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Coatlicue: la diosa madre de nuestros ancestros

El monolito azteca de la Coatlicue es representación artística del mito prehispánico de la madre y la fertilidad; desde que fue descubierto se le calificó como una monstruosa obra maestra.


La palabra Coatlicue significa “la de la falda de serpientes”. En la mitología azteca, es la diosa de la fertilidad, patrona de la vida y de la muerte, guía del renacimiento, la madre de Huitzilopochtli. También recibió los nombres de Tonatzin, “nuestra madre venerada” y Teteoinan, “madre de los dioses”.

El conocido monolito-escultura en piedra de Coatlicue se encuentra en el Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México. Es la feroz imagen de una mujer usando una falda de serpientes, tiene los pechos caídos en representación de la fertilidad y un collar de manos y corazones humanos que fueron arrancados de las víctimas de sus sacrificios.

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Se pueden ver serpientes por todo el monumento y otras sustituyendo partes de la anatomía de la mujer. Tiene garras de águila y la cabeza es sustituida por dos serpientes que se encuentran, símbolo de la dualidad que al crearse dio inicio a todo el universo; otra referencia serían las coyunturas enmascaradas con rostros. En la base, fuera de la vista del visitante está el dios de la Tierra Tlaltecuhtli, sosteniendo dos cráneos en las plantas de los talones de la diosa.

[OBJECT]El monolito de 24 toneladas de peso y 2.5 metros de altura fue hallado el 13 de agosto de 1790 en donde hoy hacen esquina las calles de Pino Suárez y Corregidora, a un lado del Palacio Nacional, en la esquina sureste del Zócalo capitalino, entonces Plaza Mayor. Ahí se encuentra una placa conmemorativa.

El descubrimiento provocó inquietud en la población indígena y las temerosas autoridades novohispanas la interpretaron como una señal adversa. Por ello decidieron enterrarla bajo el claustro de la Universidad Pontificia de la Ciudad de México, donde permaneció hasta que Alexander von Humboldt, en su visita a Nueva España, pidió verla en 1804, pero inmediatamente volvió a ser enterrada al considerársele aterradora y profana.

Fue desenterrada en definitiva hasta finales de la década de 1830, una vez lograda la Independencia. Fue trasladada a la Catedral y empotrada en uno de sus costados (el que da actualmente a 5 de Mayo). Con la invasión francesa, Maximiliano la mandó colocar en la entonces Casa de Moneda que poco después sería el Museo Nacional de las Culturas, a un lado del Palacio Nacional. Se le consideró una “monstruosa obra maestra”, la cual, finalmente, fue trasladada al Museo Nacional de Antropología, inaugurado en 1964.

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El mito

Coatlicue era madre de los Centzon Huitznáhuac (los cuatrocientos surianos), dioses de las estrellas del sur, así como de la diosa Coyolxauhqui, que regía sobre sus hermanos. Estaba viviendo en el cerro de Coatepec, donde hacía penitencia. Una vez, mientras barría, cayó del cielo un hermoso plumaje que ella recogió y colocó en su seno. Cuando terminó de barrer, buscó la pluma que había guardado, pero no la encontró. En ese momento, quedó embarazada con el dios Huitzilopochtli.

El embarazo misterioso ofendió a sus hijos, los cuatrocientos surianos Centzon Huitznáhuac, quienes instigados por su hermana Coyolxauhqui decidieron matar a su deshonrada madre. Así lo quisieron, pero ya engendrado en el vientre de la diosa, Huitzilopochtli nació armado completamente y acabó con sus hermanos y hermanas estrellas. Cortó la cabeza de su hermana Coyolxauhqui y la arrojó al cielo donde se convirtió en la Luna, mientras el cuerpo desmembrado rodó hacia el pie del cerro.

Ese relato quedó representado en el Templo Mayor del recinto ceremonial de Tenochtitlan, historia, arte y mito de la venerada madre de los dioses de nuestros ancestros.


AG

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