En los últimos 12 años en León se ha registrado una disminución clara en el número de pandillas que operaban en la ciudad de mil 200 pasaron a 328 -sumando a más de 7 mil 300 integrantes-, y de estas, 40 tienen vínculos con el crimen organizado.
Informó en entrevista con MILENIO, el director de Prevención del Delito y Participación Social, José Moisés Herrera Saldaña quien reconoció que las pandillas que mantienen vínculos con el crimen organizado, se les relaciona en actividades delictivas como tráfico de drogas -consumo y venta-, posesión de armas o delitos de alto impacto.
"Del estudio que se hizo hace 12 años de mil 200 pandillas, solo cuatro acreditaban algún vínculo con delincuencia organizada, en el estudio reciente que tiene el Instituto de Juventud, refieren que hay 40 pandillas”, explicó.
Dijo que aunque hoy las pandillas representan un fenómeno en menor en cantidad, son de mayor riesgo debido al tipo de actividades que están realizando y son un riesgo elevado para la seguridad de los jóvenes y de la comunidad.
“Las pandillas surgen por territorialidad e identidad; hoy el entorno cambió y también cambió la forma en que los jóvenes buscan pertenecer a algo”, agregó Herrera Saldaña.
Atribuyó la reducción de pandillas en León, a la ejecución de estrategias de prevención, acompañamiento y transformación social; mientras que los vínculos que han detectado de pandillas con el crimen organizado hoy “necesitan una intervención focalizada y permanente”.
Pero además de esta baja de pandillas en León de acuerdo a Herrera Saldaña también se refleja en los reportes al 911, donde las riñas y enfrentamientos entre pandillas dejaron de ser una de las principales causas de llamada de emergencia.
Ya que actualmente, las llamadas se concentran en hechos de violencia intrafamiliar, escándalos en la vía pública y consumo de sustancias, reflejando un cambio en los patrones de conflicto social de la ciudad.
“Hace 12 años, las riñas campales eran la principal causa de llamadas; hoy ni siquiera figuran entre las diez primeras”, señaló Herrera Saldaña.
Esta transformación responde a varios factores, entre ellos la expansión urbana, que diluyó la identidad territorial que antes definía a los grupos juveniles.
“Las pandillas eran grupos con identidad geográfica, de colonia, ahora en las zonas nuevas ya no se identifican agrupaciones, aunque en las históricas aún persisten”, explicó.
Zonas de pandillas en León
La Secretaría de Seguridad, Prevención y Protección Ciudadana de León, entre las zonas que aún tiene detectada actividad de pandillas o riesgo, e incluso reincidencia es Duarte, San Felipe de Jesús, Hacienda Echeveste, León II, Cerrito de Jerez, Cerro Gordo y El Coecillo.
De las casi mil 700 colonias y 700 comunidades rurales de León, 42 colonias concentran más de una tercera parte de las intervenciones policiales, donde se implementa de manera focalizada el programa de prevención del delito, que lleva cuatro años en marcha.
Esta estrategia incluye intervenciones integrales, atención psicológica, acompañamiento a jóvenes en situación de riesgo y actividades recreativas para fortalecer la cohesión social.
Atención individual a integrantes de pandillas
De acuerdo al director Salvador Toledo Muñoz del Instituto Municipal de la Juventud (IMJU) de León, las 328 pandillas activas suma a 7 mil 339 jóvenes, ubicados principalmente en las zonas de Cerrito de Jerez, Cerro Gordo y Coecillo.
Explicó que el Programa Lobo el cual desde hace 28 años atiende esta problemática, ha sido fundamental para la disminución de pandillas en el municipio, el cual ha evolucionado desde un enfoque de intervención grupal hacia un acompañamiento individualizado, con talleres, orientación educativa y vinculación laboral.
En lo que va del año ya han intervenido 20 grupos en las delegaciones Del Carmen, San Juan Bosco y Cerro Gordo, trabajando con jóvenes en la elaboración de su plan de vida.
“Hoy las bandas no desaparecieron, sino que redirigieron sus sentidos, se transformaron en espacios de encuentro donde los jóvenes buscan alternativas positivas de desarrollo”, señaló Toledo Muñoz.
