Cuando tenía 40 días de vida, Yolanda Zamora empezó un viaje que la hizo no solo jalisciense, sino jalisquilla y, es posible, le mostró lo sublime. Había nacido en Mazatlán y en el camino hacia Guadalajara su madre pidió que pararan el coche, la envolvió en un pañal de manta de cielo y la zambulló en la orilla del Pacífico: “Para que nunca te olvides del mar”, le susurró.
Lo que ocurrió es que Yolanda nunca se olvidó de la belleza de las palabras. A mediados de los años 70 del siglo XX, cuando pocas mujeres ejercían el oficio, se volvió periodista. Y muy poco tiempo después, periodista cultural. Durante casi 40 años —parece que ese número es importante en la vida de Yolanda—, de lunes a viernes condujo el programa A las nueve con usted, en la XEJB, la radio pública de Jalisco. Antes había sido bailarina y tocaba instrumentos musicales. Más tarde fue narradora, cuentista, poeta… El programa continuó, diario, hasta 2024.
Quién sabe a qué horas, pero se dio tiempo para estudiar una maestría y un doctorado en Filosofía. En estos días, su programa La Passarola se escucha una vez a la semana en el Sistema Jalisciense de Radio y Televisión. Por su trayectoria, por esa que quizás empezó cuando conoció el agua del mar, este domingo Yolanda Zamora recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Ella dice que lo acepta, siempre y cuando el homenaje reconozca un trabajo colectivo detrás de su voz.
Haz dicho que este homenaje a tu trayectoria, más que para Yolanda Zamora es para un nosotros. ¿Quiénes son ese nosotros?
Son cientos de personas, colaboradores y radioescuchas. Estoy convencida de que una vocación encuentra sentido en las relaciones y en el servicio a los demás, no somos islas; si no tienes quien lo reciba, tu trabajo no sirve. Es falso aquello de que los periodistas debemos “tomar distancia de las personas”. No, no tomemos distancia, eso del periodismo objetivo no existe y más vale que nos hagamos conscientes.
El nosotros empezó hace más de 40 años, cuando el entonces director de la radio pública de Jalisco, la XEJB, Adrián Ruelas, me invitó a tener un programa. Aproveché el oficio que antes aprendí en otra estación de Guadalajara, Notisistema, donde cubrí de todo, incluso la nota roja, y aprendí el ritmo, la disciplina, la interacción con la gente.
En la XEJB empecé el programa de radio cultural A las nueve con usted, el 15 de enero de 1984. Juan José Arreola, mi gran amigo, me dijo: “Yolanda, no hay cultura que resista un programa diario de cultura”. Pero yo quería hacer una producción en la que el periodismo sirviera de enlace entre el público y los artistas, intelectuales, académicos; un espacio de colaboración. Tuve unos 300 colaboradores que hicieron suyo mi anhelo de llevar el arte y la cultura a toda la gente, no solo a la clase privilegiada.
Pienso en el doctor Fernando Carlos Vevia, que hablaba de temas como la mística española, El Quijote, La divina comedia; en Arnulfo Velasco, que hablaba de ópera. Cuando estudié la maestría y el doctorado en Filosofía, invitaba a mis maestros. He tenido colaboradores extraordinarios; con ellos el programa se reinventaba.
Uno de esos colaboradores fue nada menos que el cineasta Guillermo del Toro.
Sí, poco tiempo, debo decirlo. Antes de comenzar A las nueve con usted, cuando cubría información general, estudiaba alemán por las tardes. Entonces invité a mi maestra de alemán, la crítica de cine Annemarie Meier, a colaborar conmigo. Ella pertenecía al grupo Cine Crítica, que fue la génesis de lo que hoy es el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. En ese grupito estaban Guillermo del Toro y Jaime Humberto Hermosillo, director de la película Doña Herlinda y su hijo, que protagonizó Guadalupe [Gómez], la mamá de Guillermo. Así fue como me hice parte de Cine y Crítica.
Soy una periodista que hizo danza, tocó la guitarra y escribe cuentos y poemas. Cuando me preguntan cómo hago periodismo cultural, una de mis exigencias es la vivencia del arte y el cultivo del azoro que desvela la obra de arte.
¿Cuál ha sido tu mayor reto en esta trayectoria del periodismo cultural radiofónico?
