Kim Kardashian ha roto el silencio de la manera más cruda y detallada.
En una reciente entrevista para el popular podcast Call Her Daddy, la empresaria se sinceró sobre los motivos reales de su divorcio con Kanye West (Ye), revelando una dinámica emocional que la hizo sentir como una rehén de la situación.
Falta de estabilidad: el impulso para "salvarse a sí misma"
Kardashian, de 44 años, utilizó una poderosa analogía para describir el vínculo que mantuvo con el rapero, diagnosticado con trastorno bipolar, durante casi una década:
"Siempre sentí como si tuviera el Síndrome de Estocolmo. Siempre lo protegí, siempre quise ayudarlo", confesó Kim. Esta frase subraya la complejidad emocional de su matrimonio, marcado por un instinto de apoyo que con el tiempo se volvió asfixiante.
Kim Kardashian detalló que la decisión de solicitar el divorcio en 2021 se debió a una pérdida total de estabilidad, recordando episodios de inestabilidad como cuando West decidió regalar repentinamente cinco Lamborghinis de la pareja:
"No me sentía segura, ni siquiera físicamente, sino emocional o incluso, ya sabes, económicamente. No sabía qué me iba a pasar al despertar, y esa es una sensación realmente inquietante. Tuve que salvarme a mí misma para poder ser una mejor mamá".
El punto de quiebre final fue cuando el comportamiento de Ye, especialmente sus ataques a Kris Jenner y sus hermanas en redes, comenzó a afectar la estabilidad familiar:
"No me gustaba la sensación de que hablara mal de la abuela y las tías de mis hijos. Si alguien se siente así entonces no deberíamos estar juntos".
La lucha por los hijos: la crianza compartida y la imagen de Kanye
Kim Kardashian y Kanye West comparten cuatro hijos: North de 12 años, Saint de 9 años, Chicago de 7 años y Psalm de 6 años.
La empresaria dedicó una sección emotiva a explicar la dura realidad de la crianza compartida y su lucha por proteger a sus hijos de las polémicas públicas de su padre.
Kim admitió que su principal objetivo es que sus hijos vean a Kanye como un gran padre. En otra entrevista, rompió en llanto al confesar que hace un esfuerzo monumental para "actuar" frente a ellos:
"Si estamos yendo a la escuela y ellos quieren escuchar la música de su papá, tengo que tener esa sonrisa en mi rostro y hacer sonar su música y cantar junto con mis hijos. [Puedo] actuar como si nada estuviera mal y tan pronto como los dejo, puedo llorar mucho".
Kim también desmintió categóricamente las narrativas que aseguran que ella mantiene a West alejado de los niños.
"Nunca lo he hecho. Les ruego que salgan a pasar el rato o cosas así. Cada vez que me lo pide, siempre les dejo ver a su padre", aseguró, y lamentó que los tuits de West sobre "secuestrar a los niños" generen una narrativa falsa.
Finalmente, confesó que su hija mayor, North West, ya percibe la situación y la confronta. North, de 12 años, la aconsejó sobre su futuro amoroso, un momento que revela el impacto mediático del divorcio en la familia:
"Me dijo el otro día: 'Mamá, tienes que volver a casarte. Te estás haciendo demasiado mayor y nadie va a lidiar con esto'. Yo le dije: '¡¿Qué?!'"
Con esta cruda confesión, Kim Kardashian no solo puso fin a las especulaciones sobre el "fracaso" de su matrimonio, sino que también redefinió el concepto de supervivencia emocional.
Al comparar su relación con el Síndrome de Estocolmo, la empresaria confirmó que su divorcio no fue un acto de desamor, sino una necesaria medida de autoprotección para ella y sus cuatro hijos, cerrando la década más inestable y mediática de su vida.