Cambió el sentido de pertenencia por conductas delictivas
Bryan Emmanuel Segura Rojas, encargado del centro de rehabilitación Casa San Juditas, explicó que las pandillas actuales ya no buscan convivencia, sino que muchos jóvenes solo se involucran en conductas peligrosas, generando violencia y desintegración social.
“Ahora hay más violencia y consumo de drogas. Muchos jóvenes se apartan de esa vida por miedo o por la droga misma. La desintegración social y las nuevas formas de violencia han transformado estas dinámicas”, dijo.
Luis Ángel N., de 24 años, se unió a una pandilla cuando tenía 14 años en la colonia 10 de Mayo una de las más conflictivas de León.
Relata que la pandilla le ofreció un sentido de pertenencia, pero también lo involucró en robos y persecuciones..., hoy, casado y con tres hijos, considera que la familia reemplaza a la pandilla como núcleo de apoyo.
“Cometí robos, persecuciones y muchas cosas por agradar a otros”, como interno en el centro de rehabilitación Casa San Juditas, reconoce que fueron “los peores años” de su vida.
“Antes prefería a la pandilla. Hoy entiendo que pertenezco a mi familia, no a ellos”, dice convencido de que sin el anexo probablemente estaría muerto sin profundizar en lo que ha hecho.
Por su parte Germán Andrés N., de 34 años, ingresó a una pandilla en la colonia La Perlita a los 12 años y ha consumido drogas durante 22 años. La violencia y la adicción le hicieron perder a su familia, pero ahora busca recuperar vínculos familiares y rehacer su vida.
Recuerda que el grupo se dedicaba a vandalizar camiones, asaltar transeúntes y robar casas.
“Eso era pertenecer a una pandilla, no era jugar fútbol”, admite.
Recordó que:
“Desde los cinco años veía a mi padre consumir y mi hermano vender -droga-. Yo crecí con eso”, y eso lo llevó a perder a su familia.
Edgar N., de 23 años, se unió a los “Criminales” de Brisas del Campestre a los 12 años. Esa colonia es identificada por las autoridades de León dentro de los focos rojos por el alto número de homicidios.
Asegura que la pandilla desapareció tras intervenciones policiales, evita comentar los vínculos que tenían. Hoy dice que busca simplemente “estar bien y recuperar lo que perdió”.
Pandillas virtuales: Antes las reuniones eran en la calle hoy son en línea
En la actualidad, las formas de pertenencia han cambiado, la urbanización, la inseguridad y la falta de espacios de convivencia han trasladado esa necesidad a entornos virtuales.
“Los adolescentes de hoy crean comunidades en videojuegos en línea, donde su identidad se construye en interacción con amigos de otros países o ciudades. Aunque estas comunidades pueden ser positivas, también representan un riesgo cuando se cruzan límites de confianza, como compartir datos privados o realizar conductas de riesgo a solicitud de otros”, explicó la especialista en psicología, Karina Nayeli Torres.
Desde la psicología del desarrollo, esto responde a la búsqueda de identidad digital, una extensión del mismo deseo de pertenencia que antes se expresaba en la calle, pero ahora se manifiesta en plataformas virtuales.
Karina Torres subrayó que los padres y cuidadores deben estar atentos a señales emocionales y conductuales que indiquen que un adolescente está viviendo presión negativa por parte de un grupo: cambios drásticos en el comportamiento, como aislamiento o agresividad, incluso el abandono de intereses previos, sustituidos por la dedicación total al grupo. Respuestas emocionales extremas ante la posibilidad de ser rechazado. Aceptación de riesgos (robar, mentir, compartir información privada) con tal de no quedar fuera.
“Cuando un adolescente siente que vale solo en la medida en que su grupo lo acepta, hablamos de una fragilidad emocional que puede marcarlo de por vida. La supervisión y el acompañamiento psicológico son clave para equilibrar esa necesidad natural de pertenencia con un desarrollo sano y seguro”, advirtió Torres.
La especialista enfatizó que el acompañamiento no debe convertirse en prohibición absoluta.
Comentó que el sentido de grupo es un motor para el crecimiento humano, todos necesitan pertenecer, incluso en la vejez; pero en la adolescencia, esa búsqueda de identidad es tan fuerte que, sin acompañamiento, puede derivar en la integración a pandillas que lastimen su desarrollo psicológico y emocional.