Hoy no se celebra un nocaut ni un cinturón nuevo. Hoy el calendario marca el onomástico de Mauricio Sulaimán, el hombre que desde hace más de una década preside el Consejo Mundial de Boxeo y que carga —le guste o no— con uno de los apellidos más pesados del deporte de los puños.
Sulaimán cumple años en una posición que no admite inocencia. Preside el organismo más influyente del boxeo mundial, herencia directa de su padre, José Sulaimán y lo hace en un ecosistema donde la moral suele ir a la esquina neutral mientras el negocio cuenta los segundos. No es un villano de caricatura, pero tampoco un dirigente ingenuo. Es un hombre formado en el poder, educado para administrarlo y suficientemente astuto para conservarlo.
Todos en @LatinKOprom le deseamos un muy Feliz Cumpleaños a Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo ????????????
— LatinKO Promotions (@LatinKOprom) December 30, 2025
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En lo público, Mauricio cultiva la imagen del dirigente cercano, humano, sensible a las causas sociales, defensor del boxeo limpio y protector del peleador. En lo privado y ahí es donde empieza la verdadera pelea toma decisiones que pesan carreras, moldean rankings y definen quién pelea y quién espera. El boxeo no se gobierna con flores, y Sulaimán lo sabe mejor que nadie.
Su cumpleaños llega en un momento donde el WBC sigue siendo referencia obligada, pero también blanco permanente de sospechas, reclamos y miradas torcidas. Porque así funciona este deporte: el aplauso dura lo que dura el conteo y la duda nunca se va del todo.
Hoy, Mauricio Sulaimán apaga velas con la serenidad de quien ha sobrevivido a las críticas y con la responsabilidad de saber que cada año que suma no es solo biológico, sino político. En el boxeo, cumplir años no es un gesto simbólico: es una prueba de resistencia.
Felicidades, sí. Pero sin incienso. En el ring del poder no hay homenajes gratuitos. Solo rounds acumulados y cuentas pendientes.
Mauricio Sulaimán: 56 años, 56 sombras que lo acompañan
- Llegó al cargo por herencia, no por ruptura.
- Nunca logró sacudirse del todo el fantasma de su padre.
- El WBC siguió siendo un organismo cerrado.
- Las decisiones clave se concentran en pocas manos.
- La transparencia nunca fue bandera central.
- Los rankings generan sospechas constantes.
- Boxeadores mejor posicionados sin méritos claros.
- Retadores obligatorios “flexibles”.
- Campeonatos interinos usados como comodín.
- Proliferación de cinturones cuestionados.
- El verde y oro perdió exclusividad simbólica.
- Algunos campeones protegidos más que otros.
- Preferencias evidentes hacia figuras comerciales.
- Silencio selectivo ante fallos arbitrales graves.
- Falta de sanciones ejemplares a jueces polémicos.
- Decisiones médicas discutibles avaladas.
- Peleas autorizadas pese a riesgos evidentes.
- Protocolos que no siempre se aplican igual.
- Discurso de seguridad que choca con la realidad.
- Antidopaje fuerte… pero no universal.
- Casos grises manejados con discreción excesiva.
- Sanciones desiguales según el apellido del boxeador.
- Tardanza en castigar dopajes mediáticos.
- Relación demasiado cercana con promotores poderosos.
- Dependencia del negocio saudí sin crítica pública.
- Falta de postura clara ante carteles inflados.
- Uso político de cinturones conmemorativos.
- Narrativa histórica que a veces tapa errores actuales.
- Homenajes que distraen de problemas estructurales.
- Boxeo femenil aún con bolsas desiguales.
- Visibilidad sin verdadera equidad económica.
- Falta de presión real por mejores pagos.
- Campeonatos femeniles con menor exigencia.
- Silencio ante abusos contractuales.
- Falta de defensa abierta al boxeador base.
- Distancia real con el boxeo de barrio.
- Decisiones tomadas lejos del gimnasio.
- Poco diálogo con críticos externos.
- Resistencia a auditorías independientes.
- Comunicación institucional controlada.
- Críticas respondidas con diplomacia, no con datos.
- Uso del carisma para desactivar cuestionamientos.
- Confusión entre legado y autoridad.
- Permanencia prolongada sin renovación real.
- Falta de autocrítica pública.
- El WBC como marca antes que como regulador.
- Poder acumulado sin contrapesos visibles.
- Incomodidad frente a reformas profundas.
- Defensa del sistema antes que del individuo.
- El boxeador como último eslabón.
- Decisiones que arruinan carreras sin explicación.
- Falta de memoria con los olvidados del ring.
- Humanismo selectivo.
- Ética flexible según contexto.
- El costo humano del negocio poco visible.
- Seguir mandando… sin rendir cuentas completas.
Mauricio Sulaimán es la suma de sus 56 logros y sus 56 sombras. Quien solo vea una parte, miente.
Quien crea que el poder en el boxeo es limpio, no entiende el deporte.
A los 56 años, Sulaimán no necesita defenderse: el sistema que dirige lo hace por él.
SLJ