Hablar del arte y de la cultura para todos, sin banalizarlos. Uno de mis maestros, el jesuita Jorge Manzano, decía que hay que comprender y compartir la Filosofía de tal manera que la entienda un vendedor de paletas. Lo mismo debe suceder con el arte.
Recuerdo a uno de mis colaboradores, el arquitecto Modesto Aceves; un día estábamos hablando del teatro Degollado y los radioescuchas llamaban para decir que nunca habían estado ahí. Organizamos que un fin de semana Modesto estuviera en el teatro, con ellos, para explicar la arquitectura del Degollado. Dijimos, si no conoces el Degollado, entra; es tu teatro… La ópera Carmen; había un público que no la conocía, pero si le dices que hay una gitana enamorada que busca su libertad, y le pones el aria “Habanera”, tienes una forma de comunicar la pieza para que la entienda cualquiera y para que sea memorable.
Ese era el reto, y yo lo pasé encantada.
¿Tienes la cuenta de la cantidad de entrevistas que hiciste?
¡Ay no! ¡Multiplica tú! Fueron casi cuatro décadas, desde 1984, de lunes a viernes. Tengo 40 cuadernos donde están los nombres de cientos de personas. Hay una pérdida de muchas de esas entrevistas, que no se archivaron ni se guardaron. Por ejemplo, las que hice con los cantautores Pablo Milanés, Vinicius de Moraes, Joan Manuel Serrat. A las nueve con usted se grababa con cintas de carrete abierto, que se reutilizaban.
Entrevistaste también a Juan Rulfo y a Gabriel García Márquez, pero te quedaste con ganas de entrevistar a Borges…
A Borges y a otros dos o tres. Amo a Borges —entre Cortázar y Borges, prefiero a Borges—; sus cuentos de los dobles. Pero finalmente sus libros y los libros de otros que ya no están siguen aquí, para que elijamos con quiénes queremos dialogar y a quienes queremos compartir, porque yo creo que cualquier actividad: un viaje, una comida, un estudio, los aprendes y los aprehendes en la medida en que los compartes; por eso yo les tengo que decir gracias a los radioescuchas, a los lectores, a los televidentes. Ya que estamos en Borges y este paraíso del libro [la FIL], como diría él, no es lo mismo leer un libro y disfrutarlo que leer un libro para compartirlo, porque así lo tienes que asimilar, dar cuenta de él y decirle al otro leamos este libro. Eso es lo que yo he hecho durante medio siglo.
Has leído muchos libros, pero sigues siendo fan de El Principito.
Sí. Mi padre me regaló un ejemplar cuando era chiquita y fue mi libro de la infancia. Es un reflejo de lo complejos, enormes y maravillosos que somos los seres humanos; las exigencias de la rosa y el hecho de que el Principito no puede con eso; el hombre que bebe porque le da vergüenza y al que le da vergüenza porque bebe; el zorro, que se niega a ser domesticado. Igual que su autor, Antoine de Saint-Exupéry, tengo la absoluta convicción de que una vida reflejada en el otro justifica nuestra existencia. He oído más de una vez que la gente dice yo no necesito a nadie. Yo sí, y me encanta.
"A las nueve con usted" estuvo al aire casi todos los días durante cuatro decenios, pero ya no existe. ¿Cuál fue el peso que no resistió?
Decidí alejarme durante la pandemia de covid-19. Durante el confinamiento hacía los programas desde mi casa. Tenía que escribir, entrevistar, grabar, editar y musicalizar. Me daban las doce de la noche, estaba agotada, pero continué. Luego, en 2024, llegó un momento en el que me sentí taaan cansada…
Les dije y me ofrecieron un programa semanal. La primera versión se llamó Conversando con Yolanda y duró un año. Ahora tengo otro, que se transmite los martes, a las 12 del día. Se llama La Passarola. Está inspirado en el aerostato que diseñó el jesuita científico Bartolomeu Lourenco de Guzmao. Y se inspira, también, en la novela Memorial del convento, de José Saramago, quien escribió que las voluntades humanas capturadas en esferas elevaban la nave. Mi voluntad humana quiere que los libros vuelen.
Esa misma voluntad ha transformado el periodismo cultural y la radio de Guadalajara. ¿Cómo es que el periodismo y la radio te han transformado a ti?
