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A lomo de burro, una biblioteca itinerante recorre los pueblos colombianos

Desde hace casi dos décadas, el 'Biblioburro' lleva la lectura a comunidades rurales del Caribe colombiano; el mágico viaje representa una experiencia educativa para niños y padres


Luis Soriano fríe patacones durante su visita a Chile, mientras cuenta cómo creó el proyecto, siendo profesor de una escuela rural en la localidad de La Gloria, a unas cuatro horas de la ciudad de Santa Marta, en Colombia. “El biblioburro nace por pura necesidad”, dice quien ha sido nombrado “héroe latinoamericano” por CNN.

En su pueblo un burro es como un taxi y hasta hace poco eran utilizados para cargar el agua y hacer las compras. Soriano decidió dar un uso diferente a Alfa y Beto, sus dos burros. Los cargó de libros y salió a difundir la lectura entre niños de localidades dispersas y golpeadas por la violencia. De manera autogestionaria, inició visitando unos 25 niños al mes y dejando sus propios libros prestados en hogares donde la lectura era algo impensable. Los 70 libros de su biblioteca personal se hicieron pocos y entonces El profesor, nombre con el que lo conocen en las comunidades y cómo lo llaman los niños, escribió una carta a un autor de renombre pidiendo una copia de su libro. El autor no solo donó varios libros sino que leyó la carta en un programa de radio y comenzaron a llegar las donaciones y los reconocimientos.

El trabajo de Soriano llegó incluso a oídos del presidente de Timor Oriental, quien lo invitó a hablar de su experiencia a los maestros locales. Biblioburro cuenta hoy con el apoyo de la Caja de Compensación Familiar del Magdalena y recibe además donaciones de particulares. Trabaja cada mes con unos 300 niños y sus familias, a través de una red de nueve biblioburristas que realizan jornadas de cine familiar al aire libre, cuentan con una biblioteca con sede física en La Gloria -más de cuatro mil títulos- y con un proyecto digital que pronto incorporará el idioma inglés.

Libros contra el hambre y la guerra

Henry Candanoza conoció al profesor hace siete años y decidió trabajar con él. Tenía “la chispa del servicio social”. Juntos lograron institucionalizar la experiencia al crear la Fundación Biblioburro y al iniciar Henry el programa Biblioburro digital, toda una revolución para habitantes de comunidades muchas veces analfabetas. “En esta zona se carece de tecnología y el computador es una herramienta que les permite a los niños conocer un poco más el mundo”, advierte. Decidieron hacer visitas llevando computadores portátiles a lomo de burro para localidades rurales y en transporte público para las localidades urbanas. Hasta 100 niños pueden reunirse en algunas de estas visitas. “El tema de la ciudad es que la gente que vive en pobreza extrema muchas veces no tiene ni siquiera qué comer, porque en el campo está la gallina, los huevos, la leche. Nosotros tratamos de llevarles un refrigerio, algo de comida, para contribuir y atraerlos”.

Actualmente Candanoza trabaja con un equipo en el diseño de un software interactivo para enseñar ecología, matemáticas, geografía. “Es como el profesor en el burro, pero enseñado de manera interactiva todas esas cosas”. El programa de inglés se llamará “Biblioburro Very Nice” y comenzará a funcionar en 2017 con la participación de voluntarios angloparlantes que se instalarán a vivir por unos meses en el área. “A nosotros nos escriben voluntarios de todas partes del mundo que quieren ayudarnos”, dice Henry. “Estas son cosas que a uno lo enriquecen personalmente. Este no es un trabajo que uno hace por dinero, porque no ganamos dinero con esto. Yo tengo mi trabajo en Santa Marta y el resto del tiempo se lo dedico a la fundación”.

En casi dos décadas de trabajo han visto los cambios positivos en la comunidad. “Ya son gente que deduce, que piensa, que tiene imaginación, que participa; cosas que no hacían hace 10 años —dice Soriano—. Hablan abiertamente, ya no tienen temor, porque estábamos muy oprimidos por los actores armados, vivimos desplazamientos, asesinatos, despojos de tierras”. Cuando niño, la biblioteca comunal de su pueblo lo ayudó a olvidar el hambre y por eso, para él, es vital mostrar a los chicos el mundo a través de los libros. Tan importante como las lecturas que lo han marcado, entre ellas Las mil y una noches y Cien años de soledad, son los dichos de su abuela y las historias orales que creció escuchando y que constituyen parte del “patrimonio intangible” de su cultura. Herramientas que utiliza a la hora de educar a los niños y para su vida cotidiana. Termina de freír patacones y se sienta a relatar cómo el loro de su infancia fue secuestrado en una localidad vecina y el alboroto que se armó cuando lo encontraron. La pequeña audiencia enmudece y se traslada a localidades similares al Macondo de García Márquez.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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