Cultura

La ansiedad por el estatus me desconcierta y descorazona: Enrique Villada

Entrevista por Porfirio Hernández

La literatura para mí es la puerta del conocimiento, la cultura, la belleza construida con palabras. Un camino gozoso a través de la intuición más fina de las personas que nos precedieron.

El poeta Enrique Villada Valeriano (Capulhuac, 1964) tiene siete colecciones de poesía y se ha ganado un lugar preeminente en el sistema literario mexiquense; su lírica, fiel a la contundencia y a su visión escéptica de las cosas, le ha ganado numerosos lectores, aunque no tantos como su obra merece. Han pasado 36 años desde que Villada publicó su primer libro, Estuario luminoso, en el Centro Toluqueño de Escritores.

Has dedicado gran parte de tu vida a escribir poesía y a explorar otros géneros, ¿por qué? ¿Qué te da la literatura?

La literatura para mí es la puerta del conocimiento, la cultura, la belleza construida con palabras. Un camino gozoso a través de la intuición más fina de las personas que nos precedieron. La literatura me educa en la contemplación de lo grande y lo pequeño, me incita a la crítica y a la inconformidad con lo monstruoso. Me permite viajar en el espacio, en el tiempo, al interior de mí mismo.

Intento practicar distintos géneros porque desde el primer libro que abrí, mi sed de aprender crece y crece. Intento decir, en distintas formas, lo que llevo dentro, pero una es la voz, mi género natural es la poesía.

Tu escritura ha recorrido un largo camino desde 1985, año de tu primer libro de poemas, ¿qué has descubierto en ella y cuánto has revelado de ti en ella?

Lo revelado es casi nada, pues cada persona es muchos mundos. Unos instantes luminosos apenas, una brizna de dolor, la zozobra, el asombro, los pasos de quien está a punto del derrumbe.

He descubierto que entre ser, tener o lo que digan de mí, elijo lo primero. Tal vez por eso he publicado poco, con un gran espaciamiento. Por ejemplo, en el cajón de sastre, tengo un libro abandonado desde hace quince años.

¿Qué condiciones te impones para escribir? ¿Puedes hacerlo bajo cualquier circunstancia? ¿Es la escritura un hábito en ti?

Mi hábito es la lectura lentísima. Me la paso rumiando como una vaca, despierto y dormido. Mi trabajo como maestro me roba tranquilidad y tiempo creativo y no es ningún aliciente para el arte. Aunque puedo escribir en cualquier momento y circunstancia, normalmente lo voy aplazando mientras resuelvo los problemas de la vida cotidiana. Vivo en una novela de Kafka por la burocracia indolente, “donde el mozo es igual que el amo, sin cerebro ni espinazo”. Escribo cada vez menos.

¿Qué estás escribiendo actualmente?

No, no estoy escribiendo. Voy borrando, desdibujándome un poco cada día. Pero le debo un libro a mi niño Balam, un libro que vibra en la punta de mi lengua.

Son tiempos de pragmatismo, ¿resientes en lo que tú escribes esos aires de urgencia productiva?

Me desconcierta y descorazona “la ansiedad por el estatus”, como dijera Alain de Botton, la feria de las vanidades donde no soy nada. Estoy lejos de todos los grupos, hace tiempo que no doy talleres literarios. Efectivamente, hay una urgencia productiva y una necesidad por el aplauso que me intimida.

¿En qué temas, formas o estilos prefieres no aventurarte al escribir?

Escribir, y en general crear, es caminar en la oscuridad, por ello es apasionante. Todos los temas y géneros me fascinan, implican un reto. Álvaro Mutis escribió, en una zaga de siete novelas, las Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. Octavio Paz escribió La hija de Rappaccini. Sería bueno adaptar en un libro para niños, en verso, el Popol Vuh o retomar una serie de poemas que abandoné, a partir de un poema de Rubén Darío. Hay tanto por hacer y la vida es tan corta... La poesía debe manifestarse para darle un mejor sentido a la vida.

Hablemos de tus influencias, ¿a quiénes no has dejado de leer desde tu juventud? Si no es el caso, ¿a quiénes consideras tus autores más cercanos o que han influido en tu manera de escribir?

Por mi oficio leo a los clásicos, entre más antiguos mejor, pero tengo a mis favoritos de todos los tiempos. Me gustaría leer el resto de mi vida La metamorfosis de Franz Kafka, Rojo y negro de Stendhal, las novelas de Dostoievski, la obra entera de Antón Chejov, estar en la guerra entre griegos y troyanos, entre hombres con aspiraciones de dioses, entre dioses con pasiones humanas, releer, de principio a fin, la obra de Efraín Bartolomé, de voz incontenible, inconfundible. Me demoraría hasta el último suspiro en El cantar de los cantares. Pero soy omnívoro y negligente.

¿A quiénes estás leyendo ahora?

Leo, sobre todo, ensayos, libros de distintos temas. Por ejemplo, Animales arquitectos de Juhani Pallasmaa, sobre animales que construyen desde hace miles de años. Otro libro sobre la vida y la obra, las aportaciones de distintos científicos al conocimiento del cerebro humano. Leo filosofía. Leo textos verbales y no verbales. Leo a médicos del cuerpo y del alma. Leo en el libro del mundo que Dios creó.

MMCF

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