El libro donde se escribe la rivalidad de Guadalajara ya tiene otro capítulo atípico. El Clásico Tapatío duró sólo 30 minutos, algo distinto a lo que la afición está acostumbrada. Para quien buscaba una anécdota, eligió una noche perfecta; quien esperaba un episodio más de lo que significa un Chivas contra Atlas, se encontró con muy poco.
Los rojinegros llegaban a la casa del Rebaño después de perder seis partidos seguidos en liga ante ellos. Se esperaba a un Zorro hambriento, con ganas de casar y de quitarse todas las espinas que acumuló en los últimos tres años y medio. Pero se conformó con lo poco que le entregaba el triunfo.
El encuentro se desvirtuó cuando el Guadalajara se quedó con dos menos y se vio abajo en el marcador. La preocupación de Atlas por no estropear un triunfo ante Chivas lo llevó a renunciar a una oportunidad única: la de conseguir un resultado histórico en calidad de visitante.
Chivas, cuestionado tantas veces por su propia afición en cuanto a la entrega y el amor por los colores, intangibles en su máxima expresión, hizo lo que pudo: correr. Recorrió el campo sin parar de un lado a otro, siempre que los pulmones de cada uno de los jugadores lo permitieran.
Nunca los apodos de ambos equipos encajaron de manera tan perfecta. Cuando una pieza del Rebaño quería sobresalir, se veía rodeada por tres o cuatro zorros que borraban cualquier esperanza. Para gusto de los locales, el hambre no fue una característica del depredador; con una sola anotación tuvo suficiente para la cena.
En el correr se le fue la vida al Guadalajara. Perdió la racha positiva ante el rival de la ciudad y lo hizo en casa. Irónicamente, cuando el panorama lucía más adverso que nunca, salió todo menos humillado.
El Clásico Tapatío presume de ser una lucha por la ciudad, de principio a fin, sin importar lo que ocurra. Y eso ocurrió en el Akron, pero solo durante 30 minutos, antes de que todos los ingredientes desaparecieran y quedaran dos equipos que jugaban a cosas distintas. Uno a defenderse aún en mayoría, y el otro a correr buscando un milagro.
Así se esfumó el Clásico Tapatío más corto de la historia, donde Atlas ganó rápido y Chivas perdió pronto. Y donde el aficionado se marchó preguntándose dónde quedaba la ambición de querer adueñarse de la ciudad.
JMH