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Cartas con alma: una máquina de escribir se rebela contra la tecnología en Torreón

En el corazón del Mercado Juárez, Hermelinda Ávila mantiene vivo un oficio casi extinto: redactar cartas y documentos en máquina de escribir.

En pleno corazón de la Zona Centro de Torreón, Coahuila, donde confluyen aromas de enchiladas, hierbas frescas y carne de pollo, se resguarda una tradición que pareciera sacada de otra época. Entre los pasillos del Mercado Juárez —uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad— sobrevive el último escritorio público de esta urbe lagunera, un negocio en el que una máquina de escribir intenta salir con vida en medio de la guerra que le representa la era hipertecnologizada de la Inteligencia Artificial.

El lugar es atendido con esmero y vocación por Hermelinda Ávila Pérez, una mujer que ha dedicado los últimos 15 años de su vida a mantener vivo un oficio heredado de su madre.

Este escritorio público no es solo un mueble con una máquina de escribir; es un vestigio de una forma de vida, una conexión entre las palabras y quienes no siempre han podido escribirlas.

Durante buena parte del siglo XX, estos espacios fueron fundamentales en la vida cotidiana de miles de personas. Eran puentes entre la palabra hablada y el documento escrito.

En un tiempo en que la alfabetización aún no alcanzaba a todos los mexicanos, los escritorios públicos eran esenciales para redactar cartas personales, contratos, poderes notariales, demandas, presupuestos o incluso mensajes de despedida.

En pleno corazón de la Zona Centro de Torreón, Coahuila, sobrevive el último escritorio público de esta urbe lagunera.
El lugar es atendido con esmero y vocación por Hermelinda Ávila Pérez. (Especial)

En ellos se confiaba no solo el contenido, sino también la emoción, el propósito y la esperanza de ser comprendido.

“Mi nombre es Hermelinda Ávila Pérez, tengo 50 años y podría decir que estoy aquí porque mi madre inició este trabajo. Yo tengo ya 15 viniendo a diario, pero antes le apoyaba en mis tiempos de vacaciones, porque yo estaba estudiando. Así fue como me fui, de cierta manera, involucrando en el trabajo”, relata con una mezcla de nostalgia y orgullo.

La historia de este escritorio público del Mercado Juárez comenzó hace más de medio siglo, cuando la madre de Hermelinda decidió instalarlo como una forma de sustento familiar y servicio comunitario.

Desde entonces, el pequeño espacio se convirtió en un punto de referencia para quienes necesitaban asistencia para redactar documentos o comunicarse de forma escrita.

"Cuando mi mamá falleció, hace ya 14 años, yo era la única de seis hermanos interesada en continuar con el negocio. Ella me decía en vida: ‘Cuando tú te jubiles, vienes y te haces cargo del escritorio’, y así fue. Me jubilé como empleada federal y me dediqué de lleno a esto”, recuerda.

El arte de escribir por otros

A lo largo de los años, Hermelinda ha escrito de todo: cartas de recomendación, contratos de arrendamiento, poderes notariales, mensajes de apoyo emocional, documentos legales y presupuestos.

Incluso, antes de que las facturas electrónicas fueran obligatorias, realizaba ese tipo de comprobantes en la máquina de escribir.

Su clientela es variada: desde personas mayores que no saben leer ni escribir, hasta abogados independientes que no cuentan con secretaria y requieren documentos bien redactados.

La confianza que ha generado se basa no solo en su habilidad con las palabras, sino también en la presentación formal y cuidada que mantiene, herencia de la vieja escuela.

“La gente llega y me explica lo que necesita, y yo ya me doy una idea y redacto la carta. Algunos vienen a solicitar ayuda para comunicarse con alguna autoridad, otros solo quieren expresar algo personal. Es un trabajo muy humano”, afirma.

Aunque el avance tecnológico ha transformado radicalmente la forma en que se elaboran y gestionan documentos, Hermelinda ha sabido adaptarse sin perder la esencia del oficio.

