Antes que escritor, el colombiano Gabriel García Márquez fue reportero. La larga carrera de Gabo en el mundo de la literatura y las letras nació en la redacción de El Espectador en 1947, cuando el escritor publicó su primer cuento en el suplemento de fin de semana del diario colombiano.
Como reportero para El Espectador, Gabo llegó a la historia detrás de Relato de un Naúfrago, una de las obras más famosas del escritor, cuando el editor José Salgar le pidió a Márquez cubrir la noticia de Luis Alejandro Velasco, sobreviviente de altamar durante diez días, que en 1995 llegó a Colombia, según el libro Gabo, periodista, editado por el Fondo de Cultura Económica.
El escritor utilizó la información más periodística de la historia -pues el bote del naufragio llevaba contrabando- como pretexto para hacer entrega de textos con una narración más literaria. "Gabo llegó a aprender periodismo conmigo porque decía que la literatura no daba nada de plata y que el periodismo al menos le brindaba un puesto (y un sueldo) permanente", relató Salgar en la publicación.
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Aunque primero fue reportero en el periódico El Universal y El Heraldo, la plataforma periodística de Gabriel García Márquez fue en El Espectador, en donde fue corresponsal en Ginebra para la Cumbre de 1955, en la que se reunieron los gobiernos de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia para tratar de solucionar el conflicto nuclear de la Guerra Fría.
Luego del cierre de El Espectador, Márquez se quedó en Europa y comenzó a escribir El coronel no tiene quien le escriba, que concluyó en 1957, pero la falta de recursos económicos lo obligaron a regresar al periodismo en la revista colombianaCromos, en donde publicó la serie de reportajes Noventa días en la cortina de hierro, en donde relata sus experiencias por Alemania, Checoslovaquia y la Unión Soviética.
Ese mismo año, Gabo se trasladó a Caracas, en Venezuela, para colaborar en las revistas Elite, Venezuela Gráfica y Momentos, en donde realizó textos políticos contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez en 1958.
Luego de que Batista saliera de Cuba y la Revolución triunfara, Gabriel García viajó a la isla, por invitación de Fidel Castro y como corresponsal de la agencia de noticias Prensa Latina, para cubrir la Operación Verdad, una conferencia de prensa en la que se buscaba clarificar los pormenores de la revolución. La estancia de Gabo en Cuba duró seis meses.

Tras una breve temporada como corresponsal de Prensa Latina en Nueva York, Gabo viajó a México en 1961 para trabajar en las revistas Sucesos y La familia. Durante esta etapa, aún como periodista, Márquez comenzó una relación amistosa con personajes como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco.
Fue en México que Gabo dejó la prensa y se incorporó a la literatura de tiempo completo. Trabajando en la agencia publicitaria Stanton, en la que colaboraba con Carlos Fuentes, comenzó a hacer guiones de cine como el de la película El gallo de Oro, adaptación de un cuento de Juan Rulfo, y Tiempo de Morir, del cineasta mexicano Arturo Ripstein. Aunque Márquez dejó la nota diaria, nunca dejó del todo el periodismo.
Gabo y su percepción del periodismo
Durante su participación en la 52 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, Gabriel García Márquez definió su pasión y el puntero de su vida literaria, el periodismo, como "el mejor oficio del mundo", ese que nunca dejó de practicar, como columnista en El País y como asiduo lector de la prensa internacional.
La profesión de periodista, tan odiada como reconocida por el escritor, lo llevó a ser arrestado por la policía francesa e incluso quedarse encerrado con el papa Juan Pablo II en su biblioteca privada, porque el pontífice no lograba abrir la cerradura, confiesa el periodista en un artículo publicado en El País el 8 de abril de 1981.
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"No asisto nunca a actos público ni a reuniones multitudinarias, no he dictado nunca una conferencia, no he participado ni pienso participar jamás en el lanzamiento de un libro, les tengo tanto miedo a los micrófonos y a las cámaras de televisión como a los aviones, y a los periodistas les consta que cuando concedo una entrevista es porque respeto tanto su oficio que no tengo corazón para decirles que no", escribió en El País.
Pero su receloso interés por alejarse de los reflectores no le impedían consumir, practicar e incluso impartir el periodismo.
Su interés en mejorar la calidad del periodismo lo llevó, junto con su hermano Jaime y el economista Jaime Abello Banfi, a iniciar la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en octubre de 1994, en Cartagena de Indias, Colombia.

La Fundación inició con un grupo de periodistas, encabezados por Márquez y dirigidos por Tomás Eloy Martínez, que generó talleres de periodismo para pulir el estilo narrativo, fomentar sentidos de ética profesional y aspectos variados como las funciones dentro de una redacción y el uso de la grabadora.
En julio de 1995, Márquez impartió en el diario colombiano El Heraldo, de Barranquilla, uno de los doce talleres de reportaje y narración periodística que dio a jóvenes periodistas, de menos de 30 años, al inicio de la Fundación.
Aquella vida de periodista, en donde la noticia escapa a la redacción y recae en el interés del reportero, lo siguió por siempre.
El 7 de octubre de 1996, Gabo dijo al término del discurso que dirigió a miembros de la prensa internacional: "Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente".