Cuando se piensa en los mayores problemas que enfrenta Estados Unidos en la actualidad, es probable que se piense en la competencia geoestratégica con China, el poder disruptivo de la inteligencia artificial (IA), el cambio climático o la polarización política, pero para la comentarista estadunidense Helen Andrews, el verdadero problema son las mujeres. En un discurso difundido hace unas semanas en la conferencia National Conservatism en Washington, argumentó que la “gran feminización” de lugares de trabajo, universidades, tribunales y otras instituciones cívicas desde la década de 1970 es la raíz de todo, desde la desaparición de la libertad de expresión hasta el declive competitivo.
Como ella lo pone, “todo lo que se considera como progre” se trata en realidad del éxodo de las mujeres del hogar a la vida pública. El diccionario Webster define progre como “estar al tanto y prestar atención activamente a hechos y problemas sociales importantes (sobre todo cuestiones de justicia racial y social)”. Es decir, esto no se trata de género en sí mismo. Sin embargo, en el argumento de Andrews, que se está convirtiendo en una postura conservadora común, lo progre liberal es el desafortunado efecto secundario de la preocupación femenina por los sentimientos de las personas.
Las mujeres ahora tienen una mayor representación en la educación universitaria, así como en las facultades de derecho y medicina en EU. Constituimos más de la mitad de los puestos administrativos, directivos y profesionales y ostentamos más poder político que nunca, representando 28 por ciento del Congreso. Las mujeres estamos a tan solo un juez de alcanzar la mayoría en la Suprema Corte. Ahora que tenemos tanto poder, argumenta Andrews, nuestro compromiso femenino con la “empatía por encima de la racionalidad, la seguridad por encima del riesgo y la cohesión por encima de la competencia” interfiere con el debido proceso, la libre circulación de ideas y con la correcta vigilancia de las fronteras (en apariencia, las mujeres están más abiertas que los hombres a permitir que los indocumentados accedan a la ciudadanía).
Por supuesto, se pueden interpretar estas afirmaciones desde una perspectiva diferente. Una mayor apertura a la migración puede significar que las mujeres tienen una mayor predisposición al crecimiento económico que los hombres, dadas las históricas contribuciones de la inmigración al PIB de EU. El hecho de que las mujeres representen un porcentaje tan elevado de la fuerza laboral, a la vez que realizan más tareas en el hogar y la comunidad, puede significar que son más productivas que los hombres. Por desgracia, Andrews lo interpreta como un indicador de que las políticas de diversidad, equidad e inclusión crearon una fuerza laboral de segunda clase.
No tengo espacio en esta columna para refutar todos sus argumentos (aunque cualquiera que piense que las mujeres se sienten más cómodas con el conflicto encubierto que con el abierto, o que tienen problemas para expresar su enojo, debe hablar con mi esposo). Creo que vale la pena señalar que pasa por alto la pieza fundamental del rompecabezas: el mundo necesita más de lo que las mujeres suelen aportar, y por eso están triunfando en el mercado laboral, en el de ideas y en el político.
Comencemos con el tema de la empatía frente a la racionalidad. Cualquiera cuya principal habilidad se base en recopilar datos y aplicar la lógica probablemente será reemplazado en el mercado laboral por una máquina en un futuro próximo. La IA reconoce patrones y procesa datos fríos mejor que cualquier ser humano. Si bien aún existe una gran demanda de habilidades tecnológicas en el lugar de trabajo, un informe de McKinsey concluye que la necesidad de habilidades sociales y emocionales aumentará 11 por ciento en Europa y 14 por ciento en EU para 2030, dado el tipo de empleos que se están digitalizando.
En un estudio de Harvard se muestra que los empleos con alta interacción social crecieron 12 puntos porcentuales entre 1980 y 2012 como porcentaje de la fuerza laboral estadunidense, mientras que los de alto contenido matemático y menor interacción social (incluidas muchas ocupaciones de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) disminuyeron 3.3 puntos porcentuales. La economía del cuidado va a requerir de empatía, pero lo mismo ocurre con la creatividad y el liderazgo.
¿Y qué hay del tema de la seguridad frente al riesgo? Si bien existe un amplio conjunto de investigaciones que demuestran que las mujeres son más adversas al riesgo que los hombres, depende del tema en cuestión y de cómo se formule la pregunta. Pero si se parte de la base de que lo son, como hacen muchas empresas, esto también abre una oportunidad. Por ejemplo, contar con más mujeres en los consejos de administración suele reducir la mala conducta financiera. Además, como operadores bursátiles, la tendencia masculina de ser más activos suele traducirse en mayores ganancias, pero también en pérdidas más grandes. Por otro lado, hay estudios que demuestran que las mujeres obtienen mejores resultados a largo plazo al evitar las fluctuaciones extremas.
La cuestión aquí no es tratar de determinar qué género es “mejor” o “peor” en algo (un tema de debate que ya se ha tocado hasta el cansancio). Se trata de señalar lo obvio: que necesitamos equilibrio y diversidad en todos los ámbitos. Esto es cierto en lo que respecta a la necesidad de cooperación y trabajo en equipo en una era cada vez más volátil. En el ámbito geopolítico, no hace falta mencionar los problemas que el mundo atraviesa, con el ascenso de políticos autocráticos que ven la geoestrategia como una competencia de suma cero.
Los mayores retos políticos y económicos de los próximos años van a exigir una mayor cooperación entre países y empresas, no una menor. Me refiero al cambio climático, la fragmentación geopolítica, la reorganización de las cadenas de suministro, el aprovechamiento del potencial de la IA sin destruir el planeta ni los mercados laborales, entre otros. Las soluciones a estos problemas no tienen género. Ojalá los conservadores estadunidenses dejen de temer la “feminización” y empiecen a ofrecer respuestas reales a los grandes problemas.