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Obra incierta

Hasta que no retomemos nuestro camino de responsabilidad ética ante la sociedad, los arquitectos seguiremos contribuyendo a la incertidumbre que se vive en el desarrollo urbano.

Desde sus albores la ciudad moderna ha pretendido alcanzar la certeza del desarrollo y la planificación. Sin duda, en gran medida lo ha conseguido: basta con que miremos el plano de casi cualquier ciudad para percatarnos que prevalecen las trazas reticulares, en algunos casos esporádicos las formas circulares o radiales, y en los menos, formas sinuosas que siguen a la topografía con un orden claramente perceptible.

Pero del mismo modo como es evidente el orden de las ciudades, también podemos fácilmente darnos cuenta de que gran parte de las ciudades, como México, han crecido desordenadamente en sus periferias, lo que ha dado origen a zonas de notoria incertidumbre, lo que llamamos coloquialmente “arquitectura informal” y “asentamientos irregulares”.

La razón principal del crecimiento desordenado es el rezago entre la capacidad del Estado para decidir y ejecutar obras de urbanización, frente al crecimiento acelerado de la población. Muchos estudiosos afirman que la arquitectura informal no representa el problema de la falta de vivienda sino su solución.

Si matizamos esta afirmación nos daremos cuenta de su veracidad. La vivienda informal no es agradable estéticamente ni deseable en términos de eficiencia, sanidad y acceso a los bienes y servicios de la ciudad. Sin embargo, es el único recurso ante la falta de oferta habitacional.

En México, la mayoría de la población no es elegible para un crédito bancario ya que se encuentra marginada del sistema de seguridad social y su empleo es informal, lo cual no le da acceso a financiamiento. Todos los proyectos oficiales de vivienda dependen de financiamientos bancarios, a los que se accede mediante las aportaciones de los trabajadores a sus fondos de vivienda social, complementados por créditos subsidiados por el Estado.

¿Cómo accede a la vivienda oficial alguien que no cuenta con seguro social? Simplemente el trabajador informal está marginado del sistema financiero. Ante esta gran desigualdad, la opción para millones de personas es la invasión de terrenos agrícolas para construir viviendas precarias, que con el tiempo se regularizan y eventualmente consiguen acceso a la infraestructura urbana.

Desde mediados del siglo XIX, el economista inglés William Morris afirmaba que la desigualdad es peor que la pobreza. Entonces aún no existían las metrópolis de hoy, que son la materialización de las condiciones desiguales de vida.

Los arquitectos tenemos un impacto marginal en esta situación, ya que no estamos involucrados más que en una mínima parte de la construcción de la ciudad. Nosotros mismos hemos mirado hacia otro lado, y si quisiéramos ser parte de la solución a los grandes problemas de las ciudades subdesarrolladas deberíamos revaluar la propia educación y ejercicio de nuestra profesión.

Hasta que no retomemos nuestro camino de responsabilidad ética ante la sociedad, los arquitectos seguiremos contribuyendo a la incertidumbre que se vive en el desarrollo urbano, y seguiremos dejando desamparada a la población de bajos recursos que depende de la economía informal.

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Lorenzo Rocha
  • Lorenzo Rocha
  • arquitectonicos@gmail.com
  • Arquitecto mexicano y maestro en teoría crítica. Su interés se centra en el uso experimental del espacio. Autor de los libros Arquitectura crítica y Comunidad en obra, el más reciente.
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