Con su misil balístico intercontinental (ICBM), Corea del Norte apuesta a posicionarse de cara a eventuales negociaciones con Estados Unidos, según analistas, aunque a la vez aleja la posibilidad de un diálogo.
El misil lanzado el 4 de julio, el Día de la Independencia de EU, es capaz de impactar en Alaska o incluso más allá, según expertos. Pone al alcance de Pyongyang el tan acariciado sueño de desarrollar un misil capaz de transportar una cabeza nuclear hasta territorio continental de EU y plantea un serio desafío al presidente Donald Trump.
“Todo parece indicar que Corea del Norte está buscando subir la apuesta diplomática lo más posible y asegurarse una posición favorable en sus relaciones con el resto del mundo, incluyendo Estados Unidos y Corea del Sur”, estimó Kim Yong-Hyun, profesor de estudios norcoreanos de la Universidad Dongguk de Seúl.
La península coreana está dividida desde la guerra de Corea, que terminó en 1953 con un armisticio y no un acuerdo de paz. Norcorea asegura que necesita armas nucleares para defenderse de la amenaza de una invasión.
Su programa nuclear y de misiles, insiste, jamás será negociable, a menos que Washington abandone lo que Pyongyang llama la “política hostil” estadunidense.
El momento elegido para la prueba se da tras la primera cumbre entre Trump y el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-In, y previo a la cumbre del Grupo de los 20 (G20). Moon ha ofrecido dialogar con su par norcoreano Kim Jong-un, lo que Trump respaldó. Pero el lanzamiento del misil fue “claramente un portazo a Moon”, opinó el profesor Kim, si bien un número creciente de analistas estiman que tarde o temprano EU tendrá que negociar con Corea del Norte. Por décadas, la dinastía comunista de los Kim buscó obtener concesiones de sus rivales con una mezcla de provocación y gestos ocasionales pacíficos —a veces con éxito— antes de que el proceso vuelva a desmoronarse.
Según el analista coreano Cho Han-Bum, del Korean Institute for National Unification, el lanzamiento del 4 de julio fue otra “movida altamente calculada y calibrada de estrategia del precipicio”, que consiste en llevar casi hasta las últimas consecuencias una acción peligrosa para hacer retroceder al adversario y alcanzar un resultado lo más ventajoso posible para sí mismo. Otra “línea roja” que Pyongyang ha evitado cruzar hasta el momento es un sexto ensayo nuclear.
Mientras, EU puede verse obligado a tener que conformarse con seguir llamando al aliado de Corea del Norte, China, a hacer más para contener a su vecino. En un tuit, Trump invitó a Pekín a ponerle un tope a Corea del Norte “y terminar este sinsentido de una vez por todas”. Pekín insiste en que ha hecho “denodados esfuerzos” al respecto y considera que lo peor sería un colapso del régimen de Pyongyang capaz de causar un flujo masivo de refugiados, o peor: el despliegue de tropas de EU en su frontera con una Corea unificada.
John Nilsson-Wright, investigador en Londres del Chatham House, dijo en un ensayo publicado por la BBC que Norcorea puede seguir jugando con el tiempo “y a la vez seguir capitalizando las divisiones dentro de la comunidad internacional”.