Internacional

"Busco latas para mantenerme"; los pobres en NY sobreviven del reciclaje siendo 'canners'

Miles de personas pobres en Nueva York, entre ellos muchos migrantes mexicanos, sobreviven de la recolección de latas en la Gran Manzana, en la que reciben hasta 40 dólares diarios con tal de poder mantense y acompletar el gasto.

En las calles de Brooklyn, Laurentino Marín empuja su pesado carrito entre las coquetas casas típicas del barrio. Como cada mañana, y como miles de pobres en Nueva York, este anciano mexicano ha salido a buscar latas y botellas de plástico usadas para conseguir un puñado de dólares.

Frágil y encorvado, el hombre hace un alto ante cada escalinata de piedra, algunas decoradas para Halloween. Aparca su carrito, levanta las tapas de los contenedores y hunde sus manos protegidas por unos guantes para rebuscar en las bolsas de plástico llenas de desechos.

"Busco latitas para mantenerme", dice en español este campesino de cara arrugada procedente de Oaxaca. "No tengo ayudas, no hay trabajo, hay que luchar", dice a sus 80 años, antes de empujar su carro lleno de una masa multicolor de recipientes de refrescos y cerveza.


Laurentino no tiene patrón. Lleva su colecta a uno de los centros de reciclado de la ciudad, donde le pagan 5 centavos de dólar la lata (a un peso mexicano por cada uno).

En un día normal, puede ganar entre 30 y 40 dólares (entre 615 y 820 pesos mexicanos), que son bienvenidos para ayudar a pagar el alquiler de "mil 800 dólares" (unos 37 mil 20 pesos mexicanos) donde vive con su hija que trabaja en una lavandería.

Desde 1982, el precio por lata en el Estado de Nueva York se paga a cinco centavos ya que está regulado por la "Bottle Bill", (La ley de la botella) que se aprobó ese año para incentivar el reciclaje entre los consumidores.

"Esto ha tenido un impacto realmente positivo (...) Pero nunca imaginamos que se convertiría en fuente esencial de ingresos para tantas familias", explica Judith Enck, experta de políticas medioambientales y fundadora de un movimiento contra la contaminación, "Beyond Plastics" (Más allá de los plásticos), que trabajó por dicha ley y actualmente lo hace para que se suba el precio a 10 centavos (a dos pesos mexicanos) por lata.
En su página web, el Departamento de Protección del Medioambiente del Estado elogia también la "Bottle Bill", que solo en 2020 permitió el reciclaje de "5 mil 500 millones de recipientes de plástico, vidrio y aluminio" de los 8 mil 600 millones vendidos en todo el territorio.

En Nueva York, son unos 10 mil, según algunas estimaciones, los que se dedican a recoger latas —los canners en inglés, sin ningún tipo de protección social. Hombres y mujeres, muchos mayores, procedentes en su mayoría de América Latina o de China.

Este rostro de las desigualdades en el paraíso del capitalismo es uno de los dossieres que el candidato favorito a alcalde en las elecciones del martes, el demócrata Eric Adams, ha prometido abordar.

"Es duro. Hay gente que camina kilómetros y kilómetros", explica Josefa Marín, también mexicana. "Hay lugares que no les gusta que recojamos su recicle. Nos echan como animalitos y no entienden que uno vive de esto", dice. Algunos tildan a los canners de scavengers, de carroñeros.

"Nosotros ayudamos a mantener la ciudad limpia", dice Josefa, de 52 años. "Todo este plástico (...) terminaría en el mar", advierte esta habitual de Sure We Can, un centro de reciclaje sin fines de lucro, que sirve también de lugar de acogida.

Entre las montañas de latas y botellas clasificadas, su director, Ryan Castalia, cuenta la "diversidad" de perfiles que trabajan en el sector: desde personas sin domicilio que ganan unos dólares al día, "porque recogen lo que encuentran", a "casi pequeños emprendedores", que trabajan en equipos y son capaces de "tratar miles de latas al día". De media, un canner acogido en Sure We Can ganaba unos 18 dólares diarios (370 pesos mexicanos) antes de la pandemia.

Todos, en los meses más duros de la crisis del covid-19, en la primavera de 2020, tuvieron que parar, sobre todo porque cerraron los bares y restaurantes. "Pero los canners son sumamente resistentes", dice Ryan Castalia.

Difícil de evaluar, el fenómeno lleva años y el covid-19 ha atraído a más gente. Como Álvaro, un mexicano de 60 años.

"Trabajo en la construcción, donde se gana mucho más. Pero no hay trabajo, por lo que desde hace un año recojo latas", explica ante otro centro de reciclaje. Pero "no da mucho, hay demasiada gente en las calles". "Creemos que va a haber más canners que nunca. Es una de las repercusiones económicas de la pandemia", dice el director de Sure We Can.

dmr

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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