La unidad básica del diseño arquitectónico es el muro: se trata del elemento ineludible de cualquier proyecto. El muro, salvo que sea de un material monolítico como el concreto armado, se compone a su vez de bloques más pequeños, que pueden ser ladrillos, piedras, adobes y otros menos convencionales como cactus, tablados, alambradas, botes o láminas.
En los días recientes hemos escuchado hablar en exceso de muros en sentido político. El primer sábado de octubre, el cantante inglés Roger Waters dio un concierto gratuito en el Zócalo de la capital mexicana. Allí leyó una carta dirigida al presidente Enrique Peña Nieto donde dijo: “Señor presidente: la gente está lista para un nuevo comienzo. Es hora de derribar el muro de privilegios que dividen a los ricos de los pobres”. Waters ha tomado los muros como bandera política desde que lanzó en 1979, con Pink Floyd, el álbum The Wall.
El músico ha hecho campaña contra los muros que dividen a la población, como el de Berlín en 1989 y, más recientemente, en contra del muro que divide a Israel y Palestina en Gaza. Su frase “Al final no somos más que otro ladrillo en la pared”, ha permeado en el lenguaje popular de toda una generación.
Sin duda el muro que más afecta a nuestro país es el que divide nuestra frontera con Estados Unidos. Se extiende a lo largo de 930 kilómetros, existe principalmente en zonas urbanas fronterizas, como Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El Paso, pero también abarca grandes extensiones de territorio rural en la frontera que divide los estados de Chihuahua, Tamaulipas y Coahuila, de Arizona, Nuevo México y Texas del lado estadunidense. Tomemos en cuenta que la línea fronteriza mide 3 mil 200 kilómetros de longitud y que en la mayor parte de ella ambos países están separados por el río Grande, que es una barrera geográfica natural que define nuestra frontera norte desde Ciudad Juárez hasta Matamoros, donde desemboca en el Golfo de México.
El uso político del muro entre los dos países, la piedra angular de la campaña presidencial del candidato republicano Donald Trump, es una promesa vacía, ya que la construcción del muro —o, mejor dicho, su finalización— no serviría para frenar la inmigración ilegal hacia el país del norte, como ha sido hasta ahora. En todo caso, dicho problema humanitario se debería solucionar acabando con la corrupción de ambos lados de la frontera, persiguiendo a los traficantes de personas y a quienes los emplean en condiciones de extrema explotación. De ese modo, se podría retirar la parte de muro que existe, que separa a familias enteras y causa daños ecológicos significativos a especies animales como el ocelote y el borrego, que no pueden ya transitar por su hábitat natural en busca de alimento y refugio.