De día atiende una farmacia, de noche vuelve al ring como Mr. Cóndor. Feroz y despiadado, salta desde lo alto de un camión de basura para castigar a su oponente. Aquí su historia, sus contextos, su legado
CRÉDITOS
Información y video: SANTIAGO CHAPARRO Coordinación: SALVADOR FRAUSTO Y ABRAHAM FLORES | Programación: JUAN NAVA | Infografía: ARTURO BLACK FONSECA
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DOMINGA.–Temperamental, feroz, despiadado. Maestro de la llave y la contrallave, transita entre dos mundos: el de la lucha clásica –donde el arte se respeta– y el de la lucha extrema, esa donde rompen bates de beisbol, caen sobre vidrios rotos y vuelan desde lo alto de un camión de basura para castigar al oponente. Su ring puede ser una arena tradicional, una plaza de pueblo, un estacionamiento o un cementerio de autos.
Romano García –Mr. Cóndor– es un rudo de corazón, un guerrero veterano
que ha sobrevivido casi cinco décadas entre sangre y ovaciones. Un superhéroe mexicano sin cómic ni película, pero con cicatrices reales.
“Cóndor, Cóndor, Cóndor”,
gritan las multitudes. Nunca alcanzó el estrellato de un Santo o un Blue Demon, pero sí la devoción del público que construye sus propias leyendas vivientes. Ídolo de la Arena México, símbolo en la López Mateos, mito de la Cuatro Caminos, testigo de lonas ensangrentadas en funciones donde el dolor es rutina y la gloria, incierta.
“La lucha extrema es como un tatuaje que duele, pero te vuelve adicto”, dice Romano. Gladiador respetado, profesor de nuevas generaciones, efigie de una lucha libre que sigue despertando alaridos e ilusiones. Su historia merecía un documental. Aquí está.
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