La historia más poderosa que ha contado Carla Estrada -la reina indiscutible de las telenovelas mexicanas- no ocurrió en un foro ni detrás de una cámara. Ocurrió frente al lente de su hijo, el cineasta Carlos López Estrada.
Ahí, por primera vez, se atrevió a nombrar lo innombrable: que la culpa había sido el precio -injusto- de ser una madre trabajadora. Que durante años creyó que así debía sentirse una mujer que pasaba hasta 16 horas en una locación y no en casa.
Y frente a ese lente, entendió algo más profundo: que la maternidad no es sinónimo de culpa. Que lo que realmente la convirtió en madre fue aprender a poner límites, a exigir, a escuchar, a dar, a comprender. Ese día, lloró mucho. Y en ese llanto, por fin, se liberó.
Conocer la vida de Carla Estrada es asomarse al alma de la televisión mexicana. A la mujer que redibujó la pantalla chica.
Fue la primera mujer en convertirse en directora de cámaras y escena en el área de telenovelas de Televisa. La pionera que abrió brecha en un mundo gobernado por hombres y que se atrevió a innovar cuando todo estaba escrito.
La que revolucionó la forma de contar historias, eligió con un ojo quirúrgico a actrices y actores, y dio vida a clásicos como Quinceañera, Lazos de Amor -donde Lucero interpretó a unas trillizas-, Alborada, Sortilegio, y hasta produjo la inolvidable boda de Lucero y Mijares en 1997 en el Colegio de las Vizcaínas.
La mujer que creó el stock de imágenes de Televisa, renovó catálogos de reparto y concibió las primeras “telenovelas con causa”.
Una infancia entre actores, periodistas y alergias
Carla creció entre dos mundos: el del espectáculo, por su madre, la actriz Maty Whitron; y el del periodismo, por su padre Carlos Estrada Lang.
“Mi mamá era mucho más rígida y estricta. Mi papá, veinte años mayor, era más moderno y abierto”, recuerda en el podcast Pioneras de MILENIO, conducido por las periodistas Claudia Solera, Janet Mérida y Cinthya Sánchez.
Las comidas eran un desfile de directores, escritores, actores. Para Carla, lo extraordinario era normal.
Pero su infancia también estuvo marcada por la fragilidad: nació tras un shock anafiláctico de su madre y pasó siete años enferma, con alergias, tosferina y problemas pulmonares. Su habitación se convirtió en su territorio. Esa vulnerabilidad la volvió introvertida, observadora, miedosa… y distinta.
Quizá por eso comenzó a producir desde niña. Con sus hermanas montaba obras -ellas actuaban, ella dirigía, escribía, organizaba- y, sin saberlo, ensayaba el oficio de toda su vida.
La psicóloga que terminó dirigiendo actores
Carla estudió primero psicología y luego se cambió a comunicación. “Siempre me metía al fondo de las personas, preguntaba, analizaba”, cuenta. Esa habilidad se volvió su arma secreta en Televisa: leer al público, sentir lo que iba a incomodar o fascinar en los melodramas.
En los 90, cuando surgieron los focus groups, sus intuiciones coincidían con los resultados de los encuestados.
“Mi virtud es hacerle caso a mi intuición”, dice. “Era ser un poco psicóloga de los personajes… y del espectador”.
La inventora de las telenovelas con causa
Carla también fue la primera en sacar las telenovelas a la calle y se propuso a que tuvieran una causa, en lugar de entretener.
Inspirada por el trabajo altruista de su madre –en la Casa del Actor– y de su hermana, comenzó a impulsar campañas: kilómetros de juguetes.
Luego, de la mano de Fundación Televisa, creó una fórmula para que cada producción abordara un problema social.
Sacó a los personajes del foro, los llevó a los parques, a las avenidas, a comprar helados. Cambió el ritmo. Revolucionó la estética. Pasó de un 10% de locaciones a producciones casi completamente filmadas fuera del foro, como la bioserie de Gloria Trevi.
Mezcló actores legendarios -Marga López, Katy Jurado, Eric del Castillo- con jóvenes de 15 años.
Apostó por temas “prohibidos”: abuso, drogas, VIH, violencia sexual hace casi cuarenta años cuando nadie los abordaba.
En Quinceañera, incluso quiso hacer un registro de mujeres violadas. “Fuimos a varias delegaciones… ni siquiera había datos. Nadie denunciaba”, recuerda.
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Una universitaria en un mundo de hombres
Carla llegó a Televisa con todo en contra: joven, mujer, universitaria. Las universidades, dice, no la llevaron ahí, pues sólo era con experiencia como se lograba avanzar… pero sí la sostuvieron. Su equipo de producción la acompañó 40 años.
Las jornadas eran extenuantes. En Amor real, por ejemplo, su día comenzaba a las 3:30 a.m. y terminaba casi a la medianoche. Siete meses así, de lunes a sábado. “Cuando haces lo que te gusta, no te cansas igual”, dice. “La pasión es la vitamina”.
También enfrentó violencia. Un día, un técnico la golpeó con un cable grueso como si fuera una reata. Cuando se defendió, quisieron correrla. Tenía 24 años. Un pintor del foro, llamado Benito, la salvó contando la verdad y gracias a que pudo mantenerse en la empresa, emprendió una trayectoria exitosa con 48 años.
Lazos de Amor y la presión de un éxito
En Lazos de Amor, Lucero llegó a perder cabello por el estrés. La producción era tan intensa que un día Emilio Azcárraga -padre- le llamó: “Carla, mata a una de las tres. Vas a matar a mis actores y técnicos”.
La película del Dr. Simi y el receso necesario
Víctor González, creador del Dr. Simi, la buscó para producir y dirigir su película, porque le dijo: “quiero que sea la mejor productora de este país quien la haga”. Carla estaba en un receso, intentando descansar después de 48 años de trabajo continuo. Pero aceptó. Y ella lo admiraba demasiado para negarse.
La sustracción de su hijo: la historia que la rompió
La telenovela más dolorosa de su vida no se transmitió por televisión. Fue cuando su ex esposo se llevó a su hijo de ocho años y no lo devolvió durante cuatro meses y medio. Televisa entero lo sabía. Su rostro lo decía todo. Estaba “deforme de tanto llorar”, recuerda, no necesitaba decir nada más. El psicólogo le sugirió fingir que cedía la custodia para que su ex dejara de usar al niño como arma.
Una noche, su hijo la llamó en secreto: “Mamá, ven por mí. Mi papá no está”. Así lo recuperó. Años después, Carlos quiso grabar su versión –estaban en la casa de él–. Carla accedió. Ese día lloró lo que no había llorado en casi tres décadas. Y al final, se abrazaron con un amor que cerró heridas antiguas.
“Gracias -le dijo-. porque me hiciste ser una verdadera madre: una madre que pone límites, una madre que exige, una madre que da, una madre que comprende… No una madre con culpa por ser una madre trabajadora”.
KVS
