En Torreón, hay una casa donde el arte se cuece a mano lenta, entre risas familiares y el calor de un sueño compartido. Allí vive Maricela Rivas Jiménez, una mujer de 54 años que convirtió la suavidad del fomi en un medio para crear belleza, alegría y sustento.
Su emprendimiento, llamado “My Arts”, nació no solo del talento, sino del amor que une a su familia, que es también su equipo y su motor.

Desde hace 22 años, Maricela encontró en las manualidades una forma de expresión. “Empecé haciendo figuras planas para cumpleaños y Navidad”, recuerda. Pero todo cambió el día que su hija Brenda le pidió hacer juntas una 'fofucha', esas muñecas artesanales de origen brasileño. Fue el inicio de un aprendizaje autodidacta, con videos de Internet como escuela y el corazón como guía. “Me falta mucho por aprender”, dice, aunque su obra ya habla con la voz de quien ha creado con alma y esmero.
Paseo de las Mujeres, plataforma de impulso
“My Arts” surgió hace una década, cuando su sobrina Erika la invitó a participar en el Paseo de las Mujeres, un proyecto del Instituto Municipal de la Mujer que promueve los productos elaborados por emprendedoras. Desde entonces, cada domingo sus creaciones han llenado de color y ternura el Paseo Colón, mientras las manos de Maricela no descansan, moldeando sueños en forma de centros de mesa, cuadernos decorados, antifaces, muñecas y hasta portanotas.
Un negocio con alma familiar
El nombre “My Arts” no es casual. Es la unión de las iniciales de Maricela y su esposo Armando, porque este emprendimiento es también un acto de amor compartido. Él le ayuda a elaborar piezas, su hijo se encarga del contenido digital y su hija, además de ser la chispa inicial, sigue siendo inspiración. En cada creación, como en cada hogar, cada uno aporta su granito de arena, y juntos construyen más que adornos: construyen esperanza.
Crear como una forma de sanar
“Siempre pienso en los detalles que puedo agregar para que el trabajo quede mejor”, dice Maricela, quien encuentra en cada pieza un momento de calma, casi de meditación. “Me relaja mucho y me emociona más ver que al cliente le gusta”. Esa satisfacción, dice, es lo máximo. Tal vez por eso, sus creaciones no son simples objetos, sino pequeños regalos con alma.
Cuando un antifaz vale una sonrisa
Una vez, un niño de cinco años regresó al paseo dominical en busca de un antifaz de Flash que le habían robado. “Me dijeron que había llorado mucho”, recuerda Maricela. Cuando el niño recibió el nuevo antifaz, salió corriendo feliz, convencido de que era el verdadero Flash. “Me hizo sentir muy feliz saber que algo que hice con mis manos pudo emocionarlo tanto”.
Fomi, fe y familia: la esencia de My Arts
Así, en cada trazo, en cada corte de fomi y en cada adorno de mesa, va un pedazo de historia. My Arts no es solo un negocio; es un poema de resistencia, una muestra de ternura hecha manualidad, y un ejemplo claro de cómo, con creatividad, familia y pasión, se puede florecer en medio del desierto lagunero.
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