Ahí va O Rei cruzando las calles de Santos por última vez. Sí, por esas mismas avenidas, que seguramente cruzó innumerables veces cuando era un niño que apenas se formaba como futbolista; o cuando ya era una referencia del futbol mundial, luego de las tres Copas del Mundo que conquistó en su madurez deportiva.
Y es que Pelé nunca quiso irse de acá, de Santos, un municipio apacible y turístico, que apenas cuenta con poco más de 400 mil habitantes; la mayoría, seguidores del equipo local, pero todos conocedores de la leyenda de O Rei. Aquí el mítico brasileño disfrutó de la vida familiar, al grado de poner de pretexto la sazón de doña Celeste, su madre, para rechazar las ofertas del futbol europeo; sí, Edson Arantes do Nascimento, aunque se volvió un hombre de mundo, nunca dejó de pertenecerle a esta tierra.
Un camino de aplausos
La marcha fúnebre ha comenzado… pero apenas avanza los primeros metros y la etiqueta ya no va acorde a lo que se vive. No, aquí no se siente tristeza ni melancolía, O Rei pasa por última vez por las calles principales de Santos y la gente lo despide con cánticos y porras, muy similar a las caravanas que realizan los aficionados –torcedores, en el caso de Brasil– cuando hay un compromiso importante.

De esta manera la marcha fúnebre se convierte en la caravana del gran ídolo. Miles de aficionados salen a las calles para darle el último adiós con cánticos y porras, pero quizá lo más simbólico es que de la propia gente nace brindarle un sinfín de aplausos al recorrido de Edson Arantes.
La celebración del adiós de O Rei, cuyo clímax llega al momento de que el camión de bomberos –en lugar de una carroza tradicional– pasa por la casa de doña Celeste. Ahí se detiene por varios minutos para que la familia, que se encuentra reunida con la matriarca de la familia, pueda sentir el cariño y afecto de los miles que marchan junto a los restos de su integrante más reconocido.

La caravana sigue su camino, con una porra escoltando el camión de bomberos y varios motociclistas en su retaguardia. Ya faltan pocos kilómetros para llegar al destino programado, la última morada de Pelé: el Memorial Necrópolis Ecuménica.

A varios metros de altura
A unos cien metros del Memorial se termina el festejo. Sí, el homenaje popular para Pelé –ese que tuvo 24 horas de una fila que llegó a medir cinco kilómetros, con un tiempo de espera de cinco horas, y que las autoridades locales calculan en 230 mil asistentes– finalizó al momento que el camión de bomberos entró por una calle con varias mallas metálicas.
Era el momento para la familia en este cementerio que se sale por completo de lo convencional. El camposanto de aquí es un edificio de más de 10 pisos de altura; y entre los últimos fueron depositados los restos de Pelé –a petición suya– justo en los que tienen la mejor panorámica del Urbano Caldeira, la cancha donde cosechó sus triunfos más importantes.

Solo la familia y los amigos más cercanos estuvieron presentes, así como varios medios de comunicación que quisieron reportar la última parada de Edson Arantes do Nascimento. Así concluyó el homenaje al mejor futbolista de la historia.
Siempre vivo
La gente se aleja poco a poco del lugar. Los cánticos van enmudeciendo y ahora se ha normalizado el tránsito. Es momento que Santos retome lo que queda de este martes laboral. Muchos hablan de la importancia que tuvo Edson Arantes para que este poblado se conociera a nivel mundial. Hoy ya no está su figura, pero más de uno presume la leyenda que portan en sus playeras: Pelé eterno. Sí, el mítico jugador salió a pasear por última vez a las calles donde se consagró como figura, aquí en su amado Santos, aquí donde Pelé, sencillamente, nunca morirá.