En el cementerio municipal de Tampico, la belleza de la arquitectura funeraria lucha por sobrevivir al paso del tiempo. Sus esculturas y mausoleos aún susurran historias, pero el tesoro artístico se desvanece lentamente en medio del olvido.
Hoy, encapsulado por la mancha urbana y convertido en una isla de silencio en medio del bullicio citadino, el panteón sufre el deterioro de su patrimonio edificado, donde predominan estilos art nouveau, clásico y art decó en los sepulcros.

Inaugurado en 1908, el camposanto alguna vez fue uno de los cinco más sobresalientes de México gracias a la elegancia de su arte y la fusión de culturas y tradiciones que hicieron de él un sitio singular.
En este cementerio y en el contiguo de La Trinidad reposan generaciones de tampiqueños junto a familias de origen italiano, francés, inglés, árabe, español, chino, japonés, coreano, ruso, holandés, irlandés y estadounidense.
Y es que Tampico, por su condición de puerto, ha sido paso y destino de migrantes de diversas partes del mundo, especialmente durante la época del auge petrolero.

Esculturas y estilos que cuentan historias
Esculturas de ángeles, vírgenes y mausoleos construidos por los hermanos Biagi con mármol de la mina de Carrara —el mismo material usado en obras renacentistas como La Piedad, de Miguel Ángel— forman parte del arte sacro que le da su valor cultural.
“Llegó a estar entre los cinco más sobresalientes de México por las características de su arte funerario; sin embargo, ya no se encuentra en esa posición debido a su progresivo deterioro”, señala Antonio Corona Aceves, restaurador artístico.
El especialista en arte funerario llama a rescatar el patrimonio edificado que guarda el sueño eterno de quienes allí moran, como la réplica de la escultura La Piedad —que representa a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Jesús después de la crucifixión—, ubicada en la tumba de Vicente Villasana, fundador del periódico El Mundo.
“Tenemos un pedazo de Italia en Tampico y muchos estilos arquitectónicos de influencia internacional; nuestro cementerio se convirtió en un museo al aire libre, pero lo estamos perdiendo. Debemos hacer un catálogo de todo ese valor artístico y rescatarlo, preservar esa riqueza y mostrarla al turismo”.

Deterioro y olvido
Afirma que por mucho tiempo ese tesoro se desaprovechó y que Tampico salió del top de los mejores cementerios patrimoniales del país, de acuerdo con una investigación de la UNAM. “Ya no aparece el nuestro; no hemos sabido apreciarlo, los mismos ciudadanos lo tenemos muy abandonado”.
Ese tipo de arte funerario requiere cuidados especiales en una zona como el sur de Tamaulipas, donde la humedad y el ambiente salino afectan materiales como la cantera y el mármol, pues actúan como abrasivos y van erosionando las superficies.
La lluvia favorece la proliferación del moho y los hongos en la piedra, mientras que el óxido invade herrajes, rejas y placas metálicas. Incluso los detalles ornamentales de hierro forjado muestran deformaciones o pérdida de piezas.

El experto propone restaurar la arquitectura artística y convertir el sitio en un atractivo turístico. Subraya que, por ejemplo, la escultura La Piedad, réplica de la obra de Miguel Ángel Buonarroti, se destruye día tras día, por lo que considera viable reubicarla en el Museo de la Ciudad.
“Muchas tumbas se observan olvidadas; creo que las más significativas por su valor artístico deberían pasar a dominio público y crearse un proyecto para su conservación. Pueden intervenir el INAH y el INBA”.

