La elección del teniente general Michael T. Flynn como asesor de seguridad nacional de Donald Trump indica cuál será el rumbo en materia de política exterior y de defensa del nuevo mandatario estadunidense que podría llevarlo muy cerca de Moscú.
El condecorado Flynn se desempeñó como director de la inteligencia militar estadunidense (DIA) durante el gobierno de Barack Obama hasta que fue obligado a renunciar tras publicar un lapidario informe que responsabilizaba a la candidata presidencial demócrata perdedora (y ex secretaria de Estado), Hillary Clinton, y a los generales David Petraeus y John Allen, por el apoyo al yihadismo que desembocó en la creación del extremista Estado Islámico (EI).
En 2012 la DIA, bajo el mando de Flynn, publicó un informe señalando que la política de cambio de régimen en Siria de la administración Obama provocaría el surgimiento de un califato islámico. No se equivocó, pero fue obligado a renunciar porque sus opiniones “no coincidían con la narrativa de la administración”.
Esa “narrativa” consistió en apoyar a los Hermanos Musulmanes en Egipto, derrocar a Muamar Gadafi en Libia y el apoyo a los rebeldes que pretenden desalojar del poder al presidente sirio, Bashar Asad.
Para Flynn, esa política “aventurera” desembocó en el apoyo abierto del general David Petraeus a la rama siria de Al-Qaeda. El informe de Flynn fue explícito respecto a la responsabilidad de EU y sus aliados sauditas, cataríes y de los Emiratos del Golfo en la creación del EI.
Flynn afirma que fue “un error estratégico invadir Irak”. Y agrega: “Primero fuimos a Afganistán, después fuimos a Irak. En lugar de preguntarnos por qué surgió el terrorismo, nos dedicamos a buscar locaciones. No podemos repetir estos errores”.
Pero quizá la mayor polémica del general Flynn es su aparente cercanía con el mandatario ruso, Vladímir Putin.
El año pasado el general viajó a Moscú, donde fue fotografiado sentado al lado de Putin en una cena de gala para el canal estatal de TV Russia Today (RT), donde aparece regularmente como analista.
Flynn no es un antiintervencionista, pero establece una relación de causalidad entre la invasión de Irak por parte de EU y la creación del EI y otras organizaciones terroristas. De hecho sus declaraciones pueden calificarse como antimusulmán al grado de ser acusado de islamofóbico por organizaciones de derechos humanos.
Flynn creció en el barrio de Queens, en Nueva York, y llegó a los más altos rangos sin el linaje de West Point, la academia donde suele formarse la élite militar.