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Bloomberg vuelve al negocio

Después de dirigir Nueva York durante una década, el último empleo de Michael Bloomberg consiste en arreglar la compañía que inició hace 30 años

La fiesta para celebrar el 85 aniver­sario de la revista Bloomberg Businessweek se llevó a cabo bajo un modelo de fibra de vidrio de 9 mil 500 kilogramos de una ballena azul en el Museo Americano de Historia Natural. Entre los asistentes se encon­traban de los monstruos más grandes de la política, finanzas y entretenimiento de EU. Los multimillonarios de capital privado Henry Kravis y Steve Schwarzman estaban presentes, junto con Henry Kissinger, George Lucas y Lady Gaga. Sin embargo, pocos eran más grandes que el anfitrión: Michael Bloomberg, el dueño de la revista y exalcalde de Nueva York.

Desde su primera elección a finales de 2001 hasta su último mandato en diciembre de 2013, el político millonario cobró gran importancia en el paisaje de Nueva York. Ayudó a reanimar la ciudad después de los ataques del 11 de sep­tiembre, supervisó una fuerte caída en el registro de crímenes y aprobó una histórica prohibición de fumar. Presionó para mejorar la salud pública, intentó -y fracasó- limitar el consumo de refrescos.

Cuando salió del gobierno, Bloomberg, ahora de 73 años, parecía contento con sus actividades de filantropía de tiempo completo. Pero a medida que pasaron los meses, quedó claro que tenía asuntos pendientes en la compañía que cofundó en octubre de 1981.

Bloomberg es una compañía de propiedad privada; el hombre cuyo nombre se encuentra en la puerta es propietario de cerca de 90%. Se creó para ofrecer datos de mercados a los clientes en las instituciones financieras, quienes pagan grandes cantidades (hasta 24 mil dólares al año), por las distintivas terminales de Bloomberg. En 1990, la parte editorial del negocio, que ahora emplea a más de 2 mil 400 personas, se creó para darle a los suscriptores de las termi­nales las noticias del día.

Históricamente, la terminal fue el foco prin­cipal de la compañía. Pero ese enfoque cambió mientras Bloomberg cumplía con sus tres mandatos como alcalde. En su ausencia, surgieron los feudos, y algunos de los altos directivos no se hablaban entre sí de acuerdo con un empleado. Las tensiones entre las dos partes del negocio empeoraron por un par de crisis de alto perfil: en 2012, Bloomberg informó sobre la amenaza de las ventas en China de las terminales: al año siguiente, se descubrió que los periodistas de Bloomberg utilizaron su acceso a las terminales para espiar a los banqueros.

Michael Bloomberg hizo su primera fortuna como un operador de valores y socio de Salomon Brothers, tuvo una ganancia inesperada de 10 millones de dólares cuando vendieron la firma en 1981. Inmediatamente puso a trabajar parte de sus ganancias en una nueva empresa, “una compañía que ayude a las organizaciones finan­cieras”, escribió en su autobiografía de 1987, Bloomberg by Bloomberg. La idea, explicó era cotejar datos de mercado y ofrecer software com­putacional “que pueda permitir a los matemáticos hacer análisis sobre esa información”. Este servicio se ofreció envuelto en una caja con una pantalla: la terminal Bloomberg.

En la actualidad, la compañía representa 32% del mercado global de datos financieros e infor­mación. Pero sus mayores clientes -los principales bancos de inversión de Wall Street- están lidiando con los requerimientos regulatorios más duros que se introdujeron a partir de la crisis financiera de 2008 y que se comieron sus utilidades.

El camino hacia el crecimiento internacional no siempre fue fácil, China en particular está llena de problemas. Las ventas de las terminales Bloomberg recibieron un golpe hace tres años, después de que Bloomberg News inició una investigación sobre la riqueza de la familia de Xi Jinping, ahora presidente del país.

Las tensiones entre la división editorial y la de terminales de Bloomberg surgieron de nuevo en 2013. Goldman Sachs encontró evidencia de que los periodistas de Bloomberg News utilizaron su acceso a las terminales de la compañía para espiar a los banqueros. Bloomberg se disculpó y revisó sus prácticas, pero el daño estaba hecho: un consorcio de bancos, liderados por Goldman y en el que se encuentra Morgan Stanley, invirtió en una nueva plataforma de mensajes, Symphony, que se lanzó recientemente, y se presentó como el “WhatsApp” para los negocios.

Tal vez no sorprende que el semi-retiro con el que jugó no duró mucho. Se dio cuenta de que tenía que renfocar a su compañía en torno a su producto central -la terminal- y, como parte de eso necesitaba replantear la división de noticias. Ferozmente leal a sus altos lugartenientes, nunca criticó públicamente a Matt Winkler, pero en cuestión de días después de la fiesta de Busines­sweek, reemplazó al que fue su mano derecha durante 25 años con el editor de The Economist, John Micklethwait.

En 2013, la compañía contrató a Justin Smith para manejar Bloomberg Media, la unidad responsable de Bloomberg Businessweek y de Bloomberg TV y radio. Con Smith a cargo, Bloomberg Media tuvo un estilo más alegre, y más amigable que la prosa seria de Winkler de noticias escritas para terminales. Pero tam­bién era una entidad semiautónoma, manejada paralelamente a la operación de noticias de Bloomberg. De acuerdo con personas dentro de la compañía, la llegada de Micklethwait desencadenó una lucha de poder.

Quedó claro a quién apoyaba Bloomberg: Micklethwait. En un largo memorando a los empleados el editor en jefe destacó algunos cambios que realizó, como terminar con el “anacronismo de dos redacciones separadas”. Quería que Bloomberg fuera “fiel a su propó­sito”, que era ser el “cronista del capitalismo”.

“Con (Donald) Trump convirtiéndose en un candidato muy serio, es tiempo para que el próximo candidato multimillonario, Mike Bloomberg, entre al ruedo”, tuiteó Rupert Mur­doch este mes. “El mejor alcalde”.

Bloomberg, fuera de la mirada política, claramente disfruta regresar a su propio reino. Al ver el tuit de Murdoch una fuente dijo a FT que la respuesta del ex alcalde fue:”De ninguna jodida manera”.


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