Naturaleza y tiempo reclaman su espacio
Otro problema en el panteón es la lucha entre la vida y la muerte que libran los árboles milenarios con las tumbas, pues sus raíces reclaman espacio y se comen gradualmente las fosas, recordando que incluso en el silencio del descanso eterno, la naturaleza impone su presencia.
Es necesaria una evaluación de riesgos, pues el año pasado sucumbió uno de estos frondosos árboles, y se dijo que hay por lo menos seis más al punto del colapso, representando un peligro para la gente que acude al camposanto.
Pero el principal problema es que ya no hay fosas disponibles ni nichos que alberguen los restos de las personas que fallecen, y tampoco un plan para abrir un nuevo camposanto.
Los primeros sepulcros en Tampico
Los primeros pobladores de Tampico enterraban a sus muertos en los patios de sus casas e incluso bajo el piso de la cocina, cuenta el cronista adjunto de la ciudad, Francisco Ramos Alcocer.
En los templos llegó a haber también espacios para sepultar difuntos, especialmente los benefactores, quienes yacían bajo el altar o la nave principal, o bien en capillas privadas o criptas que albergaban a familias enteras.
Con el tiempo, el hacinamiento y la insalubridad llevaron a prohibir inhumaciones dentro de las iglesias y se construyeron panteones en su exterior, relata el historiador.
“Sin embargo, por representar una amenaza a la salud pública, el gobierno prohibió los sepulcros tanto en parroquias como en viviendas y se tuvieron que buscar espacios en las afueras del pueblo”.
Los cadáveres se empezaron entonces a depositar en un predio de la colonia Cascajal, que después se vio afectado por las crecientes de los ríos Pánuco y Tamesí.

De los cementerios antiguos al actual
Comenzaron a operar dos cementerios en Tampico: el católico y el protestante. El primero se ubicó en lo que hoy es la Secundaria Uno, el Auditorio Municipal y el Instituto Regional de Bellas Artes; el otro, donde está la tienda Arteli, frente a la iglesia de Santo Ángel, en la avenida Hidalgo.
“Las epidemias de la época aceleraron la mortalidad de la población y los dos panteones se saturaron poco tiempo después. Para entonces, los cementerios católicos (o públicos) por decreto gubernamental habían dejado de depender del clero y eran administrados por los municipios”, añade el también escritor.
El crecimiento de la mancha urbana y las restricciones sanitarias contribuyeron a la urgencia de contar con un nuevo camposanto y cerrar el católico y el protestante. Con 500 pesos se compró el lote 140 del plano municipal al general Jesús Alonso Flores, en la avenida de los Hombres Ilustres, hoy avenida Hidalgo.
“Los restos de los difuntos con tumbas a perpetuidad fueron llevados al nuevo panteón. Para este proceso, el alcalde de la época pidió disculpas a los muertos por moverlos y liberó a reos para ayudar en el traslado”, comenta Francisco Ramos.
El nuevo cementerio abrió sus puertas en 1908 y se calculó que estaría a su máxima capacidad en un lapso de 20 a 30 años, con un estimado de hasta 30 mil fosas.
“Pero solo había pasado una década cuando la crisis sanitaria por gripe española obligó a buscar otro lugar donde sepultar a los que se adelantaban en el camino, aunque nada se concretó”.

Proyectos fallidos y expansión urbana
Un lustro más tarde, se anunció nuevamente que se clausuraría el panteón de la avenida Hidalgo porque había quedado dentro de la ciudad y urgía construir uno nuevo. Surgieron varias opciones de terrenos, pero de nuevo todo quedó en planes.
En 1926 abrió sus puertas el panteón particular de La Trinidad, contiguo al municipal, donde muchas tumbas reflejan también la majestuosidad del arte funerario y es ahí donde más se nota la influencia del auge petrolero.
El cronista añade que los intentos de contar con otro camposanto municipal continuaron, e incluso el entonces gobernador César López de Lara fue acusado de atropello al pretender vender el viejo cementerio y construir el nuevo, pasando por alto los derechos de los poseedores de lotes.
En 1950 se retomó el tema, advirtiéndose que pronto no habría lugar para sepultar a los difuntos. En 1956 se realizaron nuevos estudios y en 1973 se optó por utilizar parte del pasillo principal ante la insuficiencia de espacios.
En 2014 se presentó otro proyecto más para clausurar el camposanto, pero tampoco prosperó. Con el transcurso de los años se abrieron al público los panteones municipales de Tancol y La Borreguera, los cuales también han resultado insuficientes, y el de la avenida Hidalgo sigue activo.

Más de 8 mil tumbas en abandono
En Tampico, las más de 28 mil fosas de los tres panteones municipales ya están ocupadas, lo que ha hecho que la cremación gane terreno como alternativa y, poco a poco, rompa con la tradición del entierro.
El cementerio de la avenida Hidalgo cuenta con 22 mil 739 fosas, 308 nichos individuales con capacidad de hasta dos urnas y 81 familiares que albergan hasta tres contenedores de cenizas, pero también se encuentran ocupados.
El camposanto de Tancol tiene 4 mil 695 fosas y el de La Borreguera 1,144, lo que hace un total de 28 mil 578 espacios ocupados al 100%. Sin embargo, el 30% se encuentra en estado de abandono, es decir, poco más de 8 mil 500.

