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Los mexicanos que cargan con la bandera en el World Wide Technology Championship en Cabo San Lucas

Cinco nombres, cinco historias distintas, un mismo desafío: no dejar que la bandera se quede guardada en el bolsillo; conócelos aquí

No son los favoritos, ni los más mediáticos, plantados con la mirada fija en el horizonte y el orgullo hecho pelota en el pecho. Cinco mexicanos intentan dejar su huella esta semana en el World Wide Technology Championship 2025, un torneo que ya no es sólo una vitrina del golf mundial, sino un espejo incómodo que revela cuánto falta y cuánto se ha avanzado en el golf mexicano.

Raúl Pereda, el veracruzano que se ganó a pulso su lugar en el PGA Tour, regresa al campo con una mezcla de alivio y revancha. Lo suyo, es una victoria personal: sobrevivir a un 2024 áspero, de esos años que parecen un hoyo sin bandera. No compite contra el campo, compite contra las cicatrices. Su sola presencia ya es una historia de resiliencia.

A su lado, Emilio Gil Leyva representa a la nueva camada: joven, con ese descaro de quien todavía no sabe del todo cuánto pesa el circuito, pero que juega con la alegría de quien no tiene nada que perder. En cada golpe lleva la esperanza de un relevo que se está gestando a paso lento, pero firme.

Emilio González es la experiencia silenciosa. Su juego tiene la sobriedad del que ha aprendido a no celebrar antes de tiempo ni lamentarse demasiado pronto. Es el tipo de jugador que no sale en las portadas, pero que sostiene el alma del golf mexicano desde el anonimato.

Alejandro Madariaga llega con la etiqueta de revelación, pero también con los pies en la tierra. En él hay hambre, hay fuego, pero también una claridad poco común en los jóvenes: sabe que el golf es una carrera de paciencia, no de aplausos.

Y Omar Morales, el más explosivo del grupo, combina técnica y carácter en partes iguales. Tiene algo de esa vieja escuela mexicana, la que no se rinde aunque el viento sople en contra y algo de la nueva, la que se atreve a imaginarse entre los grandes.

Cinco nombres, cinco historias distintas, un mismo desafío: no dejar que la bandera se quede guardada en el bolsillo. En Diamante, bajo el sol inclemente y la brisa de Cabo, los mexicanos vuelven a recordarnos que el golf también se juega con el corazón, aunque el tablero no siempre lo refleje.

Ellos son la parte más prístina del espectáculo, la sangre nueva del golf azteca, ellos tienen fe en que un golpe bien dado puede cambiarlo todo.

​FCM


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