Cultura

Golgo, el ensamblador de lo sagrado

Cultura pop

La obra del ilustrador mexicano está profundamente arraigada en su herencia cultural y en su admiración por la lucha libre.

Golgo es un artista e ilustrador mexicano, un hombre de misterio que se expresa detrás de una máscara. Su obra está profundamente arraigada en su herencia cultural y en su admiración por la lucha libre, especialmente como homenaje a Mil Máscaras, el gran héroe de su infancia. La máscara no solo vela su identidad y protege su anonimato, sino que también es una declaración estética y simbólica que conecta con sus raíces. 

Autodidacta, Golgo ha desarrollado un estilo único que fusiona arte clásico, cómics y futurismo. Su trabajo explora el espacio entre la ilusión y la realidad, abordando temas como la existencia, la fe, el cuerpo humano y su inevitable desgaste. Aunque a menudo malinterpretado como oscuro, su arte es en realidad una celebración realista de la vida y de la necesidad de vivir plenamente.

“Lo que hago es cabalístico y matemático. Planeo y calculo desde ahí”, afirma. En su universo simbólico, el seis funciona como coordenada secreta, como frecuencia personal que estructura su lenguaje artístico.

Este enfoque meticuloso y simbólico adquiere una dimensión crítica en el contexto actual. En un mundo donde la espiritualidad parece diluirse entre pantallas, códigos y algoritmos, la obra de Golgo irrumpe como una autopsia estética radical de la fe. Su serie Gemini Six, expuesta recientemente en Cuarto de Máquinas (una extensión de Galería Hilario Galguera), no fue una crítica superficial a la religión, sino una disección simbólica del cuerpo sagrado desde una mirada cibernética y futurista.

A través de una estética que entrecruza el hiperrealismo pictórico, el cyberpunk, la iconografía sacra y la cultura pop mexicana, Golgo propuso una relectura incómoda, poética y profundamente política de lo divino en la era de la automatización. El título Gemini Six alude a una de las primeras misiones espaciales en experimentar con inteligencia artificial, robótica y la integración de cuerpos artificiales en órbita. No es casual: Golgo vincula esta transición entre lo humano y lo instrumentalizado con su exploración de lo sagrado. Además, el número seis no es decorativo: es un dígito que lo persigue desde siempre.

Su búsqueda espiritual se remonta a la infancia, cuando creció rodeado de imágenes religiosas que prometían consuelo y redención. Sin embargo, al llegar a la adultez, comprendió que muchas de esas imágenes operaban más como mecanismos repetitivos que como verdaderos puentes hacia lo espiritual. Esta revelación lo llevó a buscar una nueva manera de entender lo sagrado, no envolviéndolo en la bruma del arte sacro tradicional, sino abriéndolo con herramientas prestadas de la ciencia ficción y la filosofía tecnológica.

“No hablo de una fe dogmática ni tradicional, sino de una fe en la imagen, en la posibilidad de que algo nos siga tocando, aún a través del artificio. La espiritualidad que propongo no se opone a la tecnología, sino que la atraviesa. Es una fe que sobrevive entre los escombros del código, en la contemplación de lo intervenido, en el silencio que se cuela entre las repeticiones. Una fe que no busca respuestas, sino presencia”, añadió

Esa presencia se materializa en las piezas de Gemini Six, que funcionó también como el escenario de una relectura simbólica. Las figuras —Cristos robóticos, vírgenes ensambladas, máscaras rituales con placas electrónicas— flotaban en un limbo entre lo humano, lo divino y lo maquínico. Fue desde ese umbral donde Golgo construyó un lenguaje visual que desestabiliza el dogma y expone la espiritualidad como un sistema replicable.

“Lo que propongo es un desmontaje reverencial, como quien abre un artefacto sagrado para entender su mecanismo interno. La perturbación es un efecto secundario, no el objetivo”, comparte

La máscara que porta como artista no es un disfraz, sino una declaración estética profundamente coherente con su visión del arte como umbral.

“La máscara me libera. En lugar de ocultarme, me revela. Hay una fe profunda en el anonimato, porque me permite hablar no desde un ego, sino desde un umbral simbólico”, explica.

Así, Golgo no se presenta como autor omnisciente, sino como un operador de imágenes, un ensamblador simbólico que habita territorios donde todo muta.

Su técnica pictórica, cercana al hiperrealismo, no busca imitar la realidad, sino construir una interfaz cargada de signos y códigos.

“Algunos elementos responden a obsesiones personales; otros son guiños abiertos al espectador. Me interesa que la obra funcione en distintos niveles, como una imagen sacra intervenida o una interfaz visual encriptada”señala

Esa obsesión por los símbolos no se limita al plano artístico, sino que se extiende a su vida cotidiana. Más allá del lienzo, Golgo habita un mundo cuidadosamente ensamblado. Es un coleccionista obsesivo, casi ritual. Reúne figuras de acción en escala 1/6 —desde los GI Joe de los años 60 hasta piezas hi-end de Hot Toys—, máscaras originales de lucha libre de los años 30 a los 70, y posee la colección más importante del mundo de parafernalia y objetos relacionados con Mil Máscaras. Su archivo personal es un museo secreto de símbolos, memorias e íconos masculinos que se cruzan con lo divino, lo pop y lo ficcional.