Así lo expuso el administrador de cementerios municipales, Salvador Corona Pulido, quien también explicó que cuando se trata de una muerte violenta, como crímenes, suicidios o accidentes, los cuerpos deben inhumarse forzosamente.
Sobre las tumbas abandonadas, menciona que muchas veces es porque los deudos se fueron a vivir a otra ciudad o porque hay conflictos legales al interior de las familias.
Espacios prestados y alternativas emergentes
Para enfrentar el déficit de lotes, el municipio habilitó un sitio provisional en el camposanto de Tancol, donde adjudica espacios en calidad de préstamo a familias de escasos recursos económicos.
“Es un área prestada, donde las familias que no tienen otra opción recurren a la inhumación, pero se comprometen a exhumar los restos de su ser querido en seis años para llevárselos a otro lado. Muchos se apoyan con parientes para obtener un espacio”, comenta el funcionario.
Actualmente se evalúa la posibilidad de construir 2 mil 700 bóvedas en el cementerio de La Borreguera. Otros ven en la sepultura vertical una opción viable.
En el panteón de la avenida Hidalgo se organizaban antes paseos turísticos, pero dejaron de hacerse.
De acuerdo con los especialistas, el patrimonio funerario forma parte de nuestro acervo cultural al igual que otras manifestaciones históricas y artísticas, y debe ser promovido e incluido en los diferentes productos turísticos, aunque quizá la prioridad sea que los ciudadanos tengan un lugar donde dormir el sueño eterno.

“Aquí se está mejor que enfrente…”
En 1948, el dueño de la cantina El Porvenir y fundador del restaurante del mismo nombre, ubicado frente al cementerio municipal, observaba junto a Gumersindo Meléndez un cortejo fúnebre en una tarde lluviosa.
—Oiga, don Chucho, ¿no le parece que aquí estamos mejor que enfrente? —le dijo Meléndez.
El hombre sonrió divertido y, a los pocos días, colocó un letrero con la frase en la entrada del negocio.
El cronista Francisco Ramos relata que, tiempo después, murió un sepulturero que cada tarde iba a tomarse una cerveza en la cantina para luego regresar a dormir al cementerio, donde vivía. Sus compañeros colocaron en su epitafio: “Aquí estoy por haber estado enfrente”.
Cuando intentaron pintar la frase en la barda del cementerio, fueron detenidos por infringir el bando de policía y buen gobierno.
Hoy, esa respuesta se lee en medio de la barda multicolor del panteón, que de acuerdo con especialistas debe ser completamente blanca para reflejar paz.

Personajes ilustres sepultados
En el panteón municipal y de La Trinidad yacen:
-El general del Ejército Militar José de las Piedras, cuyos restos (1830) fueron los primeros en ser reubicados del panteón católico al municipal.
-El fundador y dirigente del sindicato petrolero Serapio Venegas.
-El líder del Gremio Unido de Alijadores Isauro Alfaro.
-El fundador de la farmacéutica Casa Autrey (hoy Casa Saba), Dr. Adolfo Preston.
-El político Rosalío Bustamante, precursor de la Revolución Mexicana.
-El ex alcalde Fernando San Pedro.
-La familia del médico Carlos Canseco González, reconocido por su aporte en la erradicación de la poliomielitis y la disminución del sarampión.
-El cantautor Rockdrigo.
-El fundador del periódico El Mundo, Vicente Villasana, quien fue asesinado en Ciudad Victoria.
-Pepito el Terrestre, personaje popular por su altura de 2.3 metros.
-El comandante de bomberos Jesús Cervantes, quien falleció en cumplimiento de su deber durante un incendio en la zona centro de la ciudad.
-En una tumba múltiple única, con fosas continuas cubiertas de una sola placa de acero, yacen los ocho chinos que murieron en 1927 en un accidente en la plaza de toros Gaona al derrumbarse el graderío de madera.
Fuente: Cronista adjunto Francisco Ramos.
