Imagina que los personajes que alguna vez habitaron las páginas de un libro empiezan a caminar por pantallas, en el celular; que hablen, respiren, como si fueran reales. Las casas, los pueblos y los secretos que leíste en silencio ahora tienen voz, color y movimiento. Eso es lo que está pasando con la literatura latinoamericana.
Lo íntimo se vuelve espectáculo, lo privado se comparte y lo que creímos conocer se reinventa con cada plano. Entonces surge la duda: ¿‘leemos’ la literatura o la podemos consumir en otros formatos?

La más reciente muestra es Las muertas, la nueva serie de Luis Estrada inspirada en la novela de Jorge Ibargüengoitia (1977).
A través de la historia de las hermanas Baladro, el cineasta reconstruye una época marcada por la impunidad y la doble moral. Lo que en el libro era sátira y crítica social, ahora se transforma en una mirada directa, incluso incómoda, hacia el país.
Por otra parte, para llevar Cien años de soledad (1967) a la pantalla, Netflix levantó Macondo en Colombia: cientos de actores y extras; calles y plazas recreadas al detalle, equipos técnicos que viajaron durante meses para capturar cada rincón del pueblo imaginario. La producción superó los 50 millones de dólares.
Pero la inversión no sólo fue económica: fue logística, artística, casi antropológica. Cada camino, cada casa, cada detalle buscaba atrapar el espíritu de Gabriel García Márquez y, al mismo tiempo, hacerlo accesible a un público global listo para maratonear y comentar.

Asimismo, las editoriales se mueven: nuevas ediciones de lujo, portadas renovadas, traducciones simultáneas. Según datos de Buscalibre, librería online, los clásicos adaptados pueden ver crecer sus ventas entre 50 por ciento y 80 por ciento. En Colombia, Cien años de soledad registró un alza de casi 60 por ciento tras el estreno de la serie.
Pero, como advierte Juan Solís —periodista, historiador de arte y jefe de prensa en Cultura UNAM—, en entrevista con DOMINGA:
“Que se incremente la venta de libros no quiere decir que se lean. Valdría la pena ver quiénes de los que compraron esos libros los empezaron a leer y cuántos lo terminaron.”
Y no se trata solo de números. En pantalla, los personajes respiran, caminan, discuten y ríen. Para muchos, es la primera vez que pisan esos mundos, recorren esos pasillos, sienten el aire de un pueblo que hasta entonces sólo existía en palabras. Pero hay silencios que se pierden: la sonoridad del texto, los silencios literarios, los saltos sutiles del tiempo que solo el libro puede sostener.
La casa de los espíritus (1982), de Isabel Allende, llegará a Prime Video el próximo año y abrirá las puertas de la familia Trueba a una audiencia que nunca tocó sus páginas. Lo mismo ocurre con Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, Como agua para chocolate (1989), de Laura Esquivel, y Cien años de soledad.
Novelas que alguna vez encendieron el ‘boom’ latinoamericano y que hoy regresaron convertidas en maratones audiovisuales, listas para verse sin pausa.

La literatura revive y apantalla en streaming
- Las muertas (2025). Netflix. 3.9 millones de views
- Cien años de soledad (2024). Netflix. 3.6 millones de views
- Como agua para chocolate (2024). HBO MAX
- Pedro Páramo (2024). Netflix. 3.9 millones de views
- El Gallo de Oro (2023). Vix+. 4.4 millones de views
- Santa Evita (2022). Star+
- Travesuras de la niña mala (2022). Vix+
- Diablo Guardián (2018). Amazon Prime Video
- Aura Próximamente. Netflix
- La casa de los espíritus Próximamente (2026). Amazon Prime
El ‘boom’ literario de los sesenta y setenta, con autores como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Juan Rulfo posicionó a la región en el mapa mundial cultural. Fue una explosión de creatividad, experimentación, realismo mágico, premios internacionales y traducciones que atravesaron todo el mundo.
Otros autores como el guanajuatense Jorge Ibargüengoitia también saltaron del papel a las pantallas, reviviendo Las muertas, una novela icónica de la literatura hispanoamericana, publicada en 1977.
Hace unos días, DOMINGA publicó el artículo “Las muertas, la serie de Luis Estrada, expone la hipocresía y doble moral del país”. Ahí el cineasta resalta que el arte en América Latina no sólo entretiene, también destapa las contradicciones, exhibe hipocresías y revela esa doble moral que atraviesa nuestra sociedad.
De alguna forma, este debate toca también a las adaptaciones literarias: ¿están abriendo los libros a nuevos públicos, o los están reduciendo a producto industrial?
Para Juan Solís las adaptaciones no son nunca completamente fieles:
“Hay que saber que estamos ante una obra que no estaba destinada para ese medio. Pueden ser fieles al diálogo o a ciertos pasajes, pero tienen muchos elementos que no se pueden trasladar del libro a la pantalla. Son solamente versiones.”
Aun así, Solís insiste en que la esencia de los clásicos se mantiene:
“Las mejores adaptaciones, más que copias fieles, son reinversiones. No creo que los clásicos pierdan su esencia, simplemente es una adaptación. Finalmente, la esencia se mantiene en la obra. Es decir: ¿Quieres entender a Márquez? Tienes que leerlo”.

En este sentido, estas adaptaciones funcionan como una segunda oportunidad para que el ‘boom’ latinoamericano y otros autores relevantes lleguen a nuevas audiencias. Los jóvenes ahora descubren a Rulfo entre series de acción o comedia, en vez de encontrarlo como “lectura obligatoria”.
Si funcionan como la antesala de un mundo de curiosidades e intereses, entonces estaremos viendo una segunda vida del boom latinoamericano.
En la actualidad, más allá de los premios o críticas académicas, lo importante es que se sigue comentando de Macondo, seguimos compartiendo de Comala, mantenemos viva la casa de los Trueba.
La pregunta final no es si el ‘nuevo boom’ se banaliza, sino si logramos mantener viva la esencia de la literatura mientras es afrontada a un universo nuevo. Pero, al menos por ahora, parece que el realismo mágico y otras expresiones literarias tienen otra oportunidad de hechizar al mundo.
MD