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La colección Soumaya de calendarios, en un catálogo

Refrendaron una forma de definir lo nacional, la belleza, el folclor, el cine, los hábitos de esparcimiento, la religiosidad, los mitos y otros rubros.

Menospreciados por la crítica durante muchos años, que los consideraba un arte menor, simples vehículos de publicidad, hoy en día a los calendarios mexicanos se les reconoce por su riqueza estética. Esto puede constarse en las salas que el Museo Soumaya les dedica en Plaza Loreto.

La exposición temporal Calendarios mexicanos tuvo tanto éxito que el recinto terminó por cederle tres salas permanentes. Además de los calendarios, se muestra una selección de pinturas, dibujos y fotografías originales, maquinaria y algunos materiales con los que se trabajaba.

Hace unos días, el museo editó el catálogo Calendarios mexicanos, libro de exquisito diseño que detalla el origen de este arte, coordinado por Héctor Palhares y Minerva Mogollán. En sus páginas, tanto el curador como otros especialistas se refieren a los artistas más destacados y las temáticas que abordaban. Entre sus colaboradores figuran Erik Velázquez, Gabriela Huerta, Ana Elena Mallet, Mónica López Velarde y Alfonso Miranda.

Aunque gran parte del material proviene de la compañía más influyente en el ramo de la industria del calendario, Galas de México —cuyo acervo fue donado a la Fundación Carlos Slim—, las piezas provienen también de otras colecciones. Esto ha permitido enriquecer una colección única en el mundo.

Palhares dice en entrevista que la tradición del calendario proviene desde fines del siglo XIX. “Con él nace una idea de lo modernizador del porfiriato al vincular la publicidad con el arte. Nació gracias a la visión del empresario español Ernesto Pugibet, dueño de la cigarrera El Buen Tono. Es el primero que tiene la idea de incorporar fotografías, albúminas, colodiones e imágenes de toda esta propuesta de desarrollo, para evidenciar ante la sociedad consumista mexicana la idea de un producto que puede ir a acompañada de un diseño artístico.”

A partir del primer tercio del siglo XX, el calendario se convirtió en lo que el especialista en historia del arte denomina “un portavoz de diseño artístico a escala masiva. Esto fue gracias a la visión de otro empresario español, Santiago Galas Arce, quien empezó con una imprenta muy pequeña. Pugibet le sugirió abrir una rama de su imprenta para imprimir calendarios. Luego de un temor inicial, decidió sumarse y, a partir de 1933, cuando se abrió el nuevo edificio de Galas de México, el negocio de los calendarios se convirtió no solo en el más importante para Santiago Galas, sino que su empresa se volvió la más importante de América Latina”.

Vibrantes imágenes

Algunos de los artistas que realizaron las imágenes de los calendarios tenían formación académica, explica el investigador. “Es el caso de Jesús de la Helguera, Eduardo Cataño y Jorge González Camarena, quienes pasaron por la Academia. Pero la mayoría no: eran pinceles con aptitudes invitados a trabajar en la empresa en calidad de obreros. Checaban tarjeta, se ponían un overol e iban al área de dibujo para hacer estas imágenes luminosas, que acabaron llegando a las masas de una forma mucho más intensa que la propia pintura mural.”

Palhares explica que los calendarios florecieron hasta 1970, “año de la muerte de Santiago Galas. Eso venía desde los 60, con la aparición de la fotografía Kodak, con la que el diseño artístico del calendario se vuelve un tanto obsoleto. Para los ochenta los calendarios eran memoria y comenzaron a convertirse en patrimonio artístico de una fábrica y de un país”.

La tradición de los calendarios, finaliza Héctor Palhares, “rompió con clases sociales y niveles socioeconómicos, se volvió el álter ego de lo mexicano. Los calendarios son, por demás, entrañables y ya arraigados en el imaginario nacional.”

El sentido más profundo de lo nacional

Al término de la Revolución mexicana, en las imágenes de los calendarios se acentuó “el sentido más profundo de lo nacional —indica Héctor Palhares—. Los artistas realizaron cientos de modelos que se venderían en calendarios especiales —o exclusivos de un producto— y de línea: imágenes de héroes y caudillos, mujeres con multicolores vestidos regionales, toreros y majas en el ruedo, fiestas y tradiciones nacionales, escenarios campiranos, imágenes deportivas o cómicas y estampas familiares o figuras devocionales. Mención especial es la galería de seductoras jóvenes o pin up girls que atrajeron la atención a lo largo de varias décadas”.

Las imágenes de los calendarios, finaliza el curador, “han perdurado en el imaginario de varias generaciones de mexicanos y refrendaron una forma de definir lo nacional, la belleza, el folclor, el cine, los hábitos de esparcimiento, la religiosidad, los gustos, la moda, los centros turísticos, la idea de la infancia, los mitos, las leyendas”.

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Xavier Quirarte
  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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