En pleno corazón de la Zona Centro de Torreón, Coahuila, sobrevive el último escritorio público de esta urbe lagunera.
La historia de este escritorio público del Mercado Juárez comenzó hace más de medio siglo. (Especial)

En su escritorio conviven la máquina de escribir tradicional y una computadora.

A pesar de que el volumen de trabajo ha disminuido con el paso de los años, aún existe un sector de la población que valora la cercanía, la atención personalizada y la calidez de quien domina el arte de escribir por otros.

“Uso la computadora sobre todo cuando vienen abogados o cuando el documento debe tener una presentación más formal. Pero todavía hay quienes prefieren que lo haga en la máquina (de escribir). Y cuando lo necesitan, también hago cartas a mano. La gente agradece que aún exista este espacio”, comenta Hermelinda.

Su escritorio es más que un negocio. Es una vocación que ella mantiene con cariño y con un profundo sentido de ayuda.

“Más que nada, esto le sirve a personas que no saben leer o escribir, o que no tienen acceso fácil a una computadora. Yo les brindo mi tiempo y mi conocimiento. Algunos llegan en momentos difíciles, como cuando pierden a un ser querido. Mi madre les escribía mensajes que ayudaban a aliviar un poco el dolor, no eran condolencias formales, sino palabras que reconfortaban. Yo trato de seguir esa línea”, dice con humildad.

Un refugio en medio del bullicio

El escritorio público de Hermelinda Ávila funciona de lunes a viernes de ocho de la mañana a tres de la tarde, y los sábados de nueve a dos. Se encuentra dentro del Mercado Juárez, entre vendedores de frutas, carnicerías y puestos de comida.

Allí, rodeado del bullicio cotidiano, su pequeño rincón resiste el paso del tiempo, como un testimonio vivo de otra época.

El Mercado Juárez, fundado en 1920, ha sido siempre un punto de encuentro entre lo tradicional y lo moderno.

Y dentro de ese mosaico cultural y comercial, el escritorio de Hermelinda es un símbolo de resistencia, una isla de memoria que ofrece a los visitantes algo más que servicios: ofrece compañía, empatía... escucha.

En pleno corazón de la Zona Centro de Torreón, Coahuila, sobrevive el último escritorio público de esta urbe lagunera.
El escritorio de Hermelinda es un símbolo de resistencia. (Especial)

“El trato con las personas es fundamental. Hay que saber escucharlas, entender lo que quieren decir, y encontrar las palabras adecuadas para expresarlo en el papel. Es algo que mi madre me enseñó y que sigo practicando cada día”, señala.

Hoy en día, los escritorios públicos prácticamente han desaparecido. Lo que antes era común en plazas, mercados y oficinas gubernamentales, ahora ha sido sustituido por aplicaciones, formularios digitales y asistentes virtuales.

Sin embargo, el caso de Hermelinda demuestra que hay oficios que, aunque ya no estén en auge, siguen teniendo un valor irremplazable.

Su trabajo, silencioso y constante, es también una forma de preservar la historia oral y escrita de su comunidad. Cada documento que redacta es parte de la vida de alguien más, y con cada palabra escrita, mantiene vivo un legado de más de medio siglo.

“Aquí seguimos, mientras la salud me lo permita. Me gusta este trabajo. Siento que es útil, que tiene sentido. Y mientras haya alguien que necesite una carta, un contrato o una palabra escrita con cuidado, aquí estaré”, concluye.
En pleno corazón de la Zona Centro de Torreón, Coahuila, sobrevive el último escritorio público de esta urbe lagunera.
Hoy en día, los escritorios públicos prácticamente han desaparecido. (Especial)

En medio de una ciudad que cambia rápidamente, el escritorio público de Hermelinda Ávila Pérez permanece como una ventana al pasado, como un acto de resistencia cultural y un recordatorio de que escribir por otros también es una forma de acompañar, de servir y de amar.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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