Internacional

Marco Rubio, de enemigo acérrimo a mano derecha de Trump

El secretario de Estado es un acérrimo enemigo de los gobiernos comunistas y tiene en la mira a Venezuela, Cuba y Nicaragua, mientras su influencia crece en Washington convirtiéndolo en un “finalista” rumbo a las elecciones presidenciales de 2028.

Sentado siempre como mano derecha de Donald Trump en las reuniones del gabinete, el secretario de Estado, Marco Rubio, se ha convertido en una de las figuras más cercanas y esenciales en el segundo mandato del republicano, pese a la intensa rivalidad que ambos protagonizaron en las elecciones presidenciales de 2016.

Si el abogado Michael Cohen era el fixer de Trump en las batallas en la Gran Manzana, un cerebro que se mueve en las sombras para garantizar que todo funcione sin problemas, Rubio lo es ahora en la escena geopolítica global, en especial con sus duros posicionamientos contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.

“Nicolás Maduro es el líder de la organización narcoterrorista Cártel de Los Soles, designada como tal, y es responsable del tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa”, dijo Rubio en julio pasado.
"Maduro, actualmente acusado por nuestra nación, ha corrompido las instituciones venezolanas para facilitar el esquema criminal de narcotráfico del cártel hacia Estados Unidos", arremete el secretario de Estado contra el líder chavista.

En el marco de su viaje a Ecuador y México, el jefe de la diplomacia estadunidense fue el primero en confirmar el ataque a una lancha que zarpó desde Venezuela, señalando que llevaba drogas, con un saldo de 11 muertos.

“Estaba siendo operado por una organización designada como narco-terrorista”, sostuvo en un mensaje de la plataforma X.

“Trabajar con los mexicanos”

Con México, Rubio mantiene una relación más matizada. Ha criticado a gobiernos pasados que, en su opinión, no han colaborado lo suficiente en la lucha contra el narcotráfico o que han sido ambiguos o amistosos frente a Venezuela o Cuba, pero no ha estado totalmente alineado con las posturas más radicales de los políticos estadunidenses, incluida la designación de los cárteles como grupos terroristas.

“Es probable que (la designación) sea una herramienta imperfecta… porque se trata de empresas criminales sofisticadas”, señaló en enero pasado durante su comparecencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

“Mi preferencia sería que, desde la perspectiva del Departamento de Estado, podamos trabajar con los mexicanos en este tema de manera cooperativa, porque está afectando a su nación tanto como a la nuestra. Estos grupos sofisticados, estas organizaciones criminales, no solo amenazan a Estados Unidos…. Están aterrorizando y, en alguna medida, socavando al gobierno mexicano y la soberanía mexicana y la salud y el bienestar del pueblo mexicano”.

Su posición fue rebasada en febrero, cuando el presidente Trump nombró a 6 cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras, incluido los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Rubio, al alza

Marco Rubio junto a Donald Trump en reunión de gabinete. | AFP
Marco Rubio junto a Donald Trump en reunión de gabinete. | AFP

Pero a pesar de las diferencias con su jefe, Rubio ha logrado convertirse en una figura imprescindible en el gabinete republicano y su eficacia lo ha colocado en la lista corta de potenciales sucesores de Trump hacia las elecciones presidenciales de 2028, junto al heredero natural, el vicepresidente JD Vance.

Apenas la semana pasada, durante la maratónica reunión de 3 horas del gabinete presidencial en vísperas del Día del Trabajo, Rubio hizo un comentario que detonó las sonrisas de Trump, de Vance y de los demás secretarios. 

“Este es el Día del Trabajo más significativo de mi vida como alguien que tiene cuatro trabajos”

No es broma. Además de su trabajo a tiempo completo como jefe de la diplomacia estadunidense, Rubio también es asesor interino de seguridad nacional, administrador interino de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) y archivista interino de la Administración Nacional de Archivos y Registros.

La cercanía de Rubio como confidente y eficaz colaborador del Trump contrasta con la ríspida relación que ambos vivieron en la recta final hacia las elecciones presidenciales de 2016, cuando ambos compitieron por la nominación presidencial republicana.

A lo largo de la campaña, Trump bautizó a su entonces rival como “Litle Marco”, lo criticó por su hábito de tomar agua en el templete, por sudar durante los debates. En respuesta, Rubio ridiculizó a Trump por sus faltas de ortografía en sus mensajes en la difunta plataforma Twitter, entre otros ataques.

Rubio se vengó de las humillaciones con un comentario de doble sentido sobre el tamaño de las manos de Trump. "Es más alto que yo, mide 1.88 metros", por eso no entiendo por qué tiene las manos del tamaño de alguien de 1.57 metros. ¿Le han visto las manos? Y ya saben lo que dicen de los hombres con manos pequeñas...", se burló Rubio. "No se puede confiar en ellos".

Trump reaccionó: “Tengo que decir esto: me atacó por las manos. Nadie me había atacado por las manos nunca. Nunca había oído hablar de esto. Mira esas manos. ¿Son pequeñas? Y se refería a mis manos: si son pequeñas, algo más debe ser pequeño —dijo—. Les garantizo que no hay problema. Se los garantizo”.

Identidad política

Ex senador republicano por Florida, Marco Rubio ha construido buena parte de su identidad política sobre su interés en la región latinoamericana. Hijo de cubanos exiliados, hizo del trauma anticastrista y anticomunista una identidad política. Se opone firmemente a cualquier flexibilización del embargo y defiende sanciones más duras contra el régimen de La Habana.

Aunque es un abierto crítico de los gobiernos de Rusia y China, su brújula apunta mayormente hacia América Latina. Más allá de Cuba, ha promovido una línea dura hacia gobiernos que califica de “autoritarios” o “populistas de izquierda”, como Venezuela y Nicaragua. Ha impulsado sanciones financieras, restricciones diplomáticas y el apoyo abierto a la oposición en esos países.

Su visión conecta seguridad nacional con política exterior, argumentando que la inestabilidad en América Latina repercute directamente en Estados Unidos —tanto en materia migratoria como de narcotráfico y seguridad hemisférica.

El anticomunismo no es para Rubio solo una posición ideológica: es el eje de su identidad política. Desde su historia familiar hasta su retórica en el Senado, presenta la lucha contra el comunismo como una batalla moral y existencial. Para él, regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua son expresiones actuales de la amenaza comunista.

La paradoja es que quien comenzó enfrentado a Donald Trump terminó convirtiéndose en uno de sus hombres de confianza en política latinoamericana.

Rubio supo leer la marea y alinearse. Fue clave en convencer a Trump de endurecer la línea contra Cuba y quien moldeó buena parte de la estrategia hacia Venezuela.

Con Trump, encontró un aliado útil: el ex presidente necesitaba un puente con el electorado hispano conservador de Florida, y Rubio se ofreció como garante.

Marco Rubio es sobre todo un político pragmático. Su anticomunismo le da identidad, su cercanía a Trump le da poder, y la suma de ambos factores le ha permitido consolidarse como una voz influyente en la política exterior de Washington. Es constructor de consensos, pero sobre todo es un operador de trincheras: siempre en guardia, siempre en campaña.

SNGZ

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.