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"Teatro político, para tiempos difíciles”: Kristyan Ferrer

El actor mexicano inicia el año con la obra histórica ‘El cielo de los presos’, que trata el aspecto carcelario del movimiento del 68; un montaje que lleva a reflexionar sobre nuestro presente


Nominado en dos ocasiones al premio Ariel en la categoría de mejor actor, por las cintas Guten Tag Ramón y 600 millas, Kristyan Ferrer (Ciudad de México, 1995) es considerado uno de los más completos actores mexicanos de hoy, cuyo trabajo ha destacado bajo la dirección de Luis Estrada, Baltasar Kormákur, Emilio Portes, Alfonso Pineda Ulloa, Francisco Franco y Cary Joji Fukunaga, entre otros cineastas.

Pese a su juventud, se ha distinguido también por sus participaciones en teatro, género al que ahora regresa con la obra El cielo de los presos, de Mauricio Bañuelos. El montaje, una impactante trama ambientada el 2 de octubre de 1968, inició temporada en el Foro Lucerna de esta ciudad y se presenta todos los miércoles hasta el 26 de abril. El reparto incluye a Héctor Kotsifakis, Aarón Balderi, Tatiana del Real, Gonzalo Vega Jr., Emmanuel Orenday, Alfredo Gatica y Jorge de los Reyes.

¿Qué te atrajo a una obra como 'El cielo de los presos'?

Fueron varios los motivos por los que quise hacer esta obra. El primero fue que ya tenía mucho tiempo sin hacer teatro y volver a las tablas es una alivio para el actor, ya que el contacto directo con el público te retroalimenta y te ayuda a mejorar tu trabajo. Después tenemos la obra, sin duda un gran texto escrito por Mauricio Bañuelos, quien además la dirige. La historia nos plantea desde un punto muy inteligente a estos seres humanos expuestos a una situación límite, pero no es de ninguna manera panfletaria ni busca señalar a buenos y malos. Al abordar un tema tan complejo y polémico queríamos acercarnos a él con mucho respeto, por ello no recreamos personas clichés, sino más bien en una escala de grises. También puedo decir que es una obra que nos lleva a la reflexión sobre qué tan diferente es nuestro país comparado con el México de 1968, comenzando por decir que, irónicamente, nos sigue gobernando el mismo partido político.

¿Sientes que el teatro, además de manifestación artística, debe tener un compromiso social o histórico?

¡Indudablemente! El trabajo del arte es sublimar dolores y encontrar las curas, exorcizar demonios. El buen arte es aquel que te hace sentir cómodo cuando te sientes perturbado y te perturba cuando te sientes demasiado cómodo. En tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo necesitamos ese reflejo que nos ayuda a hacer conciencia. Para ser un verdadero artista necesitas estar enamorado de la vida y debes estar atento a lo que ocurre a tu alrededor, tener un compromiso. La obra, siento que quedará como un registro historiográfico de un hecho que, a 48 años de distancia, no hemos olvidado, además de que seguimos manchando nuestras páginas de sangre y por eso mismo seguiremos en la lucha.

¿Qué puedes decir de tu personaje en la obra?

Miguel, mi personaje, es un brigadista al que podríamos describir como el eslabón más bajo de la cadena; está enamorado de su chica, Marisela, que le fue arrebatada el día de la matanza en Tlatelolco y es por ella que pertenece a este movimiento. El personaje retrata a esta parte de la población confusa, con miedo, incluso un tanto ignorante (sin el ánimo de ofender a nadie). El tipo se encuentra entre la espada y la pared al creer que todo lo que ocurrió ese día tuvo que ver con Dios; sin embargo, durante esas horas en la celda se dará cuenta que el movimiento va más allá de una postura religiosa.

¿Cómo te preparaste? ¿Realizaste algún tipo de investigación?

Mauricio Bañuelos, como autor y director, nos dio muchas herramientas para alimentar el personaje. Nuestra biblia fue el libro testimonial La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, también leímos otros libros, vimos documentales como El grito, películas sobre el movimiento. La información sobre esos hechos fue nuestro desayuno, comida y cena por un buen tiempo, pues era muy importante que estuviésemos involucrados con el movimiento para, a partir de ahí, darle más vida al texto. Ese proceso fue fundamental.

¿Cómo describirías el contraste entre hacer teatro y hacer cine?

Para mí son lenguajes totalmente distintos; como sabes, mi formación actoral es mucho más cinematográfica y durante estos meses Mauricio se encargó de quitarme todas las herramientas con las que yo construía para la pantalla y me enseñó a utilizar otras para el escenario (que aún me falta trabajar); sin embargo, es un placer hacer teatro porque te permite ver al personaje en vivo sin edición.

¿Cuál dirías que te ofrece mayores retos?

Los dos tienen sus dificultades; la verdad, yo no me atrevo a decir cuál ofrece más retos ni tampoco cuál me gusta más. Yo descubrí el teatro antes de hacer cine y le tengo mucho cariño y respeto, y es por eso mismo que regreso y comienzo mi año con este montaje.

¿Cuál es tu siguiente paso por el cine?

Este año estrenaré La habitación, una cinta antológica producida por Machete Films, además de Moronga, de John Dickie, en la que hago el papel de un muxe —uno de los papeles más complejos y fascinantes que me han tocado. También se estrenará Extraño pero verdadero, de Michel Lipkes, en el festival de cine de Rotterdam, y voy a empezar a filmar Caballo blanco, de Jorge Ramírez Suárez; sin embargo, últimamente han llegado muy buenas ofertas para series de televisión y supongo que también estaré haciendo más trabajo por ahí, además de que se estrena la primera serie de televisión que termine de filmar y es mi debut en ese medio.

En tu opinión, ¿qué se llevará el espectador que vea 'El cielo de los presos'?

Independientemente del tema, es una obra que espera deje en el espectador una reflexión sobre si quienes salimos a luchar por nuestro país somos vándalos. También queremos mantener al espectador en constante suspenso, ya que estos tres personajes dentro de la celda están en la línea entre la vida y la muerte y la única forma de salir de ahí es confiando el uno en el otro. Creo que es tiempo de que también la gente se permita ver teatro mexicano que es parte de su realidad, es identidad nacional. Esta cuestión inherente a la condición humana de que solo el vecino tiene buen producto es una falacia. Si le gente de pronto dice que nuestro arte está lleno de violencia y da una mala imagen del país, me quiero permitir decirle que es mucho más violento que le des la espalda a tu historia, a tus compatriotas y a tu país en momentos tan difíciles. Carecemos de pronto de sensibilidad y conciencia. Nuestro arte simplemente quiere que encontremos la cura a esto que nos duele desde hace muchísimo tiempo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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