me encanta. Y luego puedo tomarme una taza de té con Bárbara o darle una galleta al perro. Es genial”.
De las partituras a los lienzos
Tuvo una exposición en Las Vegas este año. Exhibió su obra en la Animazing Gallery, en el Grand Canal Shoppes, una recreación de Venecia, muy propia de Las Vegas, que también funciona como un lujoso centro comercial.
La exposición coincidió con la visita de Ringo al complejo turístico del desierto para ofrecer seis conciertos con su All Starr Band en el hotel y casino Venetian en septiembre.
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¡Generamos miles de millones de reproducciones en stream al año!"
Las paredes de la galería estaban decoradas con láminas al estilo Warhol, que mostraba a un Ringo más joven con una bandana en la cabeza y representaciones surrealistas de arte pop de los cuatro Beatles como figuras de madera.
Rostros caricaturescos con ojos gigantes y grandes sonrisas asoman de los marcos. “No puedo pintarte para que te veas como eres”, dice. “No tengo esa habilidad”.
Las obras expuestas están a la venta. Las litografías tienen un costo entre 2 mil y 10 mil dólares. Las pinturas originales oscilan entre 50 mil y 200 mil dólares.
Los ingresos se destinarán a la Fundación Lotus, la organización benéfica que Ringo fundó con su esposa, cuyos objetivos incluyen ayudar a personas con problemas de adicción. (Tanto él como Bach lograron la sobriedad tras un programa de rehabilitación en 1988).
De los cuatro Beatles, Ringo tuvo la infancia más dura. Cuando, ya adulto, trazó su genealogía, le costó mucho encontrar a sus antepasados más allá de dos generaciones. “Uno piensa que habrá un par de príncipes o princesas, o una reina egipcia, pero no: no teníamos nada. Solo muchos soldados y vagabundos”.
El arte apenas tuvo cabida en su infancia. “Vivíamos en una casa muy pequeña y estrecha”, dice. “Como mi padre se fue cuando tenía tres años, pasamos a ser de clase trabajadora baja. Mi madre tuvo que trabajar sin descanso, día y noche, para pagar el alquiler y darnos de comer. Y mis abuelos la ayudaban. Me criaron los tres: mi madre, mi abuela y mi abuelo”.
Un muro alto y un bloque de viviendas enfrente bloqueaban la luz del sol. “Siempre quise vivir en un lugar luminoso”, dice Ringo con énfasis. “En cuanto pude ganar el dinero suficiente, me mudé”.
Su interés por el arte surgió entre los veintitantos y los treintaitantos años durante sus estadías en Ámsterdam. “Ahí fue cuando realmente empezó a calar hondo. La marihuana tuvo algo que ver. Preparabas un canuto, ibas a la galería de arte y…”, hace la imitación de estar en un estado de euforia. “Pero ya no consumo”.
Rembrandt es su pintor favorito. “Mucho gris, porque así es Ámsterdam. Puedes pasarte una semana entera mirando La ronda de noche”, dice sobre la colosal obra maestra de Rembrandt, que se exhibe en el Rijksmuseum.
Uno de sus primeros cuadros fue un gran lienzo de “un árbol un tanto peculiar”. Lo pintó a pinceladas después de mudarse a Mónaco en 1975. Allí no le esperaba el gris, solo el sol mediterráneo y el mar azul brillante, el reflejo europeo de su vida en California.
“Dondequiera que voy, me encanta el océano”, dice. “¿Qué tan importante eres? Mira el océano”.
El arte de la música
Los Beatles tenían muchos vínculos con las artes visuales, incluyendo la formación artística de John Lennon y la carrera de Yoko Ono como artista conceptual. Con el diseño de Peter Blake para Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, crearon un ejemplo icónico de la portada del álbum como obra de arte.
“Es casi tan famosa como Abbey Road”, dice Ringo. “Me encanta la historia de Abbey Road porque estábamos todos sentados en círculo hablando de que teníamos este álbum, que íbamos a la India a grabarlo, que íbamos al Everest, que íbamos a las Pirámides, o simplemente que cruzáramos la calle. ¡Y eso fue justo lo que hicimos! Muchas veces los Beatles nos sentábamos a hablar de cosas grandiosas, pero bueno, mejor crucemos el paso de cebra. Y funcionó realmente bien”.
Y sigue funcionando de maravilla. Los Beatles tienen una década de 2020 muy productiva, incluyendo la serie de televisión Get Back y el relanzamiento del sencillo Now and Then el año pasado. La antología de los Beatles (no el libro, sino la serie documental que la acompaña, que se estrenó en 1995) regresa en noviembre en una versión remasterizada, con un nuevo episodio.
“Cada generación, si le gusta la música, nos escucha”, dice Ringo. “Y, ¿sabes?, seguimos vendiendo discos. ¡Generamos miles de millones de reproducciones en stream al año! Es increíble. Sé la razón. La música, las canciones y la actitud eran geniales. Paul y yo seguimos haciendo lo que hacíamos entonces. Estamos de gira, estamos grabando discos”.
Hablamos durante un descanso de dos días en su gira actual. Habla con entusiasmo intacto sobre la formación actual de la All Starr Band y sobre el público, que está “en pie, pasándolo en grande”. Pronuncia la palabra “tiempo” con una pausa, como si la alargara al máximo. “Oye, amigo, ha sido genial”, dice Ringo cuando mi tiempo en su compañía llega a su fin. “Amor y paz”.
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