"Un guerrero", así se define cuando uno le pregunta el por qué ha hecho suya la frase de Colosio: "Vengo de la cultura del esfuerzo". Justo al terminar uno de los ensayos de una temporada preparatoria de estudio para retornar a La Scala de Milán, el tenor Ramón Vargas toma el teléfono y se permite —cosa rara— rememorar cuando en el local en el que su padre vendía quesos imitaba las voces de Pedro Infante o de Javier Solís. Años antes de que terminara cantando en el MET de Nueva York o, no imitando, pero sí sustituyendo al propio Luciano Pavarotti o a Alfredo Kraus en óperas como Werther, La Bohéme o La Traviata.
¿Cómo pasó del coro de la Basílica de Guadalupe a las ligas mayores de la ópera?
Empezar en el coro infantil fue una experiencia que me dejó marcado para toda la vida. Si no hubiera sido parte del coro desde los 9 años tal vez no hubiera descubierto mis capacidades canoras, o tal vez sí, pero definitivamente esa ventana me abrió un horizonte que nunca me imaginé. A los 18 años me encontré al maestro Antonio López y me encaminó a hacer lo que me gusta: la ópera, pero entendí que no la tenía fácil, que iba a tener que trabajar muchísimo, luchar como un guerrero. [OBJECT]
¿Era aún más complicado porque no venía de una familia de artistas?
Nadie se dedicaba a las artes, yo soy el único loco. En mi caso, tenía algunos parientes que fueron cantantes, mi madre me cuenta de algunas tías que cantaban en el pueblo, pero no profesionalmente, se dedicaban a amenizar fiestas, bodas. Lo más cercano que tenía a la música era cuando mi padre o mis hermanos escuchaban a José Alfredo Jiménez, Agustín Lara o más recientemente a Armando Manzanero. ¿Quién no ha tratado de conquistar a alguien con alguna de sus canciones, pues ya bien decía Kissinger que el talento es un gran seductor (risas). Armando tiene talento para regalar.
Y ahora, a 22 años de debutar en el teatro milanés, regresa a La Scala.
He estado aquí en Italia preparando dos recitales. El 26 y 29 de agosto, y el 2 de septiembre me presentaré con la ópera La Bohéme, de Giacomo Puccini; posteriormente, el 6 de septiembre, presentaré otro acompañado por un piano, para éste he estado eligiendo repertorio. El 19 de octubre, en Turín, haremos un concierto a favor de la fundación Fondo Memorial Eduardo Vargas, que reúne recursos para niños y jóvenes con parálisis cerebral en México.
Recurrentemente participa en conciertos de beneficencia, como el que ofrecerá en el Centro Cultural Roberto Cantoral el 17 de junio.
Nos hemos juntado un grupo de personas físicas y morales con la asociación civil Pro Ópera, para así realizar este concierto íntimo; lo recaudado se destinará para organizar otros conciertos de ópera. Creemos que estamos muy acostumbrados a que todo lo que tenga que ver con cultura lo tenemos que recibir, y sobre todo a que sea dado u organizado por el gobierno. En México no tenemos esa cultura del mecenazgo, por ejemplo. O pagamos lo que sea por un boleto de Lady Gaga pero el de la ópera lo queremos regalado.
¿Pero es solo apatía?, ¿no hay también un desconocimiento? Hay gente que cree que la ópera es solo para cierto público de alta cultura.
Claro, también debe ser parte de nuestra tarea como sociedad el que la gente aprenda, entienda, que lo que puede producir la voz humana es superior a lo que puede producir algún instrumento musical por más bueno que sea el instrumentista. En Campeche, en una visita por varias comunidades, me presentaron un coro y un niño me preguntó a qué sonaba un tenor, le canté unas líneas y quedó sorprendido, me dijo que no sabía que se podía hacer eso con la voz. Necesitamos acercar la ópera a la gente, combatir esa idea de que este tipo de arte es solo para un público en específico.
Estuvo al frente de la Ópera de Bellas Artes ¿Con recortes presupuestales y casos de desvío de recursos, cómo lograr una política cultural que cree un público más activo?
Creo que la responsabilidad civil es lo que va a lograr la coherencia cultural en nuestro país, cuando se sepa que la cultura no es un regalo. Tenemos un ejemplo, Estados Unidos, donde la cultura es nueva, sin embargo, sí existe una tradición de compromiso social. Los teatros se mantienen en su mayoría del dinero privado, el gobierno solo les proporciona el 4 por ciento de su presupuesto. Además, el gobierno también da incentivos fiscales para que a la gente le convenga ofrecer ese dinero. Es una combinación, porque también es la gente que apoya y participa. Hay voluntarios que trabajan en la ópera, reparten propaganda o recogen a los artistas en el aeropuerto y con ello acceden a un espectáculo en el MET, por ejemplo. El recital en el Roberto Cantoral tiene como finalidad divertirnos pero también demostrar que la sociedad debe participar en el desarrollo del arte en el país.
¿Tiene algún gusto culposo?
Siempre he creído que hay dos tipos de música: buena y mala. Hay música popular buena y música clásica mala. Por ejemplo, de la música popular hay artistas que me gustan, como Lady Gaga, aunque parezca una copia de Madonna. Hubo un periodo en que fui gran fan de Juan Gabriel, él fue un gran baluarte durante los ataques anglosajones que estábamos viviendo con los McDonald's y toda esa forma de vivir estadunidense. Le puedo decir lo que no me gusta: el rap, no me identifico con este tipo de música. También me cuesta trabajo la música norteña, porque si no cantas ese tipo de música con el característico sonido norteño pues no tiene ningún valor.
¿Con quién de las estrellas de la música popular se aventaría un "palomazo"?
Con Luis Miguel (risas). A pesar de lo que dicen, para mí tiene una hermosa voz, es un gran intérprete. Pero bueno, son solamente como ideas y sueños, aunque no estaría mal el experimento de cantar con él.
¿Hay algo que le haya robado la voz?
Todos los que nos dedicamos a esto hemos pasado por crisis, de vida, existenciales, y la voz es algo tan íntimo que por eso es tan frágil. No me sorprende cuando alguno de los colegas pierde la voz porque está sufriendo la muerte de algún ser querido o una separación, porque el canto es el instrumento musical que cargamos. Y también está lo físico, así como un futbolista sufre de torceduras, nosotros enfrentamos ronqueras, alergias...
Pero metafóricamente hablando, ¿hay algo que la haya robado la voz?
Metafórica y literalmente hablando. Cuando tenía 22 años empecé a perder el gusto por cantar, no sabía si dedicarme a esto, no me aceptaba como un cantante profesional. Lo más fuerte fue lo que vino con la muerte de mi primer hijo, estuve lejos de los escenarios un tiempo y es que cantar no los es todo en la vida, la familia es importante. Los humanos somos como un rompecabezas en la que todas las piezas son importantes. Cada quien pone lo que más le importa en el centro y cuando se trastoca pues se tambalea todo lo demás.