Desde la aparición de La princesa de hielo, en 2003, Camilla Läckberg se convirtió en un referente de la novela negra en Europa: de su bibliografía se han vendido más de 26 millones de ejemplares en más de 60 países con títulos como Las hijas del frío, La bruja o Una jaula de oro.
Su regreso al mundo del libro, en medio de una pandemia, se da con la novela Mujeres que no perdonan (Planeta, 2020), donde aparecen reflejados algunos problemas contemporáneos, como la violencia contra las mujeres. Desde su encierro en Suiza, Camilla Läckberg reflexiona sobre su nueva obra.
—Consolidada como escritora, sobre todo en el género negro, ¿cuáles son los retos que asume al comenzar cada nueva novela?
Para mí, el comienzo de una novela no suele ser lo más retador. Mi esposo ha aprendido, por las malas, que cuando tengo dificultades con un libro en el que estoy trabajando o estoy atorada en alguna parte, lo único que quiero escuchar si le pido su opinión es “Sí, eso suena muy bien”. No necesito mucha ayuda de otras personas.
—¿Qué tanto piensa en el lector al momento de la escritura?
Para ser sincera, cuando comienzo un nuevo proyecto, lo escribo para mí. Si no me siento inspirada y que me apasione, no resultará, así es como funciona mi proceso creativo. Una vez que se publica el libro, ¡los lectores y sus reacciones son lo más importante para mí! ¡No estaría donde hoy me encuentro de no ser por todos mis maravillosos lectores!
—Mujeres que no perdonan es una novela distinta a otras que ha escrito, aun cuando se alcance a notar la esencia de su escritura, ¿cómo surgió la historia?
Fue un proyecto personal aparte, muy querido. De verdad quería explorar la idea de la amistad y la hermandad entre mujeres. Solo que no quería hacerlo de una manera que resultara linda, nada amenazante, sino con algo oscuro que rompiera las normas. Poder femenino a lo más extremo, por así decirlo.
—Se siente con la necesidad de hablar sobre el empoderamiento de la mujer, pero también de la violencia que la rodea…
Mucha gente cree aún que las mujeres deben guardar silencio, como niñas buenas, mientras que a los hombres se les concede más espacio y libertad. En una sociedad así, la violencia es culpa de la mujer por romper la norma y ganar espacio, vestir “provocativamente”, etcétera, etcétera. Esto me resulta de verdad espantoso, culpar a la víctima en lugar de señalar al agresor, y por eso intento arrojar luz sobre estos temas.
—¿Cómo le ayuda el género negro a entender la realidad?
Me hace examinarme a mí misma y a otras situaciones más de cerca, lo que a su vez despierta mi imaginación. Para este libro en particular, el movimiento #MeToo definitivamente fue un catalizador de mi creatividad. La novela negra y de suspenso me permite explorar tanto la oscuridad como la luz propias de la humanidad. Me siento muy afortunada de poder procesar mi realidad en mi escritura como un todo.
—Uno pensaría que no se da tanta violencia hacia las mujeres en Suecia como sí sucede en América. ¿Cuál es la situación que se vive en su país?
En todas partes hay hombres que maltratan a las mujeres. Suecia está a la vanguardia en equidad en muchos aspectos, pero tenemos los mismos problemas y dificultades con el maltrato contra las mujeres que otros países. Espero que entre más lejos avancemos en la lucha por la equidad para todos, nuestro mundo sea mejor.
—¿Hasta qué punto había visto, usted misma, a la literatura como una herramienta para la crítica social?
¡Creo que es una herramienta magnífica! Si ayuda a la gente a apreciar con más claridad e incluso a cambiar las malas estructuras que hemos construido como sociedad, eso sería grandioso. Reconocer un problema de modo que podamos empezar a abordarlo es la única forma de avanzar.
—Mujeres que no perdonan es, al mismo tiempo, un homenaje a muchas de sus lecturas, ¿qué escritoras se reflejan en la novela?
Encuentro inspiración prácticamente en todo. Mis personajes son resultado de mi imaginación, pero también de cosas que he leído, visto y escuchado, y también personas que he conocido.
—Por otro lado, en Suecia se vivió la pandemia de manera diferente, casi todo el mundo se encerró en sus casas, ¿cómo vivió este proceso?
Con sinceridad, mi vida no cambió mucho ya que estoy casi siempre en casa en pijama, escribiendo todo el tiempo. Mi familia y yo seguimos acatando las restricciones y recomendaciones del gobierno sueco, y agradezco que pudiéramos mantener abierta nuestra sociedad en esta época tan sombría. La política sueca fue tratar de aplanar la curva y asegurar que nuestro sistema de salud no se viera rebasado. Y hasta donde sé, quienquiera que necesitara atención médica pudo recibirla. En este momento estamos viendo un marcado descenso en el número de muertes y de enfermos en condición crítica en todo el país, y eso definitivamente es una gran noticia.
—¿Seremos mejores, los seres humanos, después de esta pandemia?
Creo que sí. Este virus ha afectado profundamente al mundo entero, nos ha hecho pensar sobre lo que es importante en la vida y cómo establecemos prioridades.
PCL