El 28 de abril de 2008, José Emilio Pacheco, después de revisarla y corregirla, autorizó la publicación en el suplemento Laberinto de una crónica donde recuerda el comienzo de su amistad con Carlos Monsiváis. A cinco años de la muerte de Monsiváis (19 de junio) y en el 76 aniversario de JEP (30 de junio), el cartujo, conmovido, lee ese texto, de cual entresaca los siguientes párrafos:
"En la madrugada del domingo 28 de julio (de 1957) hubo el terremoto que echó por tierra 'el ángel', en realidad victoria alada, de la Independencia. No me reponía de aquellas impresiones [...] cuando el miércoles 31 recibí una llamada que me sobresaltó: Carlos Monsiváis me invitaba a colaborar en la revista Medio Siglo. Había leído mis textos en Símbolo, una publicación estudiantil de la Facultad de Derecho, y me citaba para que conversáramos por la tarde en el café de Filosofía y Letras. Pregunté: '¿Cómo puedo reconocerlo, señor Monsiváis?'. Respondió: 'Llevaré un clavel rojo en la solapa.' Escuché por vez primera su carcajada. Se reía del lugar común, de mí, de sí mismo".
Se hicieron amigos, recorrieron la ciudad, compartieron lecturas. Durante algún tiempo se les unió Sergio Pitol, "quien nos aventajaba en unos cuantos años de edad y en muchos siglos de conocimiento y oficio literario". Juntos formaron "una generación de tres personas". Un día, Pitol se fue de México y José Emilio y Monsiváis continuaron sus andanzas y su aprendizaje. Pacheco recuerda:
"Los cafés que ya no existen —el Kikos, el Chufas, el Palermo, el Sorrento, la Farmacia Elsa— resultaron el taller literario en que sin saberlo tomé clases particulares con Monsiváis. Teníamos el hábito, venturosamente abolido por los medios electrónicos, de leernos en voz alta nuestros textos. Yo escribía de todo y a todas horas. A diario le leía a Monsiváis versos, cuentos, notas, obritas de teatro. Nunca intentó corregirme ni me indujo a escribir como él. Solo me habituó desde un principio a la crítica".
Monsiváis —dice Pacheco— estaba "destinado a ser el gran narrador, el gran testigo del proceso brutal que convirtió a la Ciudad de México en el D.F., con todas las resonancias de horror y de pasión que evocan estas dos letras".
Y agrega:
"No podremos reconstruir en la memoria al México de la segunda mitad del siglo que terminó en 1991 sin la obra y la presencia de Monsiváis".
"No sé cuánto tiempo nos quede", reflexiona JEP en ese texto leído en 1998 en un homenaje al autor de Entrada libre, despidiéndose de él con un guiño a su primer encuentro, agradeciéndole su magisterio, su amistad.
"Quizá sólo volveré a verlo cuando entre en el infierno. Y entonces, como en el poema 'Aspasia' de Eugenio Montale, gritaré 'Carlos' a la primera sombra que sonría. Él, sin decir nada, seguirá caminando. Pero lo reconoceré por el clavel rojo en la solapa".
Queridos cinco lectores, con lluvia en el alma por las muertes de Jacobo Zabludovsky y Gustavo Sáinz, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.