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Los aranceles de México a China muestran el ascenso del modelo comercial de Trump

Ese tipo de medidas no serían necesarias “si Pekín tuviera una economía normal y equilibrada”, dice asesor de Trump; persigue “mercantilismo clásico”, indica

La decisión que tomó México la semana pasada de imponer aranceles de hasta 50 por ciento a una amplia gama de importaciones chinas y de otros países asiáticos es más que una simple disputa vecinal. Es un hito importante en la revolución de comercio del presidente Donald Trump y en el propio sistema de comercio internacional de la posguerra.

Ahora, uno de los socios comerciales más cercanos de Estados Unidos alinea abiertamente su muro arancelario para bloquear la maquinaria exportadora depredadora de Pekín. El Senado mexicano aprobó nuevos gravámenes para más de mil 400 productos, desde automóviles y acero hasta plásticos y textiles, con la mira puesta en países como China que no cuentan con acuerdos comerciales con México.

El mensaje desde Ciudad de México es inequívoco: si se desea acceso preferencial a la región EU-México-Canadá, no se puede ser una puerta de entrada al frente, ni en la parte trasera, para el dumping chino.

Esto es justo lo que Trump y su equipo comercial —el representante comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer; el secretario de Comercio, Howard Lutnick; el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y yo— presionamos a nuestros aliados que hagan.

Los aranceles de Trump ya levantaron un muro sobre grandes porciones del mercado estadunidense del exceso de capacidad subsidiada por el Estado chino. A medida que se reducen esos flujos, Pekín ha tratado de canalizar el excedente hacia terceros mercados, desde Europa y África hasta Brasil y México, país que ahora dice: “aquí, no”. Se puede esperar que Europa avance en la misma dirección.

Bruselas ya acumuló gravámenes compensatorios sobre su arancel base para automóviles para frenar la avalancha de vehículos eléctricos chinos subsidiados y prepara nuevas medidas para los sectores expuestos a aumentos repentinos provocados por el exceso de capacidad. Esto incluye trabajar en un instrumento que sustituya al régimen de salvaguardia del acero de la Unión Europea y un grupo de trabajo de vigilancia de las importaciones para rastrear posibles desvíos comerciales.

A medida que los productos chinos se ven excluidos de Estados Unidos y enfrentan una creciente resistencia en México, Europa se convierte en el siguiente gran objetivo de Pekín. Los responsables de formulación de políticas en Bruselas pueden adelantarse a esa ola con duras medidas fronterizas o ver cómo se hunde su base industrial.

Nada de esto sería necesario si China tuviera una economía normal y equilibrada. En cambio, durante décadas, el Partido Comunista Chino ha buscado el mercantilismo clásico: mantener baja la participación de los hogares en la renta nacional, mantener la red de seguridad relativamente precaria y —a pesar de las promesas periódicas de reequilibrarla hacia el consumo— dejar a las familias con suficiente riesgo como para que ahorren como postura defensiva en lugar de gastar, de modo que las fábricas estatales puedan tener un exceso de producción y vender el excedente al exterior.

El resultado es un gigantesco superávit comercial y un “shock de China 2.0” que se extiende por los vehículos eléctricos, la tecnología verde y los materiales básicos.

La mejor manera de que Pekín puede escapar de este vicio arancelario no es seguir exportando de un país a otro evitando un muro arancelario global cada vez más fortificado, sino actuar finalmente como una auténtica república popular: desarrollar sistemas de salud, pensiones y desempleo para que las clases media y trabajadora de China no tengan que acumular dinero para enfermedades y la vejez.

Una red de seguridad más sólida reducirá la altísima tasa de ahorro de China, impulsará el consumo interno y desviaría el crecimiento de las exportaciones forzadas. Esto beneficiará a los trabajadores chinos y aliviará la presión sobre los países de todo el mundo para seguir elevando los aranceles solo para sobrevivir al dumping y la depredación de China.

En términos generales, la medida de México demuestra que la estrategia arancelaria de Trump ya no es una excepción estadunidense, sino el modelo global para un orden comercial más estricto y justo. Trump lidera una reforma integral de un sistema fallido que durante décadas convirtió el comercio en un juego de suma cero, en el que China ganaba fábricas, empleos y riqueza, mientras que el resto del mundo absorbía las pérdidas.

Cuanto antes sigan nuestros aliados el ejemplo de México, antes podremos volver a convertir el comercio en una auténtica situación en la que todos ganen: cadenas de suministro seguras, salarios en aumento y una prosperidad compartida basada en la producción y no en la depredación.

El autor es asesor principal del presidente Trump para comercio y fabricación



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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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