En todo. A mediados de los años 70 yo era bailarina y mi salón de danza estaba al lado de las cabinas de la XEJB. Un día les propuse hacer un reportaje sobre la vida en la sierra Tarahumara. Desde ese momento, la radio y el periodismo me empezaron a transformar. El entonces director de prensa de Bellas Artes de Jalisco, Cándido Galván, un señor ya mayor, me conoció e invitó: “Tú vas a hacer el primer noticiero cultural en la radio de Guadalajara”, me dijo. Se llamaba Panorama cultural; lo pasaban tres veces al día y duraba 15 minutos. “Panorama cultural. ¡Infórmese del acontecer cultural de Guadalajara!”. Que panorama de las artes gráficas: “Hoy se expone, bla, bla, bla”. Que panorama de las artes escénicas: “Hoy tenemos un curso de bla, bla, bla”. Que panorama de la Música: “La orquesta sinfónica se presenta en tal lado”. Como no había cartelera ni internet, nos fue muy bien.
Es importante contar que yo había crecido rodeada de libros. Mi padre tocaba el piano y el acordeón. Mi madre escribía. Cuando a comencé a hacer el Panorama cultural, pensé: “Qué barbaridad. He sido tan feliz con el arte que quisiera que todo mundo pudiera serlo. Así nació mi vocación de comunicadora de la cultura.
Hoy subrayo aquel anhelo y me siento doblemente comprometida. Creo que el arte, la cultura y la educación son los pilares en los cuales puede fundamentarse el amor por un país. Si queremos una transformación, tendrán que tomarse en cuenta el arte, la cultura y la educación.
¿Por qué es importante el periodismo cultural en momentos de desapariciones, violencias, calentamiento global?
El papel de todos los comunicadores es importante siempre. Imagínate el compromiso de quienes escriben sobre política y lo hacen con honestidad.
El periodismo cultural es importante porque trabaja con la materia prima del arte, de la cultura y de la recreación simbólica del mundo. Es una especialidad que requiere talento, inteligencia y sensibilidad para percibir el entorno y no pasar la vida mirándose los pies.
El periodismo cultural es importante porque es un enlace. En A las nueve con usted, mi objetivo fue poner en contacto directo al artista con el público; el periodista cultural es el enlace con lo trascendente. Así debe ser. Y hay que lograr que la gente, que toda gente, tenga la oportunidad de vivir el arte. Eso va más allá del poder y del dinero; la vida es muy breve para esas tonterías.
Hablando de lo trascendente, ¿cómo te imaginas, el periodismo cultural en los tiempos del TikTok?
Yo apenas me asomo a esas herramientas. Sería muy necia si te digo ay, qué malas herramientas, pero sé que el reto es el mismo de siempre, la ética. Estamos rodeados de mensajes fake que descontrolan en lugar de informar, sobre todo en el campo político.
También sé que la radio todavía sirve para informar. Y sirve para imaginar, porque cuando escuchamos mesa, cada uno tiene una mesa, una silla, una nube en su cabeza, que no son la mesa, la silla y la nube que otros miraron. La radio sirve para que el radioescucha sepa que existe; que su opinión vale tanto como la tuya, que su dignidad como escucha es la misma que la dignidad de quienes hablamos frente a un micrófono.
Esos son los valores que han guiado mi trabajo de más de cuatro décadas. Yo le apuesto al ser humano y a la construcción, con otros, de un mundo mejor.
¿Qué significa para ti el homenaje Fernando Benítez?
Es un gran honor, por la enorme figura de Fernando Benítez, quien abrió los senderos del periodismo cultural y supo hacer escuchar la voz, por ejemplo, de las comunidades indígenas antes borradas. Fernando Benítez es convocado a la FIL Guadalajara año tras año. ¿Qué tenemos que hacer? Leerlo porque es inspirador. Con él me hermana la vocación de compartir el patrimonio cultural de México, que es extraordinario. También la vocación de convencer a la sociedad para que diga "sí, lo recibo y lo resignifico”, como sucede con las juventudes. Me siento honrada de pensar en todos los que me han antecedido. No tengo una falsa humildad; este reconocimiento me fuerza a mirar el camino andado. Lo acepto. Este momento para mí es la plenitud. Eso sí, lo acepto en el nosotros; es la única forma de recibirlo. Yo siempre fui un nosotros.
LHM