Han pasado 68 años desde que el fútbol profesional tamaulipeco tuviera su gran momento de gloria, tras la coronación de los Jaibos del Tampico como monarcas del futbol mexicano de la Primera División. Fue un 6 de diciembre de 1952, cuando la escuadra logró el campeonato del máximo circuito.
Bajo las riendas de el español Joaquín Urquiaga, la escuadra que estuvo compitiendo desde un par de años antes por la cima, logró su cometido al marcar una cadena de 33 partidos consecutivos anotando gol y, esa misma campaña, una racha de tres partidos sin derrota.
Con la opción en sus manos y el destino puesto para obtener el trofeo, llegó la noche del 6 de diciembre donde se enfrentó en el antiguo estadio Tampico, (ubicado en lo que hoy se conoce como Plaza Covadonga, sobre Ejército mexicano) para enfrentarse al América. Era la penúltima jornada y le bastaba ganar para arrancar la celebración.

En un partido tenso pero lleno de emociones, el peruano Grimaldo González, quién llegó como refuerzo junto a sus compatriotas Rufino Lecca y Julio Ayllón “Aparicio”, hizo el tanto de la diferencia con lo cual, el equipo sumó su primera estrella al escudo y desatar la euforia de aficionados y toda la ciudad, de acuerdo al relato de los cronistas en aquel tiempo y de los jugadores.
El vasco Urquiaga mandó al campo a Raúl “Tarzán” Landeros; Elpidio Padilla, Salvador “Médico” Ayala y Benito Ayán; el argentino Enrique Carretero y Danilo López; Grimaldo González, Roberto “Chango” Zárate, Carlos Septién y Nicolás “Pipo” Téllez.
Desde entonces, la Jaiba Brava del Tampico-Madero se quedó cerca de emular esta hazaña en los torneos Prode 85 y México 86, al llegar a dos finales consecutivas que perdieron ante el América y el Monterrey, respectivamente.