El coleccionismo también se manifiesta en el arte que lo ha acompañado. Reúne piezas de artistas que lo han marcado en su vida, adquiridas por oportunidad o destino.

“Cada pieza que colecciono está ahí porque dialoga con lo que soy”, dice.

Hoy, tras Gemini Six, Golgo sigue creando desde la fricción. Su práctica se alimenta del collage simbólico, la fusión de registros aparentemente opuestos: Ghost in the Shell, A Clockwork Orange, ópera barroca, arte medieval, la cultura visual mexicana. “Nuestra memoria funciona entre lo sagrado y lo pop, entre lo barroco y lo binario”. Aunque sus imágenes muestran un alma cableada, aún hay esperanza en su visión. Golgo no propone destruir lo espiritual, sino redibujarlo. Devolverle al espectador una imagen del alma intervenida, sí, pero viva.

“Golgo no pretende fricción, es un diálogo. Dogma enfrentando a lo contemporáneo, es absorción y actualización de un discurso que tiene que ser abordado desde lo actual, con nuevas herramientas, con nuevos horizontes. En ese sentido, el arte siempre es un lugar desde el cual la sociedad puede vislumbrar nuevas posibilidades a discursos obsoletos; es un proceso de renovación”, dice Fernando Vergara, director de Cuarto de Máquinas

La obra de Golgo nos recuerda que el arte, desde sus orígenes, ha sido inseparable de lo sagrado. En su universo simbólico, desmontar la espiritualidad no es un acto de destrucción, sino de revelación: disecciona lo divino con herramientas del arte, la ciencia ficción y la tecnología para ofrecernos nuevas formas de fe, atravesadas por el artificio pero cargadas de presencia. Su práctica como coleccionista ritual y ensamblador visual convierte cada objeto, cada imagen, en parte de una narrativa personal que conecta lo íntimo con lo universal. Aunque ha alcanzado éxito internacional y colaborado con marcas y museos de renombre, Golgo no pierde el foco: sigue anclado a sus raíces, a su infancia, a su ídolo Mil Máscaras, recordándonos que el verdadero poder del arte no está en el espectáculo, sino en la coherencia simbólica y espiritual que lo sustenta.

¿Quién es Golgo?

Golgo es un artista e ilustrador mexicano cuya identidad permanece velada por una máscara, símbolo con el que rinde homenaje a su herencia cultural y a la lucha libre, en especial a Mil Máscaras, su gran ídolo de infancia. La máscara no solo protege su anonimato, sino que le permite hablar desde un umbral simbólico más que desde el ego.

Autodidacta, comenzó su trayectoria en los años 90 en el arte urbano y el grafiti de Ciudad de México, moviéndose entre lo sagrado y lo profano, lo colonial y lo indígena. A lo largo de su carrera, ha desarrollado un lenguaje visual que fusiona el arte clásico, la cultura pop, los cómics, el hiperrealismo pictórico, el futurismo y la iconografía religiosa.

Fundador de Da-Flow Team Heavyweight Industries (DFTHWI), ha colaborado con marcas y artistas de talla internacional como Nike, Reebok, Adidas, FIFA, Maroon 5, la Picasso Foundation, Vans y, por supuesto, con el propio Mil Máscaras.

Desde su estudio Black Blood Studio, creado en 1999 y actualmente ubicado en Los Ángeles, Golgo produce una obra pictórica altamente técnica basada en el óleo, con influencias del arte europeo medieval y una constante exploración de temas como la espiritualidad, el dolor, la corporeidad y los límites entre lo biológico y lo artificial.

Su universo simbólico se extiende también al coleccionismo. Es reconocido por poseer la colección más importante del mundo de objetos y parafernalia relacionados con Mil Máscaras, además de máscaras de lucha libre originales de las décadas de 1930 a 1970 y figuras de acción en escala 1/6. También colecciona obras de artistas que han influido en su visión estética, ampliando así los cruces entre lo íntimo, lo espiritual y lo popular.

Golgo ha expuesto en museos y galerías internacionales como el Musée Picasso (París), el Museo Picasso (Barcelona), así como en Tokio, Estambul, Londres, Los Ángeles, Nueva York, Doha y Ciudad de México. Ha participado en muestras individuales y colectivas, ferias de arte y eventos globales como la Copa Mundial de la FIFA, además de intervenir en proyectos para portadas de discos, instalaciones inmersivas y arte aplicado.

Paralelamente, ha sido curador y conferencista en diversos foros culturales y académicos, promoviendo la reflexión crítica sobre el arte urbano, la propaganda visual y la estética pop contemporánea.

Su obra —entre la ciencia y la mística— propone una nueva lectura de lo sagrado, una reinterpretación simbólica de lo humano y un ejercicio estético donde lo trágico, lo tecnológico y lo espiritual pueden habitar el mismo plano.

PCL


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