¿Cuál es el futuro de China? ¿Se convertirá en una economía de altos ingresos y, por tanto, inevitablemente, en la más grande del mundo durante un periodo prolongado, o quedará atrapada en la trampa de los “medianos ingresos”, con un crecimiento comparable al de Estados Unidos? Ésta es una cuestión vital para la economía y la política global.
Las implicaciones se pueden ver de una manera bastante sencilla. De acuerdo con el FMI, el producto interno bruto (PIB) per cápita de China (medido en poder adquisitivo) fue 28 por ciento de los niveles de EU en 2022. Esto es casi la mitad del PIB per cápita relativo de Polonia. También ubica el indicador de China en el lugar 76 del mundo, entre Antigua y Barbuda, por encima, y Tailandia, por debajo; sin embargo, a pesar de su relativa pobreza, el crecimiento de China (medido de esta manera) es el más grande del mundo. Ahora supongamos que su PIB relativo per cápita se duplicara para igualar al de Polonia, entonces su PIB sería más del doble que el de Estados Unidos y mayor que el de EU y la Unión Europea juntos.
El tamaño importa. Seguro China seguirá siendo un país muy poblado durante mucho tiempo. Según la ONU, en el país todavía habrá mil 300 millones de habitantes.
La pregunta sobre el futuro de China en el mundo puede reformularse de la siguiente manera: ¿puede alcanzar el mismo nivel de prosperidad en relación con EU que ya tiene Polonia? Eso sería duplicar una vez más su PIB per cápita relativo. ¿Esto será tan difícil? Antes de llegar a la conclusión de que lo será, vale la pena señalar que el PIB per cápita de China, respecto a Estados Unidos, pasó de 2 a 28 por ciento de los niveles estadunidenses en 42 años, de 1980 a 2022. Esto es poco menos de cuatro veces que se duplicó. ¿Es inconcebible otra duplicación en, digamos, 20 años?
Una comparación, puede ayudar a responder esta pregunta. Un país que ha estado cerca de igualar el desempeño de China en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial es Corea del Sur. A principios de la década de 1960, su PIB per cápita era de 9 por ciento de los niveles de EU. A China le tomó un cuarto de siglo desde 1980 llegar a este punto. Corea alcanzó 28 por ciento de los niveles de Estados Unidos, donde está ahora China, en 1988. Alcanzó 57 por ciento, donde se encuentra ahora Polonia, en 2007. Ahora llegó a 70 por ciento. Si China igualara esto, alcanzaría el nivel relativo de Polonia en 2022 para la década de 2040 y 70 por ciento de los niveles de Estados Unidos para la década de 2050.
Antes de rechazar esta comparación, es necesario evitar algunos errores. En este momento se le presta una enorme atención a la desaceleración de China, su excesiva dependencia de la inversión inmobiliaria y su fragilidad financiera. Es comprensible, pero también puede ser exagerado. Corea del Sur se vio afectada por varias crisis importantes, en particular de deuda en 1982 y los problemas financieros asiáticos de 1997. Sin embargo, en respuesta, Corea hizo ajustes y siguió adelante. No experimentó un estancamiento relativo prolongado, como ocurrió con Japón después de 1990. Por el contrario, Corea, cuyo PIB per cápita era un tercio del de Japón en la década de 1950, es ahora un país más rico que su antiguo amo imperial. A Taiwán, por cierto, le ha ido incluso mejor que a Corea del Sur. No es de extrañar que tantos taiwaneses deseen seguir siendo independientes.
Es cierto que se puede presentar una larga lista de razones por las que China debe haber llegado al final del camino en su asombrosamente rápido proceso de alcanzar a las economías en la frontera tecnológica. Entre ellas se encuentran el envejecimiento de la población, los desequilibrios estructurales, la fragilidad financiera, un entorno global deteriorado y el gobierno arbitrario y opresivo de la actualidad.
El problema económico más difícil de resolver es la excesiva dependencia de la inversión impulsada por el crédito, y no por el consumo, como fuente de demanda, y la excesiva dependencia paralela de la acumulación de capital, y no de la innovación, como fuente de aumento de la oferta. Así, de 2009 a 2022 (ambos incluidos), la contribución de los aumentos en la “productividad total de los factores” (una medida de la eficiencia en el uso de recursos) promedió alrededor de 0.5 puntos porcentuales al año, muy por debajo de los dos puntos porcentuales al año que se alcanzaron entre 2000 y 2008. Esto también es demasiado lento.
También vale la pena recordar las fortalezas de este enorme país, en el que se gradúan 1.4 millones de ingenieros al año, tiene la oficina de patentes más activa del mundo, una población altamente emprendedora y está mostrando un potencial de líder mundial, por ejemplo, en vehículos eléctricos. En tecnología de la información ya parece estar muy por delante de los europeos. En resumen, ¿China en realidad puede no igualar a Polonia?
El futuro de China tiene que ver con la política. A escala interna: ¿El país tiene un liderazgo que quiere continuar con un crecimiento rápido o se inclina a la estabilidad como más deseable? ¿Está preparado para tomar las medidas necesarias no solo para aumentar la demanda ahora, sino para abordar los problemas estructurales del exceso de ahorro y de inversión, la excesiva dependencia del mercado inmobiliario y el apalancamiento excesivo? ¿Está dispuesto a volver a dar libertad a las empresas privadas o a mantenerlas bajo un control firme? ¿Podrá convencer al pueblo de que, tras los traumas del covid, puede tener confianza en el futuro? Adam Posen, del Instituto Peterson de Economía Internacional, argumenta que no pueden hacerlo. No estoy convencido. A finales de los 70 cambiaron a una escala mucho mayor. Por supuesto, el liderazgo también cambió. ¿Lo mismo ocurrirá esta vez? ¿O está fijo para los próximos años?
Igual de importante es el entorno global adverso. El acceso de China a los mercados y la tecnología mundiales se está erosionando. Incluso existe el riesgo de una guerra. Se necesitará una gran determinación para superar lo primero y sensatez para evitar lo segundo.
Entonces, sí, es posible que estemos presenciando el fin del ascenso de China, pero no es inevitable, sobre todo, lo que suceda dependerá más de las decisiones chinas que de los deseos occidentales.
